Del PROCESO 1628:
La invasión es avasallante: Centenares de empresas españolas ganan terreno en México debido a las enormes facilidades que los gobiernos panistas les han brindado en todos los sectores de la economía nacional. Esta “reconquista española” o “nueva colonización”, como la califican sectores académicos y la prensa, muestra ya sus primeros signos: conculcación de derechos laborales de trabajadores mexicanos, destrucción de áreas naturales, ganancias de usura en servicios bancarios… Todo con el aval, hoy, del gobierno de Felipe Calderón.
Sus nombres pueden no decirle gran cosa a la mayoría de los mexicanos. El caso es que Iberdrola, Mapfre, Telefónica, Repsol YPF, CAF, Isoluxcorsan, Proactiva, Aena, Eulen, Enersis, Dragados, Unión Fenosa, Gas Natural, Endesa, Prisa, Seat, BBVA, Santander, Sol Meliá, Iberostar, NH, Barceló y Zara, entre otras, son emporios españoles con una fuerte presencia en México.
Esta lista es sólo una pequeña parte de las casi mil empresas ibéricas que operan en el país. Está formada por trasnacionales que, en los últimos años, han invadido casi todos los sectores económicos de México y América Latina. Y su presencia aquí es tal que prácticamente no hay espacio en la vida cotidiana de los mexicanos en el que no estén presentes.
Pobres, ricos o de clase media, la mayor parte de los habitantes del país entran a diario en contacto con alguno de los productos o servicios que ofrecen esas empresas.
Por ejemplo, casi 4 millones de personas que se transportan diariamente en Metro en la capital del país lo hacen en vagones fabricados por Construcciones y Auxiliar de Ferrocarriles (CAF), compañía española que desde 1992 es la mayor proveedora de trenes para el Metro. Es la misma empresa que a finales de 2005, en una segunda ronda obligada, ganó la licitación para construir el Ferrocarril Suburbano que irá de Buenavista a Cuautitlán –la obra ya está avanzada– y que transportará a 100 millones de pasajeros al año.
Y si de transporte se trata, mexicanos con otro nivel de ingreso han podido hacerse de un auto Ibiza, Córdoba, León, Toledo, Altea o Alhambra, que produce la firma Seat (“de Barcelona para el mundo”, reza su publicidad), automotriz que con rapidez multiplica distribuidoras y oficinas en México.
También en el ámbito del transporte, unos 15 millones de mexicanos que utilizan los servicios aeroportuarios entran en contacto, cada año, con empresas de España. Aena, la operadora de aeropuertos y navegación aérea más grande del mundo, y Dragados Concesiones, filial del poderoso grupo español de la construcción ACS (Actividades de Construcción y Servicios, tienen cada una 33.3% del capital del Grupo Aeroportuario del Pacífico (GAP), que opera 12 de los 47 aeropuertos internacionales del país.
Unos ocho aeropuertos, incluyendo el de la Ciudad de México, pero también unas 50 grandes firmas de todos los ramos productivos y de servicios, tienen contratos con la española Eulen Seguridad, filial del Grupo Eulen, especializado en seguridad, limpieza, outsourcing, mantenimiento, telemarketing y medio ambiente.
La colocación de miles de cámaras y dispositivos de seguridad en el aeropuerto capitalino y en instalaciones de Petróleos Mexicanos (Pemex) y la Comisión Federal de Electricidad, ha sido encomendada a Eulen.
Millones de mexicanos, también, hacen uso de los servicios financieros (banca, casa de bolsa, seguros, afore, hipotecas, nómina) de los bancos españoles Bilbao Vizcaya Argentaria (BBVA) y Santander Central Hispano, que en el país son Bancomer y Santander, las instituciones número uno y tres, respectivamente, del sistema bancario nacional.
Bancomer por sí solo tiene 14 millones de clientes y activos por cerca de 50 mil millones de dólares. Los dos bancos controlan casi 40% del total de activos de la banca nacional; 41% del total de la cartera crediticia y 40% de las utilidades netas del sistema bancario del país.
