El nacimiento de un movimiento tiene un efecto complicado, pues, tenemos enfrente a un grupo de poder -los dueños del dinero- que están pisoteando los derechos de un gran sector de la sociedad; el sector más pobre y desprotegido.
Actualmente, los eventos en los que se manifiestan los trabajadores, son uno de tantos elementos que pueden ser usados en su contra. Sin embargo, el llamado es general, tanto para los obreros, como para la clase marginada y para el ciudadano conciente e indignado por los atropellos injustos que se vienen cometiendo contra la clase trabajadora, entre otros. Por ello, es esencial informar y tener siempre bajo la mira a esos comerciantes del poder -políticos /empresarios- que tienen amarrados a millones de obreros, de ahí la incesante inmigración al país del norte.
Recordando que uno de los principales golpes que se quiere dar dentro de los diferentes grupos sociales, es el miedo. El miedo circula entre los grandes sectores sociales, lo que impide que se puedan tomar acciones más contundentes.
El miedo es inherente a la naturaleza humana, aunque la cobardía no lo es. La cobardía inunda a grupos sociales pero esta no es la regla y el enfrentamiento no es la propuesta, ni la solución. Por otra parte, el embate de una ultraderecha que aún con sus diferencias, se organiza para defender sus privilegios, a costa de la pobreza y el hambre de millones. La respuesta, debe ir con la misma intensidad dentro del marco de
El apoyo a las manifestaciones que se están dando en varios puntos del país, tienen como objetivo, dar un mensaje a ese grupo de poder, de que se cuenta con la capacidad suficiente para parar al país dentro del marco de la protesta de
El efecto de las movilizaciones no se mide por el número de calles cerradas y la cantidad exorbitante de personas en las calles, sino por medio del trabajo arduo y constante; informando y advirtiendo a la gente. Que se entienda que cerrar una calle, no se hace por el simple hecho de molestar; es una de tantas formas que existen para manifestarse. Esto no es para poner “el grito en el cielo”. En cambio el desempleo, la discriminación, la injusticia, la enfermedad y el hambre, sí lo son. ¡A cualquier ser humano conciente, le indigna!
Cuando un pueblo ha sido despojado de sus derechos y beneficios que por ley le corresponden y cuando sus instituciones ya no velan por ellos, las calles se convierten en su propiedad y es el único lugar en donde puede manifestar su inconformidad. Las acciones que se han venido dando en estos eventos y el apoyo a su difusión y análisis, es responsabilidad de todos, nos afecta y nos compete a más no poder.
El juntar dos eventos, por un lado las numerosas violaciones a los derechos humanos y a las garantías individuales y por otro el fraude y la corrupción -política/empresarial- vividos últimamente a “su máximo esplendor” de una manera cínica y descarada, deben ser enfrentados con acciones claras, concretas y tajantes. Ambas, atañen a
La movilización llama a un respaldo y ese respaldo es parte del despertar de un pueblo. Un pueblo más conciente, activo y participativo, que cuida sus intereses y que manda la señal de que no permitirá más violaciones, abusos y esclavismos. Esta es “nuestra circunstancia”, la historia se repite una vez más: la lucha por el poder que todo lo corroe ha ido en contra del eterno sueño por la paz, la solidaridad, la justicia y la libertad.
El efecto de la movilización es sin duda el llamado urgente a la organización y la tolerancia con que realicemos los actos futuros.