(Réplica al artículo (http://bit.ly/aosipY) de ayer de Víctor Hernández).
No es un argumento válido oponerse a la legalización sólo porque una persona cercana murió por la culpa de otra que cometió la irresponsabilidad de manejar intoxicada con cocaína y alcohol. En consecuencia, también deberíamos prohibir por completo el alcohol y eso ni es realista ni es posible y sólo provocaríamos que los cárteles se metieran de lleno al negocio de la venta del alcohol.
Lo que se busca con la legalización es educar a las personas para que no pongan en peligro su salud y la integridad de terceros cuando están bajo el efecto de estas sustancias. En la prohibición es impensable este tipo de programas educativos en el aula de clases. Debemos enseñarles a los niños y a los adultos a ser responsables en su consumo, no sólo a promover un infantil “sólo dí no”. Es como la hija de Sarah Palin que se embarazó siendo menor de edad y está promoviendo una campaña de abstinencia sexual, como la única forma segura de no embarazarse. La abstinencia sí es efectiva, pero no es lógico esperar que los adolescentes llegarán vírgenes al altar, resistiéndose a las calenturas de su edad, sólo porque los asustamos con advertencias exageradas. Por eso es preferible enseñarles a protegerse responsablemente con métodos anticonceptivos. En lugar de prohibirles, lo mejor es informarlos.
Despenalizar sí ayudará a reducir la violencia porque las drogas, al ser ilícitas, provocan que los cárteles no tengan formas pacíficas para resolver sus conflictos, como sucede entre las disputas entre compañías rivales que acuden a los tribunales. El caso de Enron es atípico. Como publiqué en SDP la semana pasada, un estudio canadiense reveló que entre más intensas son las medidas policíacas se estimulaba una mayor violencia relacionada con las drogas. Otro estudiosugiere que la despenalización “disminuiría la violencia asociada con los intentos de controlar los mercados ilícitos y la resolución de disputas entre vendedores y compradores”.
Claro que sí se le puede dar a las drogas el mismo trato que al alcohol, en el sentido de regularlas, aplicarles impuestos y controlar su calidad. Y debería restringirse el acceso a estas sustancias en base a su peligrosidad. En el caso de la mariguana, la restricción debería ser similar o menor a la del alcohol o el tabaco, ya que es muchísimo menos riesgosa que estas. Resulta increíble que se rechace la legalización bajo la idea de que “nadie tiene por qué garantizarle a nadie crack seguro o cocaína 100% natural ” ¡Claro que hay que garantizar que las sustancias sean seguras! ¿O qué? ¿Es preferible que los usuarios se mueran por sobredosis en lugar de preservar su salud?
Las actividades de alto riesgo como el paracaidismo son adictivas al igual que la comida, el sexo y el juego. La prohibición no sólo es autoritaria, sino que crea un mercado negro para estas actividades. Lo más adecuado es tratar a las personas como adultos y no como niños. Si alguien quiere poner su vida en riesgo saltando de un avión o consumiendo una droga, adelante, pero que lo hagan protegidos e informados para tomar la mejor decisión y asumir las consecuencias.
Legalizar las drogas no aumenta el consumo. La reciente experiencia de la República Checa con la descriminalización de las drogas nos demuestra que la prohibición, en los años previos a esta liberalización, disparó los niveles de consumo, perode acuerdo con la opinión de especialistas “el número de casos no está aumentando y los jóvenes experimentan con drogas ilegales pero mucho menos peligrosas… la mayoría de los usuarios de drogas no son adictos… estos usuarios no suelen contactar a los servicios de salud ya que las drogas no les ocasionan problemas”.
En Holanda, los índices de consumo de la mariguana en adolescentes, son mucho menores comparados con los Estados Unidos, país prohibicionista. LaOrganización Mundial de la Salud, considera que “Holanda, con un enfoque mucho menos punitivo respecto al uso de cannabis que los Estados Unidos, experimentó niveles menores de uso, particularmente entre adultos jóvenes”.
Portugal es el ejemplo más dramático de que la despenalización no incrementa el uso de drogas. Unestudio del Cato Institute, en abril pasado, reveló que en comparación con los Estados Unidos y la Unión Europea, Portugal reportó el índice más bajo de consumo de mariguana en individuos mayores de 15 años, equivalente al 10%, mientras que en Estados Unidos la cifra es de 39.8%. Entre 2001 y 2006, el uso de drogas al menos una vez en la vida para estudiantes de secundaria del séptimo al noveno grado cayó del 14.1% al 10.6%. El consumo de heroína entre adolescentes entre los 16 y 18 años cayó del 2.5% al 1.8%, mientras que las muertes por sobredosis disminuyeron a la mitad. Y las infecciones por VIH-SIDA disminuyeron un 17% entre 1999 y 2003.
Rechazar la legalización drogas, como dice acertadamente Federico, es apoyar las estrategias fracasadas del gobierno. Uno de los propósitos de la regulación sería destinar los enormes gastos destinados al combate del narco para atender otros fenómenos como los crímenes violentos y fortalecer los programas de tratamiento y rehabilitación para los usuarios con problemas adictivos.
Se equivocan quienes dicen que bajo un esquema regulado las drogas podrían provocar el mismo número de muertes que ocasionan las drogas legales como el alcohol. Y la muestra es que esto no ha sucedido actualmente, cuando las drogas están disponibles prácticamente a la vuelta de la esquina para cualquier persona. No olvidemos que la mayoría de los decesos por alcohol están relacionados con los accidentes automovilísticos y con el consumo excesivo. La gran diferencia es que el alcoholismo es un problema de salud pública -controlable- y no de seguridad nacional -incontrolable-, como actualmente sucede con las drogas ilegales.
Resulta que, al menos en Estados Unidos, haymuchos más casos de muertes por sobredosisocasionadas por drogas controladas que por drogas ilegales. Qué ironía, ¿verdad? Y el 80% de los decesos relacionados con drogas ilegales se debe a la ausencia de dosis estandarizadas sin control de calidad. Oponerse a la legalización es estar a favor de los traficantes que ponen en riesgo la salud de los consumidores para maximizar sus ganancias.
Y no olvidemos el hecho de que la droga de mayor consumo en México, la mariguana, no registra estadísticas de muertes o enfermedades graves, ni sobre accidentes automovilísticos o laborales relacionadas con su consumo, comparada con los daños producidos por el abuso de alcohol y el tabaco. Los mayores riesgos que enfrentan actualmente los usuarios de drogas no son a su salud, sino a su involucramiento dentro de un mercado clandestino donde tienen más posibilidad de morir ejecutados por el crimen organizado o de ser extorsionados o encarcelados por la policía.
Finalmente eso de combatir cambiar el modelo económico para solucionar el problema del narco tiene todo el sentido del mundo, pero resultará inútil sin políticas públicas que difieran de las actuales. La República Checa tiene uno de los niveles de consumo de drogas más altos de la Unión Europea, pero tiene el índice de pobreza más bajo. ¿Entonces?