Educación

Señal de Alerta

por Herbert Mujica Rojas

10-12-2006

¿Hay que subsidiar a los ricos?

En su muy sugestivo como sugerente libro de reciente fecha, Cuentos chinos, Andrés Oppenheimer, en el capítulo 10, América Latina en el siglo del conocimiento, anota las siguientes muy punzantes consideraciones. Leamos:


¿Las peores universidades del mundo?

"Un ranking de las mejores doscientas universidades del mundo realizado por el suplemento educativo del periódico británico The Times les dio una pésima nota a las universidades latinoamericanas: según el estudio, hay una sola universidad de la región que merece estar en esa lista. Y está casi al final: en el puesto 195. ¿Son tan malas las universidades latinoamericanas?, me pregunté cuando leí el estudio. ¿Nos están contando cuentos de hadas quienes dicen que nuestros académicos y científicos triunfan en los Estados Unidos y Europa? ¿O es que el ranking de The Times de Londres está sesgado a favor de las universidades de los países ricos?.......

¿Hay que subsidiar a los ricos?

Claro, se estarán diciendo muchos, Noruega y Suecia pueden destinar el 7 por ciento de su producto bruto a la educación porque no tienen gente que se muere de hambre. Sin embargo, muchos otros países que han elevado enormemente su calidad de vida en las últimas décadas no lo hicieron desviando fondos estatales de la lucha contra la pobreza, sino haciendo que los estudiantes de clase media y alta paguen por sus estudios, ya sea durante o después de los mismos. América latina (sic), en efecto, es una de las últimas regiones del mundo donde todavía hay países en los que se subsidia el estudio de quienes pueden pagar. Se trata de un sistema absurdo por el cual toda la sociedad –incluidos los pobres- subsidia a un número nada despreciable de estudiantes pudientes. Según el Banco Mundial, más del 30 por ciento de los estudiantes en las universidades estatales de México, Brasil, Colombia, Venezuela y la Argentina pertenecen al 20 por ciento más rico de la sociedad. "La educación universitaria en América latina sigue siendo altamente elitista, y la mayor parte de los estudiantes proviene de los segmentos más adinerados de la sociedad", dice el informe. En Brasil, un 70 por ciento de los estudiantes pertenecen al 20 por ciento más rico de la sociedad, mientras que sólo el 3 por ciento del cuerpo estudiantil está compuesto por jóvenes que vienen de los sectores más pobres. En México, el 60 por ciento de la población estudiantil universitaria proviene del 20 por ciento más rico de la sociedad, y en la Argentina, el 32. Otro estudio, de la Unesco, calcula que el 80 por ciento de los estudiantes universitarios brasileños, el 70 de los mexicanos y el 60 de los argentinos vienen de los sectores más ricos de la sociedad.

¿Cómo se explica eso? Los autores del estudio dicen que la razón es muy sencilla: los estudiantes de origen humilde que fueron a escuelas públicas llegan tan mal preparados a la universidad que la mayoría abandona sus estudios al poco tiempo de empezar. Eso lleva a una situación paradójica, en la que los ricos están sobrerrepresentados en las universidades gratuitas, por lo que el sistema "constituye una receta para aumentar la desigualdad", concluye el informe del Banco Mundial.

En nombre de la igualdad social, se está excluyendo a los pobres, al no darles posibilidad de recibir becas.

En años recientes, casi todos los países europeos dejaron atrás la educación gratuita, para cobrarles a quines pueden pagar. Las universidades estatales de Gran Bretaña comenzaron a cobrar a sus estudiantes en 1997. En España, los estudiantes de todas las universidades públicas pagan unos 550 dólares por año, menos quienes vienen de hogares pobres, o familias con más de tres hijos. María Jesús San Segundo, la ministra de Educación del gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, me señaló en una entrevista que el número de universitarios que no pagan aranceles en su país es "cerca de un 40 por ciento". Y los pagos del restante 60 por ciento de los estudiantes de las clases medias y altas contribuyen a cubrir un nada despreciable 15 por ciento del presupuesto universitario. La tendencia europea es hacia el pago de los estudios. Según me dijo la ministra, casi todos los países europeos financian alrededor del 20 por ciento de su presupuesto universitario con aranceles que cobran a los estudiantes.