Aunque BBVA Bancomer y Santander ofrecen el servicio de seguros, es Mapfre, que en México compró Seguros Tepeyac, una de las empresas líderes en el sector asegurador. Por lo menos es la número uno en España y en América Latina, con presencia en 40 países y más de 12 millones de clientes.
También en telefonía, cada día crece el número de habitantes en el país que hace uso de los servicios de una trasnacional española, Telefónica, mejor conocida en México por sus celulares Movistar, que compite con Carlos Slim (Telmex, Telcel) por el mercado mexicano y lo supera en el de Sudamérica. Telefónica tiene 206 millones de clientes en el mundo, opera en 24 países y, aunque apenas llegó a México hace cuatro años, en 2003, ya tiene más de 10 millones de clientes aquí.
En el mundo editorial la presencia de los españoles también es contundente, a tal grado que dominan el mercado del libro en México. Cualquier aficionado a la lectura ha tenido en sus manos títulos, por ejemplo, de Planeta, Tusquets, Anagrama, Grijalbo, Seix Barral o Santillana. Ésta última, del Grupo PRISA, es propietaria de los sellos Alfaguara, Aguilar, Taurus, Richmond, Crisol y Altea.
Pero no sólo mediante Santillana se hace presente en México dicho grupo. Además de su publicación insignia, el diario El País –de tiraje menor en México, pero con más lectores cada vez–, es copropietaria con Televisa –al 50% cada una– del sistema Radiópolis.
Hasta en la cocina
La hotelería y el turismo conforman uno de los sectores más atractivos para las empresas ibéricas en México. No hay destino turístico de sol y playa que no tenga presencia española. La Riviera Maya es prácticamente su coto. Sol Meliá, Iberostar, Riu, Barceló y NH son los principales grupos. Con todo y su permiso para depredar.
En su visita a México del año pasado, el presidente del gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, dimensionó esa presencia: “En 2001 las empresas españolas operaban un total de 15 mil habitaciones; en este momento (julio de 2007) operan cerca de 35 mil en más de 100 hoteles, y para los dos próximos ejercicios tienen proyectado operar otras 12 mil habitaciones en 27 nuevos hoteles en México”.
Todas esas firmas son algunas de las que ofrecen servicios o productos “tangibles”. Pero muchas otras, poderosas también en el mundo, aunque no se ven están así mismo presentes en la vida diaria de los mexicanos. Es el caso de Isoluxcorsan, uno de los más grandes consorcios españoles en el sector de ingeniería y construcción, que ha hecho la interconexión entre las dos redes eléctricas más grandes de México. También es la que desarrolla para la Comisión Federal de Electricidad la red de fibra óptica que cubre la totalidad del territorio nacional, y trabaja con las principales compañías de telefonía, a las que proporciona tecnología de punta. Además, actualmente construye la autopista Monterrey-Saltillo, que será concesionada por el gobierno federal.
También poderosas, Unión Fenosa, Iberdrola y Endesa, con presencia en todo el mundo, se especializan en el ramo de la energía, sobre todo en la generación de electricidad. Grandes consorcios mexicanos consumen electricidad producida por ellas. Iberdrola construye, repara y da mantenimiento a infraestructura de Pemex y la CFE; anda a la caza de oportunidades para proyectos de energías alternativas: ha ganado licitaciones para proyectos de energía eólica y nuclear. Entre las tres, producen casi 13% de la electricidad que se consume en el país.
Junto con ellas, en el mismo ámbito de los energéticos, se ubican la petrolera española-argentina Repsol YPF y Gas Natural. La primera –entre las 10 petroleras privadas más grandes del mundo, con fuerte presencia en la parte estadunidense del Golfo de México, en trabajos de exploración y explotación de hidrocarburos– ha ganado licitaciones para construir plantas regasificadoras en el país.
Por impedimentos constitucionales, sin embargo, Repsol YPF sólo ha podido dedicarse a la distribución y comercialización de gas natural, aunque también, por la vía de los Contratos de Servicios Múltiples, incursionó en la producción y desarrollo de campos de gas. Repsol YPF participa a través de la empresa Gas Natural en la distribución de gas; tiene más de 1 millón 100 mil clientes y está presente en la Ciudad de México, Monterrey, Saltillo, Nuevo Laredo, Toluca y varias ciudades del Bajío.
