ES HOY UN DEBER DE CONCIENCIA
El pensamiento y la resistencia de Henry David Thoreau, el gran luchador social estadounidense de mediados del siglo XIX, han de ser una luz poderosa para nuestro Movimiento Obradorista hacia la IV República e incluso para los que no están de acuerdo con nuestra Lucha y con nuestra Resistencia, si tienen una buena intención y una buena conciencia…
A los que hablan tanto de “respeto a las leyes y a las instituciones”, o de “estado de derecho”, especialmente para justificar los fraudes y atropellos, propios y ajenos, habrá que leerles estos textos de Thoreau con la esperanza de que logren alumbrar y sacudir un poco su conciencia:
“¿Acaso no puede existir un gobierno donde sea la conciencia de cada persona la que decida lo que está bien o mal?... ¿Debe el ciudadano someter su conciencia al legislador por un solo instante, aunque sea en la mínima medida? Entonces, ¿para qué tiene cada hombre su conciencia? Creo que deberíamos ser hombres primero y ciudadanos después. Lo deseable no es cultivar el respeto por la ley, sino por la justicia. La única obligación que tengo derecho a asumir es la de hacer en cada momento lo que crea justo. Se ha dicho, y con razón, que una sociedad mercantil no tiene conciencia; pero una sociedad formada por hombres con conciencia es una sociedad con conciencia. La ley nunca hizo a los hombres más justos y, debido al respeto que les infunde, aún los bien intencionados se convierten a diario en agentes de la injusticia” (Del Deber de
Y pone ejemplos concretos de esto para su propia nación que fácilmente podemos aplicar a la situación de México y a su policía y ejército represores: “Una consecuencia natural y muy frecuente del respeto indebido a la ley es que uno puede ver una fila de soldados rasos, artilleros, todos marchando con un orden admirable por colinas y valles hacia el frente de batalla en contra de su voluntad, ¡sí!, contra su conciencia y su sentido común, lo que hace que la marcha sea más ardua y se les sobrecoja el corazón. No dudan que están involucrados en una empresa infame; todos ellos son partidarios de la paz. Entonces, ¿qué son: hombres o, por el contrario, pequeños fuertes y polvorines móviles al servicio de cualquier mando militar sin escrúpulos?... De este modo la masa sirve al Estado, no como hombres sino básicamente como máquinas, con sus cuerpos. Ellos forman el ejército constituido y la milicia, los carceleros, la policía, los ayudantes del alguacil, etc. En la mayoría de los casos no ejercitan la libertad ni la crítica ni el sentido moral sino que se igualan a la madera, a la tierra y a las piedras, e inclusive se podrían fabricar hombres de madera que hicieran el mismo servicio. Tales individuos no infunden más respeto que los hombres de paja o los terrones de arcilla. No tiene más valor que los caballos y los perros, y sin embargo se les considera, en general, buenos ciudadanos... Otros, como muchos legisladores, políticos, abogados clérigos y funcionarios, sirven al Estado fundamentalmente con sus cabezas y, como casi nunca hacen distinciones morales, son capaces de servir tanto al diablo, sin pretenderlo, como a Dios”...
¿No es esto que veía Thoreau en Estados Unidos lo mismo que pasa hoy en México, en sus viejas y corruptas “instituciones”, en donde, desde el soldado hasta el funcionario, pasando por el político y el legislador, se actúa por orden, consigna o “ley” y no conforme a la conciencia o a la justicia o incluso a la razón?... Sin embargo, Henry David Thoreau también era capaz de ver, admirar y alentar a los pocos en su país que se resistían a estas viejas y corruptas “instituciones” y luchaban por el cambio necesario y urgente que levantara la conciencia por encima de la hipocresía legaloide y del cinismo de las “instituciones” al servicio de unos cuantos ricos y poderosos... Para estos pocos que siguen luchando por nuevas y mejores instituciones tiene una frase clara, tajante y extraordinaria que deberíamos aprender de memoria, o tener siempre delante de nuestros ojos, quienes en México estamos decididos a seguir luchando y resistiendo: “Unos pocos, como los héroes, los patriotas, los mártires, los reformadores en un sentido amplio, y los verdaderos hombres sirven al Estado además con sus conciencias y, por tanto, las más de las veces se enfrentan a él y, a menudo, se les trata como enemigos”...
El último texto de Thoreau que citaré en este artículo se refiere al gobierno estadounidense pero yo la escribiré respecto al “gobierno” mexicano, pues esta misma reflexión es hoy para nosotros: “¿Cómo le corresponde actuar a un hombre frente al gobierno mexicano hoy? Le respondo que no podemos asociarnos con él y mantener nuestra dignidad. No puedo reconocer, ni por un instante, que esa organización política sea mi gobierno y al mismo tiempo el gobierno de los esclavos... Todos los hombres reconocen el derecho a la revolución, es decir, el derecho a negar su obediencia y a oponerse al gobierno cuando su tiranía o su ineficiencia sean desmesuradas e insoportables”...
¿No está bastante claro cuál es el camino? ¿No está claro el deber de
(Este tema continuará próximamente)
Álvaro, ciudadano de
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