En Alemania, luego de una larga batalla legal, la Corte Suprema autorizó a todas las universidades a cobrarles a sus alumnos, algo que ya venían haciendo algunas de ellas en varios estados.

En algunos países latinoamericanos ya se comenzó a corregir el subsidio a los ricos: Chile, Colombia, Ecuador, Jamaica y Costa Rica tienen sistemas por los cuales los estudiantes que pueden pagar deben hacerlo. Pero cuando la UNAM intentó introducir un sistema parecido en México en 1999, durante el gobierno del presidente Ernesto Zedillo, tuvo lugar una huelga estudiantil que paralizó la universidad y obligó a las autoridades a dar marcha atrás. Cuando asumió Fox, ni el gobierno ni las autoridades universitarias se animaron a reflotar el tema". (pp. 314-315,

La pregunta de por sí retadora es, aunque recurrente, ¿hay que subsidiar a los ricos?

¡Atentos a la historia; las tribunas aplauden lo que suena bien!

¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!

¡Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz!

Lea www.redvoltaire.net

hcmujica.blogspot.com

Skype: hmujica

¿Qué es revolución?

Espero no exagerar cuando digo que este es un excelente texto:

¿Qué es revolución? Un millón de picaduras de abejas, un millón de dignidades

John Holloway

Herramienta

En estas notas, el autor del libro Cambiar el mundo sin tomar el poder plantea, sucinta pero profundamente, un desafío a pensar el concepto actual de revolución como urgente necesidad en el aquí y el ahora.

A partir del impulso hacia la autodeterminación del hacer colectivo que diferentes movimientos y procesos sociales están desarrollando en su lucha contra y más allá del capital, Holloway despliega la idea de la revolución en términos de intersticios, de innumerables grietas, de infinitas picaduras en la dominación capitalista.

1. Hoy, la revolución es más urgente que nunca: esto es evidente.

2. La única manera posible de concebir la revolución es en términos de grietas en el tejido de la dominación capitalista: como el reconocimiento, la creación, expansión, multiplicación y confluencia de los espacios o momentos de negación-y-creación; espacios o momentos en los cuales las personas dicen: "¡No! ¡Ya basta! ¡Aquí no! Aquí no vamos a subordinar nuestras vidas al dominio del capital; aquí vamos a hacer sólo aquello que nosotros mismos consideramos necesario o deseable hacer!".

3. La revolución es forzosamente intersticial. Es muy improbable que la abolición del capitalismo tenga lugar en todo el mundo al mismo tiempo.

4. En el pasado, dicho carácter intersticial de la revolución fue encubierto por la falsa idea de que cada Estado constituía su propia sociedad, sin comprender que cada Estado se corresponde apenas con un fragmento de la sociedad capitalista global. La conquista de un Estado fue entendida como una revolución en sí misma, en lugar de ser vista como un intento de transformar las relaciones sociales en tan sólo una parte de la sociedad capitalista global.

5. Si aceptamos que la revolución es inevitablemente intersticial, surge entonces la pregunta: ¿cuáles son los espacios o intersticios relevantes? Muchos revolucionarios se centran en el Estado como el espacio significativo, pero esto tiene la desventaja de que el Estado es una forma de organización desarrollada para apoyar el capital y para excluir a las personas de la determinación de sus propias vidas. La historia del último siglo, y también la reflexión teórica, demuestran que no es posible crear una sociedad autodeterminada (o comunista) utilizando una forma de organización diseñada para la represión de la autodeterminación. No es posible la transformación radical de la sociedad a través del Estado.

6. Al pensar en grietas en la dominación capitalista, estamos pensando en dimensiones no estatales. Las grietas se presentan en muchas formas diferentes en todo el mundo. Pueden ser territoriales: "aquí en este espacio (la selva Lacandona en Chiapas, una fábrica ocupada o un café alternativo) no vamos a aceptar la lógica del capital, aquí vamos a crear otro tipo de relaciones sociales". O bien, pueden ser grietas en el tiempo: "aquí en este evento, mientras estemos juntos, vamos a hacer las cosas de otra manera, vamos a abrir ventanas hacia otro mundo". O también pueden ser relacionadas con actividades o recursos particulares: "en la cuestión del agua, o del software, o de la educación vamos a luchar para excluir el dominio del dinero y del capital, estas actividades tienen que seguir otra lógica".