Eso no es todo. Los consorcios españoles están metidos hasta en la cocina de los hogares mexicanos. La trasnacional hispana Gas Natural es la principal distribuidora de gas en México, con presencia en 7 de las 14 zonas de distribución del país; cuenta con 1 millón 120 mil clientes y una red de más de 15 mil kilómetros. En el Distrito Federal, Gas Natural, a través de Gas Natural México, distribuye el energético en 14 de las 16 delegaciones del gobierno capitalino.
Entreguismo
El presidente del gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, dijo en su visita a México, en julio pasado: “Es muy difícil, recorriendo el mundo, encontrar un país donde los españoles seamos mejor recibidos que en México; donde haya más amabilidad por parte de la ciudadanía, de la población, de las autoridades, que en México. Y eso nos produce un elemento de profunda satisfacción”.
Y vaya que si son bien recibidos los españoles. Hace 10 años el comercio entre México y España no pintaba gran cosa: apenas llegaba a los mil 500 millones de dólares –nada frente a los más de 100 mil millones de dólares del comercio bilateral con Estados Unidos–, y siempre con saldo positivo para México. Hoy España es la segunda fuente de Inversión Extranjera Directa para México, después de Estados Unidos. El comercio bilateral supera los 6 mil millones de dólares, aunque ahora con saldo deficitario para México.
Son muchas las razones de ello. Ha influido una abierta decisión del gobierno mexicano, desde el inicio de la administración de Vicente Fox, de abrirle las puertas a las compañías españolas. Bancos, libros, la telefónica, las empresas de energía, las hoteleras y las de servicios aeroportuarios –las inversiones más fuertes– han acudido al llamado y a las facilidades oficiales.
Pero los propios españoles tienen su propio estilo para empujar sus negocios. Algunos ejemplos: Telefónica tiene como presidente de su filial en México a Francisco Gil Díaz, el polémico exsecretario de Hacienda, hombre con todos los secretos de las finanzas en México, de los impuestos y las aduanas; todas las relaciones empresariales… y toda la proclividad a conducirse con poca transparencia en el mundo de los negocios.
Otro ejemplo: PRISA tiene como representante en México a un hombre hiperactivo, con habilidades notorias para colarse en oficinas gubernamentales federales y estatales. Es Antonio Navalón, al que puede vérsele ya sea en Los Pinos o en las oficinas del gobierno capitalino. También en PRISA, al mando de la gerencia de algo llamado El País Global, trabaja Juan Ignacio Zavala, hermano de la esposa del presidente Calderón.
Otro caso es el de Zara México, la cadena de tiendas de moda española, filial del grupo textil Inditex –que comanda Amancio Ortega, el hombre más rico de España, tercero en Europa y octavo en el mundo, con 24 mil millones de dólares, según la revista Forbes–, que desde octubre de 2004 incorporó en su Consejo de Administración, en calidad de “consejeros independientes”, a los mexicanos Pedro Aspe Armella, Valentín Díez Morodo y a Olegario Vázquez Aldir.
Vaya que si estos personajes son útiles a Zara, que cuenta en México con el mayor número de tiendas, sólo después de España y Portugal. Tan fácil le ha sido a Amancio Ortega hacer negocios en México que, gustoso, aceptó la invitación del Grupo Danhos para asociarse con él y construir –Ortega es también dueño de la inmobiliaria española Pontegadea– el que iba a ser el edificio más grande de América Latina, la finalmente abortada Torre del Bicentenario, que tanto impulsó Marcelo Ebrard, jefe del gobierno capitalino.
