Por Carlos Beas Torres
Los bisnietos de Díaz y los Flores Magón se encuentran en Oaxaca
El operativo de represión ordenado por Vicente Fox en contra de la amplia movilización del pueblo oaxaqueño no arrancó el 4 de octubre. Se inició ya desde hace más de dos meses cuando un domingo en la tarde fue secuestrado en las calles de la ciudad de Tuxtepec Catarino Torres Pereda, dirigente chinanteco del Comité de Defensa Ciudadana (Codeci) y recluido al día siguiente en el penal de alta seguridad de La Palma, donde su abogado defensor ha denunciado que se encuentra virtualmente incomunicado.
No, la represión en nombre de Dios no se inició ese día, ya que hace casi dos meses se movilizaron militares desde el sur de Veracruz a Miahuatlán, y se acuartelaron integrantes de la Policía Federal Preventiva en las cercanías de la ciudad de Oaxaca.
La represión en contra de los rebeldes oaxaqueños estaba en la cabeza del señor Vicente Fox y del descendiente de jefe cristero, el secretario Carlos Abascal, desde hace meses, y sólo jugaron con un supuesto diálogo para ganar tiempo, el tiempo necesario para negociar con el Partido Revolucionario Institucional, desgastar al movimiento ciudadano, justificar la violencia gubernamental en los medios y preparar la represión por parte de la policía militar y los marinos.
Por supuesto que los vuelos de "abastecimiento" de los helicópteros y el desembarco de aviones Hércules del fin de semana pasado en Oaxaca no eran sólo medidas disuasorias o preventivas, como las califica el dirigente panista y también jefe del Yunque Manuel Espino, eran vuelos de reconocimiento para la planeación fina del desembarco y la invasión militar a Oaxaca.
Por ello la farsa montada para ese miércoles 4 por la Secretaría de Gobernación, a la que convocó el titular de la dependencia, Carlos María Abascal, con el objetivo de suscribir un pacto de gobernabilidad, paz y de- sarrollo, es sólo un montaje para justificar el golpe represivo final.
Con la ocupación militar las bandas de delincuentes que han operado bajo el auspicio de Ulises Ruiz gozarán de la seguridad que les brinda el saberse impunes y protegidos por el gobierno federal y actuarán con mayor fuerza. De los expedientes penales armados al gusto de la Procuraduría General de Justicia de Oaxaca se librarán aún más órdenes de aprehensión en contra de cientos de ciudadanos y ciudadanas que osaron rebelarse frente a los atropellos, siendo el destino de muchos la cárcel, la clandestinidad o el exilio.
Vicente Fox y su gobierno yunquista terminan un mandato de seis años entregando nuestros recursos naturales a sus patrocinadores extranjeros, en particular a las empresas energéticas españolas, y reprimiendo a los mexicanos que han dicho basta a tanto atropello y barbarie.
Hace 100 años exactamente, en 1906, los pueblos indígenas nahuas y popolucas del sur de Veracruz se rebelaron contra el tirano Díaz, socio del empresario inglés Pearson que los despojaba de sus tierras comunales, y fueron aplastados por los federales. Muy pocos años después, gracias al esfuerzo de los mineros rebeldes de Cananea, de los obreros huelguistas de Río Blanco y de la revuelta indígena de Acayucan, cayó la dictadura de Porfirio Díaz.
Como en el porfiriato, hoy bajo el gobierno de Vicente Fox, cuando a un pueblo se le cierran las puertas democráticas y sólo se le reprime, y cuando se amparan en la violencia los atropellos de los caciques disfrazados de gobernantes, al pueblo sólo le queda el camino de la rebelión.
Y hoy parece que de nueva cuenta para los oaxaqueños sólo queda ese camino. Hoy se encuentran de nuevo en la ciudad de Oaxaca los descendientes de Porfirio Díaz y, por otro lado, los rebeldes herederos de los hermanos Flores Magón.
Una vez más se enfrenta la satrapía de gobernantes abusivos y la justa revuelta de los desheredados. En Oaxaca hoy se escribe una página heroica pero también una de ignominia en la historia de México.
