Argenpress
No hay lucha más justificada que la que defiende a la vida. Si alguna razón es válida para la existencia de la sociedad es la protección de la vida humana; incluso, la política no tiene sentido ni razón de ser, si no es por la procuración de la seguridad de vida de los miembros de la sociedad. Creo que hoy, cuando la ciencia y la técnica ejercen un mayor dominio sobre los factores de riesgo naturales, es cuando más se atenta contra la vida. Es por ello que suman millones los que en todo el mundo se manifiestan en defensa de la vida.
Es en defensa de la vida el rechazo abrumador a la criminal invasión de Irak, emprendida por el fundamentalista Bush por indicación de su dios. La muerte de cien mil iraquíes y de casi cuatro mil gringos, obliga a que nadie permanezca de brazos cruzados y se desentienda de la masacre. La humanidad no olvida el Holocausto ni las bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki, crímenes perpetrados por iluminados antecesores del actual emperador. Tampoco debieran ser olvidados los atentados contra la vida que representaron las guerras de conquista y exterminio registradas en el Nuevo Mundo, o las de la cacería de africanos para el trabajo esclavo, o las Cruzadas para exterminar a los infieles y recuperar los Santos Lugares; en todos los casos pretextando la defensa de la Fe y de la Cultura Occidental Cristiana.
Es también en defensa de la vida que los pueblos, por oleadas, rechazan el modelo de explotación capitalista neoliberal, sistema criminal causante de más muertes que las peores guerras; muertes por hambre o por enfermedades curables, por sed y, en general, por miseria y falta de expectativas. Se defiende la vida cuando se pugna por el establecimiento de sistemas de organización social que privilegian la solidaridad y las garantías de bienestar, contra la depredación de los intereses de los grandes capitales transnacionales, acaparadores de los recursos naturales, entre ellos el agua, para convertirlos en mercancía sujeta al juego de la oferta y la demanda; también es en pro de la vida que el soberano tome la calle para protestar por el fraude electoral que mantiene a una camarilla opulenta que expropia la esperanza de vida.
Defienden la vida quienes pugnan por reconocer la plena potestad de la mujer sobre su cuerpo, para decidir con libertad las condiciones para ejercer con plenitud su derecho a ser madres, en la oportunidad que sea propicia o, incluso, para renunciar a serlo. La Asamblea Legislativa del Distrito Federal se dispone a discutir y, en su caso, aprobar una legislación tendiente a despenalizar el aborto, de suerte que corresponda al juicio moral de cada mujer la decisión de suspender un embarazo en condiciones de seguridad.
Hay quienes marchan para repudiar la medida liberadora con el pretexto de la defensa de la vida. Que lástima que quienes así se manifiestan sean los mismos que callan ante los crímenes de la guerra, o del hambre, o de la sed, o de la miseria; los mismos que, desde el púlpito, contribuyeron al fraude electoral y mantienen los privilegios de unos cuantos en perjuicio de los derechos de todos. Llaman criminales a los que voten por la despenalización del aborto, pero califican de benefactores y hasta beneméritos a quienes, limosna mediante, pretenden comprar el cielo por hectáreas para seguir, en su supuesta “otra vida”, gozando de los privilegios y la impunidad a que están acostumbrados, quitando el pan de la boca del pueblo sacrificado. Bendicen a Televisa y a YTV Azteca por el altruismo de sus Teletones, y fingen ignorar la cultura de violencia y bajeza de sus programas y noticieros. Son los que convocan al odio, falsamente cobijados en la doctrina de aquel que sólo predicó amor.
Mucha sangre costó a los mexicanos instaurar el estado laico, cuando la Reforma Juarista; otro tanto costó defenderlo, cuando la Guerra Cristera. Parece que la tonsura produce amnesia y la sotana ceguera. No permitamos que se repita, por el bien de todos.
Es en defensa de la vida el rechazo abrumador a la criminal invasión de Irak, emprendida por el fundamentalista Bush por indicación de su dios. La muerte de cien mil iraquíes y de casi cuatro mil gringos, obliga a que nadie permanezca de brazos cruzados y se desentienda de la masacre. La humanidad no olvida el Holocausto ni las bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki, crímenes perpetrados por iluminados antecesores del actual emperador. Tampoco debieran ser olvidados los atentados contra la vida que representaron las guerras de conquista y exterminio registradas en el Nuevo Mundo, o las de la cacería de africanos para el trabajo esclavo, o las Cruzadas para exterminar a los infieles y recuperar los Santos Lugares; en todos los casos pretextando la defensa de la Fe y de la Cultura Occidental Cristiana.
Es también en defensa de la vida que los pueblos, por oleadas, rechazan el modelo de explotación capitalista neoliberal, sistema criminal causante de más muertes que las peores guerras; muertes por hambre o por enfermedades curables, por sed y, en general, por miseria y falta de expectativas. Se defiende la vida cuando se pugna por el establecimiento de sistemas de organización social que privilegian la solidaridad y las garantías de bienestar, contra la depredación de los intereses de los grandes capitales transnacionales, acaparadores de los recursos naturales, entre ellos el agua, para convertirlos en mercancía sujeta al juego de la oferta y la demanda; también es en pro de la vida que el soberano tome la calle para protestar por el fraude electoral que mantiene a una camarilla opulenta que expropia la esperanza de vida.
Defienden la vida quienes pugnan por reconocer la plena potestad de la mujer sobre su cuerpo, para decidir con libertad las condiciones para ejercer con plenitud su derecho a ser madres, en la oportunidad que sea propicia o, incluso, para renunciar a serlo. La Asamblea Legislativa del Distrito Federal se dispone a discutir y, en su caso, aprobar una legislación tendiente a despenalizar el aborto, de suerte que corresponda al juicio moral de cada mujer la decisión de suspender un embarazo en condiciones de seguridad.
Hay quienes marchan para repudiar la medida liberadora con el pretexto de la defensa de la vida. Que lástima que quienes así se manifiestan sean los mismos que callan ante los crímenes de la guerra, o del hambre, o de la sed, o de la miseria; los mismos que, desde el púlpito, contribuyeron al fraude electoral y mantienen los privilegios de unos cuantos en perjuicio de los derechos de todos. Llaman criminales a los que voten por la despenalización del aborto, pero califican de benefactores y hasta beneméritos a quienes, limosna mediante, pretenden comprar el cielo por hectáreas para seguir, en su supuesta “otra vida”, gozando de los privilegios y la impunidad a que están acostumbrados, quitando el pan de la boca del pueblo sacrificado. Bendicen a Televisa y a YTV Azteca por el altruismo de sus Teletones, y fingen ignorar la cultura de violencia y bajeza de sus programas y noticieros. Son los que convocan al odio, falsamente cobijados en la doctrina de aquel que sólo predicó amor.
Mucha sangre costó a los mexicanos instaurar el estado laico, cuando la Reforma Juarista; otro tanto costó defenderlo, cuando la Guerra Cristera. Parece que la tonsura produce amnesia y la sotana ceguera. No permitamos que se repita, por el bien de todos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario