Caminos de Michoacán y granadas que van tronando
Política cero
Jairo Calixto Albarrán


2009-07-13•Al Frente

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¿No es bonito que para experimentar las maravillas del turismo político extremo no hay que emprender un periplo por Irán, China, Tegucigalpa o Kabul; basta con un paseo por el Michoacán de noGodoyuna para paladear el embriagador aroma de los cartuchos percutidos, la carne rebanada, los miembros lacerados, la sangre coagulada, cabezas rodantes que no parlantes y los tendidos plenipotenciarios del miedo, esa sensación ambiciosa. Ahhh.
Ante tales acontecimientos de la hiperviolencia en Apatzingán, Zitácuaro y pueblos que voy pasando, pienso que aunque no soy mormón ni pertenezco a ningún tipo de fe legal o ilegalmente constituida y en todo caso profeso una especie de agnosticismo disneyano, quisiera saber dónde apuntarme para que las autoridades me provean del armamento necesario para defenderme de la inseguridad como ocurrirá con la buena gente de LeBarón, Chihuahua. Allí donde fuera asesinado uno de sus líderes por el pecado de enfrentarse a las bandas de secuestradores que en esas tierras han encontrado terreno fértil para cultivar los jugosos frutos de la impunidad.
Digo, si los burócratas de la seguridad no te pueden dar algo de protección, pues que te den con qué defenderte.
Una lógica que no estaría mal aplicar al futbol mexicano también: si los ratones verdes no ganan los partidos, ¡pues que te los paguen!
Aunque personalmente creo que lo mejor que se puede hacer para llegar al Mundial de Sudáfrica es echar a patadas al Vasco que nos ha hecho extrañar al sueco, y sustituirlo por Bety Paredes con su equipo técnico conformado por Manlio Fabio Superstar y Gamboa Patrón, pues si lograron resucitar al PRI con una pequeña ayuda de sus amigos blanquiazules, pueden revivir al Tri.
Muchos ingenuamente se preguntan qué lleva a los mexicanos a ver un partido de la Selección Mexicana, que es casi tan divertido como seguir el recuento de las votaciones en tiempo real, y menos entretenido que contemplar a los panistas temblorosos en espera de la venganza tricolor. El atractivo es el morbo, saber qué nueva barrabasada cometerá la ratoniza y, sobre todo, palpar el terror que les genera el fantasma de Landon Donovan.
De regreso a los caminos de Michoacán, hay que pensar que si por el rescate de un capo se desató un pequeño Vietnam, no me imagino qué haría La Familia por una parvada de adictos a la Virgen de los Sicarios.
Lo que no entiendo es por qué los Fox, que nos heredaron muchas de estas maravillas, no contrajeron nupcias en Uruapan, Tacámbaro o Pedernales.

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