En la prensa y la academia de España se ha calificado la reciente y abrumadora presencia de las firmas hispanas en México y América Latina como la “reconquista española” o la “nueva colonización”, ahora emprendida por los grandes capitales de ese país. Organizaciones no gubernamentales internacionales, como Intermox Oxfam y el Observatorio de las Multinacionales en América Latina (OMAL), que tienen bajo la lupa ese fenómeno, afirman que la expansión de las trasnacionales españolas en la región se ha hecho en forma rapaz, vulnerando derechos humanos o generando conflictos en las zonas donde se han asentado.
Proceso, en su edición 1625, publicó un documentado reportaje sobre cómo los hoteleros españoles acumulan impunemente, sin que autoridad alguna reaccione, denuncias por devastar manglares, acabar con las dunas costeras y arrasar selvas en Quintana Roo, para sacar adelante sus proyectos.
Otras organizaciones han denunciado, en particular, los abusos de la banca española en México, que atropella a la clientela mexicana con elevadas tasas de interés y altas comisiones por sus deficientes servicios –muy por encima, ambas, de lo que cobran en España–, y que les reditúan extraordinarios beneficios a la matriz. En efecto, tan sólo Bancomer le genera casi una tercera parte de las utilidades globales de cada año al BBVA.
OMAL considera también que las compañías españolas de energía tienen particular interés en las zonas rurales del Golfo de México y el Istmo de Tehuantepec, donde buscan controlar la generación de energías eléctrica y eólica, con la venia del gobierno mexicano, “a través de la explotación irracional de los recursos naturales, pasando por alto los derechos de las comunidades de la región”.
De acuerdo con esa organización, el gubernamental Programa de Certificación de Derechos Ejidales y de Solares (Procede) actúa más en beneficio de las firmas españolas que en el de los ejidatarios, ya que enajena la tierra donde está el parque eólico y la convierte en privada. Así, estas tierras han salido del régimen de propiedad social como terrenos ejidales que son. Todo ello les da a dichas empresas un mayor control sobre el terreno, dice.
Pero esas, para el gobierno de Felipe Calderón –como en su momento para el de Fox, que abrió de capa al país para los españoles–, son cosas menores. En diciembre de 2006, días después de su toma de posesión, en un foro con empresarios mexicanos y españoles, Calderón les dio la bienvenida a estos últimos: ustedes y sus capitales, les dijo, “fortalecen en México sectores de alto valor agregado, como el financiero, el automotriz, el energético y el turístico, pero sobre todo, crean empleos para los mexicanos”. (Con información de Alejandro Gutiérrez).
Sus nombres pueden no decirle gran cosa a la mayoría de los mexicanos. El caso es que Iberdrola, Mapfre, Telefónica, Repsol YPF, CAF, Isoluxcorsan, Proactiva, Aena, Eulen, Enersis, Dragados, Unión Fenosa, Gas Natural, Endesa, Prisa, Seat, BBVA, Santander, Sol Meliá, Iberostar, NH, Barceló y Zara, entre otras, son emporios españoles con una fuerte presencia en México.
Esta lista es sólo una pequeña parte de las casi mil empresas ibéricas que operan en el país. Está formada por trasnacionales que, en los últimos años, han invadido casi todos los sectores económicos de México y América Latina. Y su presencia aquí es tal que prácticamente no hay espacio en la vida cotidiana de los mexicanos en el que no estén presentes.
Pobres, ricos o de clase media, la mayor parte de los habitantes del país entran a diario en contacto con alguno de los productos o servicios que ofrecen esas empresas.
Por ejemplo, casi 4 millones de personas que se transportan diariamente en Metro en la capital del país lo hacen en vagones fabricados por Construcciones y Auxiliar de Ferrocarriles (CAF), compañía española que desde 1992 es la mayor proveedora de trenes para el Metro. Es la misma empresa que a finales de 2005, en una segunda ronda obligada, ganó la licitación para construir el Ferrocarril Suburbano que irá de Buenavista a Cuautitlán –la obra ya está avanzada– y que transportará a 100 millones de pasajeros al año.
Y si de transporte se trata, mexicanos con otro nivel de ingreso han podido hacerse de un auto Ibiza, Córdoba, León, Toledo, Altea o Alhambra, que produce la firma Seat (“de Barcelona para el mundo”, reza su publicidad), automotriz que con rapidez multiplica distribuidoras y oficinas en México.