7. La muerte del capitalismo no sobrevendrá como consecuencia de una puñalada al corazón, sino a partir de un millón de picaduras de abejas. Somos nosotros esas picaduras.

8. Un millón de picaduras de abejas significa un millón de dignidades. Nuestros espacios o momentos de negación son, al mismo tiempo, espacios o momentos de creación, de hacer aquello que consideramos necesario o deseable. Emancipamos nuestro poder-hacer del poder-sobre que lo mantiene en cautiverio. En el proceso de destruir la sociabilidad capitalista (porque ella está destruyéndonos), creamos otra sociabilidad basada en la autodeterminación colectiva de nuestro hacer.

Desatar-y-crear nuestro propio poder-hacer es el núcleo de la revolución comunista.

También es necesario como manera de confrontar la amenaza de pobreza material, que es la recompensa a la dignidad en una sociedad basada en la negación de la dignidad.

9. Nuestras dignidades son piedras arrojadas a través del cristal de la dominación capitalista. Crean hoyos, pero, más que eso, generan grietas que corren. El movimiento es crucial. El capital se mueve constantemente en un intento de clausurar dichas grietas, reabsorbiendo nuestras rebeldías. De modo que nuestra rebeldía, para mantenerse viva, tiene que moverse más rápidamente que el capital.

Un espacio autónomo que no se expande, que no deviene grieta, corre el riesgo de convertirse en su contrario, una institución.

10. El capitalismo está lleno de grietas, ya sean pequeñas (tal como la rebeldía que está dentro de todos nosotros o en un reducido grupo de personas que se reúne para generar un espacio anticapitalista) o grandes (como por ejemplo las rebeliones en la selva Lacandona, el movimiento social en Bolivia, los disturbios en Francia). A veces son tan pequeñas, y aparentemente tan apolíticas, que no logramos reconocerlas. La revolución comienza con el reconocimiento de las grietas existentes y crece con la generación de grietas nuevas, con su expansión, su multiplicación y su confluencia. La confluencia entre las grietas depende más de ondas de choque, resonancias y afinidades que de estructuras organizativas formales.

11. La revolución por medio de las grietas es revolución aquí y ahora. La puñalada al corazón necesita ser preparada, está siempre en el futuro. El millón de picaduras de abejas, el millón de dignidades están presentes aquí y ahora. La cuestión no radica en cómo construir el movimiento para el futuro, sino en cómo quebrar las relaciones sociales capitalistas aquí y ahora. Ruptura, negación -y- creación aquí y ahora: éste es el desafío de la revolución.

12. No somos locos o, si lo somos, no estamos solos en nuestra locura. El arraigado concepto leninista de revolución está en crisis. Algunos pudieron pensar que la idea misma de revolución estaba en crisis, pero hoy está claro que solamente una idea particular de revolución es la que está en crisis, y que la revolución es más urgente que nunca.

13. El viejo concepto de revolución está en crisis porque su esencia, el trabajo abstracto o trabajo alienado, está en crisis.

Este concepto conformaba la teoría revolucionaria del movimiento obrero, la lucha del trabajo asalariado contra el capital. Su lucha era limitada porque el trabajo salariado es el complemento del capital y no su negación. La crisis del movimiento obrero -y del trabajo asalariado mismo- abre un nivel más profundo de la lucha de
clases: la lucha del hacer en contra del trabajo abstracto -y por lo tanto, en contra del capital-. Esta nueva y más profunda lucha de clases busca formas originales de avanzar, tanto práctica como teóricamente. Nosotros somos la crisis del trabajo abstracto, la crisis del trabajo asalariado. Somos la revuelta del hacer en contra de la determinación ajena, el empuje del hacer hacia la autodeterminación. Nuestro hacer es el desbordamiento de la creatividad respecto al trabajo abstracto. Somos la respuesta y la pregunta de la nueva lucha de clases, en su orden correcto: primero la respuesta y después la pregunta.

14. Los problemas que conlleva este enfoque parecen obvios: este punto, sin duda, puede confiarse al lector. Sin embargo, no se vislumbra otra manera de avanzar. Abandonar la revolución no es una opción.

15. Preguntando caminamos.

Nota: Trabajo inédito en español, enviado a Herramienta por su autor.

Originalmente fue publicado en Estambul, Turquía, bajo el título "Devrim nedir? Bir milyon ari sokmasi, bir milyon erdem", en la revista Birikim, núm. 205-206, págs. 61-62.

* John Holloway es investigador y profesor del Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, México.

Diferencia entre POPULISTA y POPULAR

De la diferencia entre populistas y populares

Renaud Malavialle

Rebelión

Ya han tenido lugar en Francia, el 16 de noviembre de 2006, las primeras elecciones primarias del partido socialista para designar a un candidato -que también por primera vez será una candidata- a la Presidencia de la República. Tiene valor y peso simbólico que el mayor partido de gobierno de izquierda tome la iniciativa de avalar la candidatura de una mujer en Francia, después de los ecologistas y del Partido Comunista. Con Ségolène Royal elegida por los afiliados del PSF, la diferencia estriba por supuesto en que por primera vez, la candidata está en capacidad de llegar a la cumbre del Estado, de hacerse con la majestad de una función a menudo calificada en el hexágono de monárquica (el cargo no es vitalicio, pero confiere mucho más poderes de lo que ocurre en las monarquías constitucionales). Al país de la ley sálica, le cuesta hoy también aceptar que las mujeres conquisten puestos de gestión de los negocios privados; en la Francia de François Mitterrand y de Jacques Chirac, la dominación masculina también se verifica en la administración y en la representación política.

Reacia a valerse de soluciones contrarias a los principios republicanos, como imponer la paridad, Francia ve como una posible revolución cultural y simbólica la elección de una mujer a la presidencia de la República. Muchos comentaristas afirman, con razón o no, que las mejores bazas de la candidata socialista consisten precisamente en ser una mujer. Bajo fondo de tres decenios de desempleo y precaridad, las precedentes campañas del temor a la inmigración han calado tan hondo en las mentes que los medios de desinformación comunes y corrientes acaban de descubrir nuevos horizontes. Los encantos de las campañas people han acabado con un tabú francés: la vida privada de la clase política vende ahora masivamente. Se comenta mucho que Ségolène Royal les gusta a los franceses porque ella se parece a ellos, en contradicción con otros comentarios que aluden al sabor majestuoso y como predestinado de su distinguido patronímico. De lo que poco se habla, es de su programa político. ¿Por inconsistente? ¿Porque no interesa o no ilusiona o no engaña a nadie?

La Historia no se repite pero...

Los fenómenos aquí descritos les parecerán mucho más inteligibles a los venezolanos que a los mismos franceses y europeos. Por una razón tal vez: Francia se hunde en el atolladero mediático que conoció el país caribeño a raíz del matrimonio de razón de los intereses financieros con el periodismo y del que va saliendo en un esfuerzo titánico por crear medios de información alternativos y populares. En Francia como en Venezuela, no hay en efecto otra vía para descifrar la realidad, para salvarla de la denegación y de las propagandas mentirosas, o del ruido que la silencia. En efecto, por mucha indignación que sientan los franceses por la remisión del poder político frente al poder de las multinacionales y frente a los proyectos de una Europa ultraliberal, por mucho que expresen en ocasiones extremas su rotundo rechazo a los proyectos de una clase política con la que se sienten cada menos identificados, no ven salida positiva alguna. No es sólo que los franceses no sepan cómo rebelarse en la era de las desilusiones ideológicas. Es que para concebir un proyecto alternativo, se necesita primero tener claro un diagnóstico. Ahora bien, en Francia se han reducido los espacios mediáticos de razonamientos auténticamente políticos, aquellos que exigen la difícil abstracción de los casos personales y pasionales. Y al contrario, el tiempo que se dedica a noticias intrascendentes crece constantemente. De donde el ascenso de la extrema derecha, nada nuevo. De donde también, en ello sí está la novedad, el muy relativo entusiasmo, exagerado por la prensa como si de un fervor se tratara, por un cambio de figura: cambiar la forma cuando se desespera ya de cambiar el fondo, es lo que los politólogos franceses, con su retórica milenaria, llaman la “ruptura tranquilizadora”, en contraste con la “ruptura inquietante” que su rival de derecha incarnaría.

Así como en los medios europeos se habla ya de revolución sin ton ni son, como para diluir en la insignificancia todo intento de cambiar realmente el orden económico o político, así los comentaristas franceses prometen una ruptura... sin contenido, sin argumento, sin proyecto otro que el agotado lema de la “autre manière de faire de la politique”, algo que nunca nadie entendió en el país de Descartes; un estribillo que sólo ilusiona a quienes, desesperando de un cambio real, se mecen con otros lenguajes o embelesos.

Francia, Venezuela y la ruptura

En mayo de 2005, Francia protagonizó un auténtico escándalo en Europa con el rechazo rotundo a un Tratado Constitucional de orientación liberal. Contra el 95% o más de los medios de comunicación, contra la mayoría de la clase política que prometía el apocalipsis en caso de victoria del NO al referéndum, contra la mayoría de los militantes políticos y las campañas culpabilizadoras de los partidos de poder, el 55% de los votantes dijeron que NO querían de esta “Constitución” para Europa.

Asombró ver cómo muchos políticos condenaron el “escandaloso voto” de unos franceses -miedosos e incompetentes- quienes pudieron constatar cuánto les costaba a sus representantes aceptar el veredicto de las urnas. Pero hay más. Muy interesante fue ver que no faltaron entre los mismos vencedores (defensores del NO) quienes proclamaron que Francia era el primer país en oponerse a la dictadura de los medios de desinformación. ¿Qué importa que Venezuela realizara algo semejante menos de un año antes? Pueden seguir tranquilos los campeones del nuevo orden mundial en Europa, sus adversarios pocas veces tienen ocasión, cuando no les falta voluntad, de señalar las valiosas aportaciones americanas a la esperanza de un mundo social mejor, o por lo menos soportable.

Prepotencia postcolonial y doble rasero (“populares” vs “populistas”)

La Revolución Bolivariana no pudo contar con la solidaridad de los socialistas franceses. Innumerables fueron las acusaciones de “populismo” dirigidas al régimen venezolano o de populista hacia el presidente Hugo Chávez. Incluso revistas a pretensión científica abusan sistemáticamente de ese término mal definido. Quienquiera que tenga el valor de enfrentarse con los poderosos de su país y con el orden mundial y sobre todo de llevar a la práctica las promesas que le valieron el apoyo popular es calificado por los politólogos europeos como populista.

Emblemático ejemplo de doble rasero ha sido el comentario del secretario del Partido Socialista francés, François Hollande, ayer mismo por la mañana en France Inter (Radio France), sobre la elección de su esposa como candidata del mismo partido para las elecciones presidenciales de 2007. Cuando el periodista le preguntó al dirigente del PSF si la candidata no era algo populista también... el virtual primer esposo de Francia insistió ingeniosamente en matizar: según él, la candidata es popular, lo que considera totalmente distinto. Es interesante comparar los usos de tal calificativo según los casos. En la nueva lengua francesa, ser popular requiere tener glamour, figurar en bañador en una revista de press people, ser un fenómeno mediático. Pero haber ganado diez elecciones al sufragio universal, propiciar la alfabetización de más de un milión de ciudadanos y devolver la vista a millares de compatriotas, avanzar en la reforma agraria entre otras realizaciones, sólo le merece a Hugo Chávez el atributo de populista, de connotaciones más que dudosas en el léxico de los politólogos y periodistas europeos. Se entiende sobre todo que el populista es el Otro... el que está demasiado lejos, el que es demasiado novedoso, demasiado marginal o diferente. La incomprensión, la indiferencia y a veces la hostilidad de muchos periodistas y políticos franceses ante la experiencia bolivariana es un síntoma de la pérdida de identidad no sólo republicana sino revolucionaria francesa. Es de temer que en eso consista la ruptura que reúne a los dos cadidatos.

Con el caracazo de febrero de 1989, bajo la presidencia de Carlos Andrés Pérez los venezolanos sacudieron el orden neoliberal sin esperarse el diciembre de 95 francés. Desde 1998 se puede hablar de ruptura en Venezuela. Así como los venezolanos mostraron en abril de 2002 y en agosto de 2004 las vías de la resistencia contra los golpes mediáticos y las campañas de propaganda y desinformación, los venezolanos sí podrían darles lecciones de democracia participativa concreta a los socialistas franceses para que los pocos auténticos cambios anunciados puedan ser tomados en serio por los electores. Retraso tendrá Francia en la competencia económica mundial; lo recuerdan las élites sin cesar; pero hay una novedad que merecería ser meditada: puede que Francia también esté perdiendo la carrera por el progreso social y la democracia efectiva. Cuando de fraternidad ya ni se habla, cuando la igualdad se esfuma dentro del país, puede temerse a medio plazo por la libertad.

Revolucionando Conciencias

Nuestros amigos fecalist-wannabes se niegan a ver esta realidad que es muy cierta para muchos en México... afortunadamente , la gran mayoría hemos despertado y estamos revolucionando nuestras conciencias :

Enviado por Eloisa - Fri, 12/01/2006

Las clases medias, siempre, en cualquier lugar del mundo, en términos políticos son un fiasco, tontas, banales.

Se mueven entre dos polos contradictorios, antitéticos: no son propietarias de gran cosa, de medios de producción concretamente. Y tampoco están en una situación de todo desposeimiento como las clases más humildes, campesinos u obreros industriales.

Realmente están en el medio del huracán de la lucha de clases. Estar en el medio es lo que las torna, justamente, un producto indefinido: demasiado pobres para sentirse aristócratas, demasiado ricos para sentirse pueblo, para sentirse plebe. Su lugar social es casi imposible: un poco de cada cosa, pero sin ser nada en definitiva.

Lugar trágico, incómodo, patéticamente conmovedor. ¿Qué son realmente las clases medias? Son un poco de cada cosa, y por tanto no son nada definido.

No pueden dejar de trabajar más de dos meses seguido, pues si no mueren de hambre; pero jamás permitirían que se les diga “trabajadores” o se les ponga en el mismo saco con “la chusma”. Pero… ¿por qué?

Profesionales, comerciantes, empleados de servicios, cuadros medios en las empresas… la gama es amplia, y por supuesto llena de matices. La pertenencia a las clases medias no se da tanto por una cuestión de ingresos sino de posición ideológica. Se definen, ante todo, por su conciencia de clase -o, mejor dicho aún, por su falta de conciencia de clase-.

Un propietario de medios de producción -industrial o terrateniente- (o de capital financiero, acorde a los tiempos del capitalismo dominante de este comienzo de siglo) tiene mucho que perder ante una transformación social: sus propiedades nada menos. Y un trabajador asalariado -o un subocupado o precarizado, para decirlo también acorde a los tiempos del capitalismo dominante de este comienzo de siglo, figura cada vez más extendida en nuestra aldea global- sigue sin “nada que perder más que sus cadenas”, como dijera el Manifiesto Comunista en 1848.

¿Qué pierden las clases medias? Sin dudas, nada; al contrario: también se benefician con un cambio social general. Pero es tal su terror ante la perspectiva de sentirse pobres, de perder lo poco que atesoran (una casa, algún vehículo, un mediano ingreso, la esperanza de un futuro más próspero para sus hijos), que ese terror ante el "comunismo” termina siendo tragicómico. La idea de expropiación con que se mueven, aunque provoque risa, es algo real en su cosmovisión cotidiana. Y definitivamente les
provoca horrores.

