Barack Obama y el zar antidrogas Gil Kerlikowske presentaron ayer la Estrategia Nacional para el Control de Drogas 2010. Kerlikowske reconoció que la guerra contra las drogas no ha tenido un "gran nivel de éxito" y rechazó seguir considerándola una guerra. ¿Pero en qué consiste este nuevo enfoque? ¿Se trata de un cambio radical o es más de lo mismo?
Ethan Nadelmann es director ejecutivo de Drug Policy Alliance (DPA), una de las organizaciones antiprohibicionistas más influyentes de Estados Unidos. En un artículo titulado "Una mejoría imperfecta: La nueva estrategia de Obama de la guerra contra las drogas", publicado en The Huffington Post, el activista pondera los aciertos y los errores del ambicioso plan estadounidense.
Nadelmann dice que es indudable que la iniciativa apunta a una dirección diferente con la adopción de políticas opuestas a las puestas en práctica los pasados treinta años, aunque que no rompe con asuntos fundamentales como los recursos presupuestarios y el paradigma prevaleciente de concentrar los esfuerzos del gobierno en las medidas policiacas y en el control de la oferta.
Entre los aspectos positivos, el dirigente de DPA reconoce las decisiones del Departamento de Justicia para echar abajo las sentencias obligatorias y desproporcionadas por los delitos relacionados con el crack y la cocaína, el respeto a los estados que regulan la mariguana medicinal y el rechazo a la moratoria de fondos destinados a los programas de intercambio de jeringas para reducir el VIH/SIDA. También aplaude la propuesta de establecer alternativas al encarcelamiento y reformar las políticas federales que prohíben a los individuos con antecedentes penales o en rehabilitación acceder a vivienda pública, empleos, préstamos estudiantiles y licencias de manejo. Uno de los puntos más valiosos del planteamiento es la puesta en práctica de estrategias de reducción de daños para reducir las sobredosis mortales y lograr una mejor integración de los tratamientos de desintoxicación dentro del sistema de salud.
No obstante, Nadelmann critica a Kerlijowske por su retórica de rechazar el concepto de guerra contra las drogas y, en los hechos, destinar 64% del presupuesto (la misma cifra ejercida por la administración de George W. Bush) a las actividades de interdicción de drogas y la persecución penal de estos delitos. "Sólo 36% ha sido destinado a la reducción de la demanda, y aún esa proporción ha sido inflada porque la ONDCP (Oficina Nacional de Políticas para el Control de Drogas) no incluye costos como los 2 mil millones (de dólares) que se gastan anualmente para encarcelar a las personas que violan las leyes federales sobre drogas... sin hacer mención de las consecuencias de arrestar a 750 mil personas al año por poseer pequeñas cantidades de mariguana".
El líder antiprohibicionista plantea la necesidad de modificar la forma en que se evalúa la política federal estadounidense, es decir, poner menos énfasis en reducir el consumo total de drogas y concentrar los esfuerzos en disminuir las muertes, enfermedades, crímenes y sufrimientos asociados con el abuso de las sustancias ilícitas y las políticas contraproducentes que buscan controlarlas. Tajante, concluye que la estrategia de Obama no ofrece soluciones para atacar la violencia relacionada con la prohibición en México, Centroamérica, Colombia y Afganistán.
"Este nuevo plan deja en claro que (la administración Obama) aún sigue adicta a la realidad de la guerra contra las drogas. Sigue ignorando un compromiso total por tratar el abuso de las drogas como un asunto de salud pública, así como las innovaciones en reducción de daños que han sido tan exitosas en Europa y Canadá. Sí, esta administración está encaminada hacia una nueva dirección en las políticas de drogas, pero es demasiado lenta, demasiado tímida y con una visión muy limitada sobre una manera fundamentalmente distinta de enfrentar las drogas en los Estados Unidos y en la sociedad global", finaliza Nadelmann.
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