También en el ámbito del transporte, unos 15 millones de mexicanos que utilizan los servicios aeroportuarios entran en contacto, cada año, con empresas de España. Aena, la operadora de aeropuertos y navegación aérea más grande del mundo, y Dragados Concesiones, filial del poderoso grupo español de la construcción ACS (Actividades de Construcción y Servicios, tienen cada una 33.3% del capital del Grupo Aeroportuario del Pacífico (GAP), que opera 12 de los 47 aeropuertos internacionales del país.
Unos ocho aeropuertos, incluyendo el de la Ciudad de México, pero también unas 50 grandes firmas de todos los ramos productivos y de servicios, tienen contratos con la española Eulen Seguridad, filial del Grupo Eulen, especializado en seguridad, limpieza, outsourcing, mantenimiento, telemarketing y medio ambiente.
La colocación de miles de cámaras y dispositivos de seguridad en el aeropuerto capitalino y en instalaciones de Petróleos Mexicanos (Pemex) y la Comisión Federal de Electricidad, ha sido encomendada a Eulen.
Millones de mexicanos, también, hacen uso de los servicios financieros (banca, casa de bolsa, seguros, afore, hipotecas, nómina) de los bancos españoles Bilbao Vizcaya Argentaria (BBVA) y Santander Central Hispano, que en el país son Bancomer y Santander, las instituciones número uno y tres, respectivamente, del sistema bancario nacional.
Bancomer por sí solo tiene 14 millones de clientes y activos por cerca de 50 mil millones de dólares. Los dos bancos controlan casi 40% del total de activos de la banca nacional; 41% del total de la cartera crediticia y 40% de las utilidades netas del sistema bancario del país.
Aunque BBVA Bancomer y Santander ofrecen el servicio de seguros, es Mapfre, que en México compró Seguros Tepeyac, una de las empresas líderes en el sector asegurador. Por lo menos es la número uno en España y en América Latina, con presencia en 40 países y más de 12 millones de clientes.
También en telefonía, cada día crece el número de habitantes en el país que hace uso de los servicios de una trasnacional española, Telefónica, mejor conocida en México por sus celulares Movistar, que compite con Carlos Slim (Telmex, Telcel) por el mercado mexicano y lo supera en el de Sudamérica. Telefónica tiene 206 millones de clientes en el mundo, opera en 24 países y, aunque apenas llegó a México hace cuatro años, en 2003, ya tiene más de 10 millones de clientes aquí.
En el mundo editorial la presencia de los españoles también es contundente, a tal grado que dominan el mercado del libro en México. Cualquier aficionado a la lectura ha tenido en sus manos títulos, por ejemplo, de Planeta, Tusquets, Anagrama, Grijalbo, Seix Barral o Santillana. Ésta última, del Grupo PRISA, es propietaria de los sellos Alfaguara, Aguilar, Taurus, Richmond, Crisol y Altea.
Pero no sólo mediante Santillana se hace presente en México dicho grupo. Además de su publicación insignia, el diario El País –de tiraje menor en México, pero con más lectores cada vez–, es copropietaria con Televisa –al 50% cada una– del sistema Radiópolis.
Hasta en la cocina
La hotelería y el turismo conforman uno de los sectores más atractivos para las empresas ibéricas en México. No hay destino turístico de sol y playa que no tenga presencia española. La Riviera Maya es prácticamente su coto. Sol Meliá, Iberostar, Riu, Barceló y NH son los principales grupos. Con todo y su permiso para depredar.
En su visita a México del año pasado, el presidente del gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, dimensionó esa presencia: “En 2001 las empresas españolas operaban un total de 15 mil habitaciones; en este momento (julio de 2007) operan cerca de 35 mil en más de 100 hoteles, y para los dos próximos ejercicios tienen proyectado operar otras 12 mil habitaciones en 27 nuevos hoteles en México”.