Los bisnietos de Díaz y los Flores Magón se encuentran en Oaxaca
El operativo de represión ordenado por Vicente Fox en contra de la amplia movilización del pueblo oaxaqueño no arrancó el 4 de octubre. Se inició ya desde hace más de dos meses cuando un domingo en la tarde fue secuestrado en las calles de la ciudad de Tuxtepec Catarino Torres Pereda, dirigente chinanteco del Comité de Defensa Ciudadana (Codeci) y recluido al día siguiente en el penal de alta seguridad de La Palma, donde su abogado defensor ha denunciado que se encuentra virtualmente incomunicado.
No, la represión en nombre de Dios no se inició ese día, ya que hace casi dos meses se movilizaron militares desde el sur de Veracruz a Miahuatlán, y se acuartelaron integrantes de la Policía Federal Preventiva en las cercanías de la ciudad de Oaxaca.
La represión en contra de los rebeldes oaxaqueños estaba en la cabeza del señor Vicente Fox y del descendiente de jefe cristero, el secretario Carlos Abascal, desde hace meses, y sólo jugaron con un supuesto diálogo para ganar tiempo, el tiempo necesario para negociar con el Partido Revolucionario Institucional, desgastar al movimiento ciudadano, justificar la violencia gubernamental en los medios y preparar la represión por parte de la policía militar y los marinos.
Por supuesto que los vuelos de "abastecimiento" de los helicópteros y el desembarco de aviones Hércules del fin de semana pasado en Oaxaca no eran sólo medidas disuasorias o preventivas, como las califica el dirigente panista y también jefe del Yunque Manuel Espino, eran vuelos de reconocimiento para la planeación fina del desembarco y la invasión militar a Oaxaca.
Por ello la farsa montada para ese miércoles 4 por la Secretaría de Gobernación, a la que convocó el titular de la dependencia, Carlos María Abascal, con el objetivo de suscribir un pacto de gobernabilidad, paz y de- sarrollo, es sólo un montaje para justificar el golpe represivo final.
Con la ocupación militar las bandas de delincuentes que han operado bajo el auspicio de Ulises Ruiz gozarán de la seguridad que les brinda el saberse impunes y protegidos por el gobierno federal y actuarán con mayor fuerza. De los expedientes penales armados al gusto de la Procuraduría General de Justicia de Oaxaca se librarán aún más órdenes de aprehensión en contra de cientos de ciudadanos y ciudadanas que osaron rebelarse frente a los atropellos, siendo el destino de muchos la cárcel, la clandestinidad o el exilio.
Vicente Fox y su gobierno yunquista terminan un mandato de seis años entregando nuestros recursos naturales a sus patrocinadores extranjeros, en particular a las empresas energéticas españolas, y reprimiendo a los mexicanos que han dicho basta a tanto atropello y barbarie.
Hace 100 años exactamente, en 1906, los pueblos indígenas nahuas y popolucas del sur de Veracruz se rebelaron contra el tirano Díaz, socio del empresario inglés Pearson que los despojaba de sus tierras comunales, y fueron aplastados por los federales. Muy pocos años después, gracias al esfuerzo de los mineros rebeldes de Cananea, de los obreros huelguistas de Río Blanco y de la revuelta indígena de Acayucan, cayó la dictadura de Porfirio Díaz.
Como en el porfiriato, hoy bajo el gobierno de Vicente Fox, cuando a un pueblo se le cierran las puertas democráticas y sólo se le reprime, y cuando se amparan en la violencia los atropellos de los caciques disfrazados de gobernantes, al pueblo sólo le queda el camino de la rebelión.
Y hoy parece que de nueva cuenta para los oaxaqueños sólo queda ese camino. Hoy se encuentran de nuevo en la ciudad de Oaxaca los descendientes de Porfirio Díaz y, por otro lado, los rebeldes herederos de los hermanos Flores Magón.
Una vez más se enfrenta la satrapía de gobernantes abusivos y la justa revuelta de los desheredados. En Oaxaca hoy se escribe una página heroica pero también una de ignominia en la historia de México.
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