¿De dónde les viene esta “locura” política, esta falta de comprensión tan irracional en estos sectores sociales? Justamente de su particular anclaje social: soñando ser lo que no son, aspirando fantasiosamente un mundo de riqueza que, en lo real, les está vedado, se espantan de perder lo que tienen, logrado sin dudas con grandes esfuerzos. El fantasma que persigue por siempre a las clases medias es la caída social, la pobreza, pasar a ser aquello de lo que escapan eternamente. Muy aleccionador es al respecto lo que en momentos de lo peor de la crisis que golpeó a Argentina en estos últimos años, podía verse en carteles en más de alguna “villa miseria” (barrios marginales de las grandes ciudades). Rezaba ahí, no sin una dosis de sarcasmo por parte de los eternamente desposeídos que veían empobrecerse más y más a toda la sociedad argentina, y habitantes históricos de estos tugurios: “bienvenida clase media”.

A partir de esa situación tan particular de ser y no ser, de ser pobres disfrazados de ricos, de ser pobres con saco y corbata, de no querer sentirse asalariados -racismo mediante-, su concepción política está igualmente disociada. Si bien es cierto que las clases medias tienen bastante acceso a la educación y comparativamente están mucho más preparadas que los sectores más humildes (esto es válido en cualquier país del mundo), no menos cierto es también que su conciencia política es raquítica, mucho más que la de los obreros o los campesinos, los indígenas o los desocupados.

Los grandes pensadores, políticos, analistas sociales y cuadros intelectuales que trazan las políticas de las naciones, en general provienen de las clases medias; los sectores menos favorecidos no tienen acceso a educación superior y están, por tanto, muy lejos de esos niveles de decisión. Y los magnates no se dedican sino a gozar de las rentas; para atender los asuntos de Estado o manejar las empresas, para eso están los gerentes (presidentes incluidos) que, en general, son de extracción clasemediera. Así considerado, podría decirse que las capas medias conocen mucho del tema político. Pero eso es una ilusión: los profesionales preparados en la materia política son de clase media, pero todo el sector, como colectivo, tiene un muy bajo o casi nulo pensamiento político-ideológico. Su vida política queda subsumida por el eterno pago de la tarjeta de crédito; y es en eso, prácticamente, como se va el esfuerzo de toda una vida en estos sectores: gastar mucho, o mostrar que se gasta mucho, y después ver cómo se cubren las deudas. Pensar que se puede retroceder en la escala social y terminar en una “villa miseria” merece el suicidio. Y es desde las clases medias de donde surge el prejuicio respecto a que la política es “sucia”, que es “mejor no meterse en política” y que los problemas sociales se deben a los políticos profesionales, eternamente corruptos, omitiendo así la lucha de clases como causa final.

Así, a partir de esas circunstancias, las clases medias son el campo más fértil para que los grandes poderes manipulen su conciencia y las transformen, además de consumidores pasivos, en perfectos estúpidos en términos políticos. Las pasadas décadas de Guerra Fría y la furiosa campaña anticomunista que barrió el planeta hicieron bien su trabajo: no hay sectores más reaccionarios que las clases medias.

Para demostrarlo de un modo patético, ahí está el caso de Venezuela.

¿Quién es la verdadera oposición a la revolución bolivariana, a ese proceso de transformación en marcha que está devolviendo las esperanzas a todo el campo popular, en Venezuela, en Latinoamérica y en el mundo todo? La oligarquía vernácula, y más aún: el establishment de Estados Unidos, que considera a todos los países de la región como sus colonias naturales y que tiene en Venezuela su gran reserva petrolera. Ahí está la verdadera oposición; los candidatos opositores que van a las próximas elecciones el 3 de diciembre no son sino marionetas de la política de Washington. ¿Pero con qué enfrentan estos verdaderos factores de poder al proceso bolivariano? Con la movilización de la clase media.

Azuzando los fantasmas del comunismo ateo que se come a los niños y pone a vivir a la fuerza una familia en la sala de cada hogar clasemediero, estos sectores repiten lo que ha pasado en todo proceso popular (pensemos en Chile con Allende, por ejemplo, o la manipulación de las recientes “revoluciones” en Georgia o en Ucrania, por nombrar sólo algunos casos): las clases medias son visceralmente manipuladas y puestas siempre en la perspectiva más reaccionaria y conservadora posible. A partir de sus temores irracionales a perder lo poco que tienen, se transforman en blanco perfecto para desarrollar sentimientos antipopulares, mezquinos, individualistas.

En la República Bolivariana de Venezuela desde hace unos años se vienen dando sustantivas mejoras en las condiciones de vida de la población, de toda la población, desde los más humildes a las capas medias: todos, sin distinción, tienen acceso a mejores servicios. Y las clases medias, aunque no lo digan en voz alta, tienen un período de florecimiento económico como nunca: ya van trece trimestres ininterrumpidos de crecimiento sostenido.

Nunca antes en la historia del país se vendieron tantos automóviles como en este año: 320.000 unidades (no entraremos a considerar la absurda estupidez en juego en ese consumo depredador). Y son los sectores medios los principales beneficiarios de esta bonanza. ¿Pero cómo es posible que justamente esos sectores constituyan la base -que no pasa del 30 % de la población total, aclaremos- de toda la estrategia antirrevolucionaria, sea democrática (para estas elecciones), sea golpista (como en el 2002)? No hay otra explicación posible que por su torpeza, por su más supina ignorancia política y su falta total de compromiso ideológico. Así como a los pueblos
indígenas se les asustó -y se les sigue asustando- con la religión católica, a las clases medias se les aterroriza con el fantasma del “castrocomunismo” (¿?) feroz, que les quitará los hijos y los mandará a algún campo de trabajos forzados. Lo patético no es que hoy, siglo XXI, crean en fantasmas y aparecidos, en leyendas del “hombre sin cabeza” o de la “llorona” que aparece en los montes. Lo patético es que crean estos cuentos políticos preparados por medios de comunicación que aplican la más avanzada tecnología de punta para presentarlos, y los repitan, y se movilicen en su nombre, y salgan a la calle para parar “el comunismo que se viene”. Patético es, igualmente, que muchos de los que repiten esas cosas… tienen títulos universitarios, maestrías y doctorados.

Que un aristócrata sea falto de solidaridad, reaccionario, conservador, si bien no es justificable, es comprensible: cuida a muerte sus privilegios de clase. Las clases medias no pueden -ni quieren- sentirse trabajadoras, asalariadas, uno más como cualquier habitante de un barrio popular. Pero ¿qué otra cosa son sino compañeros de ruta de los humildes? ¿Por qué, entonces, esa falta de solidaridad de clase, de empatía con los más excluidos que vemos tan extendidamente en las capas medias en todos los países? (Pusimos Venezuela como ejemplo, pero el fenómeno se repite en todo
el mundo).

A veces puede llegar a ser un peligro más grande para un proceso revolucionario justamente esa tozudez política de las clases medias que la misma oligarquía. Con esta última está clara su ubicación. Con las clases medias se necesita un trabajo político especialmente cuidadoso, paciente, arduo: se trata de acercarlos al pueblo, no de separarlos. No son los enemigos naturales del pobrerío, aunque a veces jueguen ese papel. Viendo la experiencia venezolana ello es palmariamente claro. Pero también es igualmente claro -y da mucha tristeza- constatar que los sectores medios son los más manipulables, los más supersticiosos y afectos al pensamiento mágico-animista en lo que concierne al ámbito político. Quizá el trabajo de una revolución socialista -entre tantos, no el principal, pero sí importante también- sea ayudar a clarificar tanta estupidez mediática que llevan en sus cabezas los sectores medios. Está claro que el progreso humano es más, muchísimo más, infinitamente muchísimo más que tener un automóvil, un teléfono celular o una tarjeta de crédito.

::: sam ::: en RadioAMLO

Saludos a todos los lectores del blog, les aviso que HOY a las 15 horas del centro de México el ::: sam ::: será entrevistado en RadioAMLO. Aquí la dirección para que escuchen: www.radioamlo.org si pueden grabar la entrevista para después compartir el audio con quien no pudo escuchar en vivo haganlo y nos la mandan. Bueno ese es el mensaje que les quería dar y estén pendientes ya se viene un nuevo año y en Revoluciones también un nuevo diseño. Gracias y corran la voz a todos sus contactos.