Todas esas firmas son algunas de las que ofrecen servicios o productos “tangibles”. Pero muchas otras, poderosas también en el mundo, aunque no se ven están así mismo presentes en la vida diaria de los mexicanos. Es el caso de Isoluxcorsan, uno de los más grandes consorcios españoles en el sector de ingeniería y construcción, que ha hecho la interconexión entre las dos redes eléctricas más grandes de México. También es la que desarrolla para la Comisión Federal de Electricidad la red de fibra óptica que cubre la totalidad del territorio nacional, y trabaja con las principales compañías de telefonía, a las que proporciona tecnología de punta. Además, actualmente construye la autopista Monterrey-Saltillo, que será concesionada por el gobierno federal.
También poderosas, Unión Fenosa, Iberdrola y Endesa, con presencia en todo el mundo, se especializan en el ramo de la energía, sobre todo en la generación de electricidad. Grandes consorcios mexicanos consumen electricidad producida por ellas. Iberdrola construye, repara y da mantenimiento a infraestructura de Pemex y la CFE; anda a la caza de oportunidades para proyectos de energías alternativas: ha ganado licitaciones para proyectos de energía eólica y nuclear. Entre las tres, producen casi 13% de la electricidad que se consume en el país.
Junto con ellas, en el mismo ámbito de los energéticos, se ubican la petrolera española-argentina Repsol YPF y Gas Natural. La primera –entre las 10 petroleras privadas más grandes del mundo, con fuerte presencia en la parte estadunidense del Golfo de México, en trabajos de exploración y explotación de hidrocarburos– ha ganado licitaciones para construir plantas regasificadoras en el país.
Por impedimentos constitucionales, sin embargo, Repsol YPF sólo ha podido dedicarse a la distribución y comercialización de gas natural, aunque también, por la vía de los Contratos de Servicios Múltiples, incursionó en la producción y desarrollo de campos de gas. Repsol YPF participa a través de la empresa Gas Natural en la distribución de gas; tiene más de 1 millón 100 mil clientes y está presente en la Ciudad de México, Monterrey, Saltillo, Nuevo Laredo, Toluca y varias ciudades del Bajío.
Eso no es todo. Los consorcios españoles están metidos hasta en la cocina de los hogares mexicanos. La trasnacional hispana Gas Natural es la principal distribuidora de gas en México, con presencia en 7 de las 14 zonas de distribución del país; cuenta con 1 millón 120 mil clientes y una red de más de 15 mil kilómetros. En el Distrito Federal, Gas Natural, a través de Gas Natural México, distribuye el energético en 14 de las 16 delegaciones del gobierno capitalino.
Entreguismo
El presidente del gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, dijo en su visita a México, en julio pasado: “Es muy difícil, recorriendo el mundo, encontrar un país donde los españoles seamos mejor recibidos que en México; donde haya más amabilidad por parte de la ciudadanía, de la población, de las autoridades, que en México. Y eso nos produce un elemento de profunda satisfacción”.
Y vaya que si son bien recibidos los españoles. Hace 10 años el comercio entre México y España no pintaba gran cosa: apenas llegaba a los mil 500 millones de dólares –nada frente a los más de 100 mil millones de dólares del comercio bilateral con Estados Unidos–, y siempre con saldo positivo para México. Hoy España es la segunda fuente de Inversión Extranjera Directa para México, después de Estados Unidos. El comercio bilateral supera los 6 mil millones de dólares, aunque ahora con saldo deficitario para México.
Son muchas las razones de ello. Ha influido una abierta decisión del gobierno mexicano, desde el inicio de la administración de Vicente Fox, de abrirle las puertas a las compañías españolas. Bancos, libros, la telefónica, las empresas de energía, las hoteleras y las de servicios aeroportuarios –las inversiones más fuertes– han acudido al llamado y a las facilidades oficiales.
Pero los propios españoles tienen su propio estilo para empujar sus negocios. Algunos ejemplos: Telefónica tiene como presidente de su filial en México a Francisco Gil Díaz, el polémico exsecretario de Hacienda, hombre con todos los secretos de las finanzas en México, de los impuestos y las aduanas; todas las relaciones empresariales… y toda la proclividad a conducirse con poca transparencia en el mundo de los negocios.
