Andrómaca real

Ximena Escalante regresa ­con este montaje de la Compañía Nacional de Teatro en su temporada de Mural­ a su interés por basarse en los textos clásicos para dar un drama moderno de amores y desamores. Esta vez se inspira sobre todo en la Andrómaca de Eurípides aunque no sigue el texto actualizándolo como ha hecho en obras anteriores, sino que extrae de los encuentros y desencuentros de los personajes, cuyos nombres conserva, la materia para una obra que puede verse y entenderse sin conocer la tragedia clásica. Lo que nos puede llevar a ella es ese extraño personaje, el Hombre que barre, quien como oráculo délfico instruye a Orestes y permite que se aparezca su doble, que conozca el pensamiento de Hermione y que la acción retroceda, aunque los resultados sean los mismos, excepto el encuentro final de dos de los personajes que no se han conocido ni en la tragedia original ni en la obra contemporánea. Los personajes no siguen ninguna pauta trágica o mitológica, sino que resultan totalmente inventados por la autora que alterna parlamentos de gran aliento con escenas que resultan muy graciosas. Andrómaca es una mujer más bien enigmática en su silencio y el rechazo que sufre de parte de Pirro. Este, a quien se niega aquí su nombre posterior de Neoptolomeo ­que le prestaría una dignidad de que carece­ es presentado como un ser más bien cómico que, rechazado por Hermione, busca la lealtad en dos perras primero y luego en una bicicleta. Hermione, a su vez, resulta una bella mujer promiscua con múltiples enamorados, pero que ama a Orestes. La búsqueda de éste da lugar al retorno en que las acciones se repiten, pero con los enamoramientos y desdenes en sentido inverso.

La muy acertada dirección de Ignacio Flores de la Lama ­la mejor, a mi entender, de las que se le conocen­ se ve ampliamente respaldada por la escenografía de Jorge Ballina que consiste en diferentes escenarios en que los actores pasan de uno a otro, mientras gira la estructura en que están colocadas las butacas de tal manera que el público tiene acceso visual a cada uno (y se recuerda un poco esa vieja propuesta de Artaud, hecha a medias y en minúsculas proporciones, que el talentoso escenógrafo lleva a cabo de manera excelente). Así, vemos primero un largo espacio vacío, con un rectángulo que tiene un marco de luz, se gira el público y aparece el primero en que hay acción, el lugar de Pirro y Andrómaca, otra vuelta y es una calle, luego una lavandería, una tienda de animales y regresamos, hasta que en el primer espacio se corren unas cortinas y podemos ver al doble y a Hermione en lo alto y a Orestes, con el Hombre en la parte baja. Hay que hacer hincapié en que en muchos de los pasos, un personaje reproduce el último parlamento del otro, el más triste es que ''no se muere de amor sino de cosas importantes", una especie de ritornello que es la marca de la obra. El tono y ritmo de cada escena están dados de una muy buena manera, sin escatimar alguna violencia, a veces muy agresiva, a veces graciosa, y sin olvidar la riesgosa apuesta de hacer aparecer a dos perritas vivas y de carne y hueso, bien amaestradas por Marcela García.

El elenco es de primera clase, resaltando en los roles principales Erika de la Llave como Andrómaca, Arturo Ríos como Pirro, Mariana Giménez como Hermione y Plutarco Haza como Orestes, apoyados por Everardo Arzate como El hombre guapo, Juan de la Loza como El hombre rico, Arturo Reyes como El hombre genial, Juan Carlos Terreros como El hombre convencional y Héctor Holten como El hombre inseguro en la escena de la lavandería, así como Carlos Orozco como el vendedor, José Caballero como El hombre y Fabián Storniolo como El otro. El vestuario de Tolita y María Figueroa ­sencillo en casi todos los participantes, audaz en el de Hermione­, la iluminación de Víctor Zapatero, la escenofonía de Rodolfo Sánchez Alvarado, el movimiento corporal y coreografía de Ruby Tagle y el maquillaje de Pilar Boliver completan este excelente montaje de la CNT.

Y a propósito de la Compañía Nacional de Teatro, se dice que no se contempla presupuesto para su función este año. Se dicen muchas cosas y no es culpa de los dicentes, sino de que tanto Sergio Vela como Teresa Franco, que no defendieron el presupuesto para la cultura, no han dado a conocer sus planteamientos en lo que se refiere a las artes y los programas para llevarlos a cabo en el presente sexenio.

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