Otro ejemplo: PRISA tiene como representante en México a un hombre hiperactivo, con habilidades notorias para colarse en oficinas gubernamentales federales y estatales. Es Antonio Navalón, al que puede vérsele ya sea en Los Pinos o en las oficinas del gobierno capitalino. También en PRISA, al mando de la gerencia de algo llamado El País Global, trabaja Juan Ignacio Zavala, hermano de la esposa del presidente Calderón.
Otro caso es el de Zara México, la cadena de tiendas de moda española, filial del grupo textil Inditex –que comanda Amancio Ortega, el hombre más rico de España, tercero en Europa y octavo en el mundo, con 24 mil millones de dólares, según la revista Forbes–, que desde octubre de 2004 incorporó en su Consejo de Administración, en calidad de “consejeros independientes”, a los mexicanos Pedro Aspe Armella, Valentín Díez Morodo y a Olegario Vázquez Aldir.
Vaya que si estos personajes son útiles a Zara, que cuenta en México con el mayor número de tiendas, sólo después de España y Portugal. Tan fácil le ha sido a Amancio Ortega hacer negocios en México que, gustoso, aceptó la invitación del Grupo Danhos para asociarse con él y construir –Ortega es también dueño de la inmobiliaria española Pontegadea– el que iba a ser el edificio más grande de América Latina, la finalmente abortada Torre del Bicentenario, que tanto impulsó Marcelo Ebrard, jefe del gobierno capitalino.
En la prensa y la academia de España se ha calificado la reciente y abrumadora presencia de las firmas hispanas en México y América Latina como la “reconquista española” o la “nueva colonización”, ahora emprendida por los grandes capitales de ese país. Organizaciones no gubernamentales internacionales, como Intermox Oxfam y el Observatorio de las Multinacionales en América Latina (OMAL), que tienen bajo la lupa ese fenómeno, afirman que la expansión de las trasnacionales españolas en la región se ha hecho en forma rapaz, vulnerando derechos humanos o generando conflictos en las zonas donde se han asentado.
Proceso, en su edición 1625, publicó un documentado reportaje sobre cómo los hoteleros españoles acumulan impunemente, sin que autoridad alguna reaccione, denuncias por devastar manglares, acabar con las dunas costeras y arrasar selvas en Quintana Roo, para sacar adelante sus proyectos.
Otras organizaciones han denunciado, en particular, los abusos de la banca española en México, que atropella a la clientela mexicana con elevadas tasas de interés y altas comisiones por sus deficientes servicios –muy por encima, ambas, de lo que cobran en España–, y que les reditúan extraordinarios beneficios a la matriz. En efecto, tan sólo Bancomer le genera casi una tercera parte de las utilidades globales de cada año al BBVA.
OMAL considera también que las compañías españolas de energía tienen particular interés en las zonas rurales del Golfo de México y el Istmo de Tehuantepec, donde buscan controlar la generación de energías eléctrica y eólica, con la venia del gobierno mexicano, “a través de la explotación irracional de los recursos naturales, pasando por alto los derechos de las comunidades de la región”.
De acuerdo con esa organización, el gubernamental Programa de Certificación de Derechos Ejidales y de Solares (Procede) actúa más en beneficio de las firmas españolas que en el de los ejidatarios, ya que enajena la tierra donde está el parque eólico y la convierte en privada. Así, estas tierras han salido del régimen de propiedad social como terrenos ejidales que son. Todo ello les da a dichas empresas un mayor control sobre el terreno, dice.
Pero esas, para el gobierno de Felipe Calderón –como en su momento para el de Fox, que abrió de capa al país para los españoles–, son cosas menores. En diciembre de 2006, días después de su toma de posesión, en un foro con empresarios mexicanos y españoles, Calderón les dio la bienvenida a estos últimos: ustedes y sus capitales, les dijo, “fortalecen en México sectores de alto valor agregado, como el financiero, el automotriz, el energético y el turístico, pero sobre todo, crean empleos para los mexicanos”. (Con información de Alejandro Gutiérrez).
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