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DEL BLOG "INFORMATIVO TRIPLE V"

LA DESOBEDIENCIA CIUDADANA
ES HOY UN DEBER DE CONCIENCIA
(Parte 4 y última)


Las palabras “desobediencia”, “resistencia”, “rebeldía”, “inconformidad”, incluso “revolución” y “lucha”, se han convertido en “malas palabras”... Es una pena... y una vergüenza... Sólo en un Estado autoritario y fascista esas bellas y significantes palabras pueden leerse como sinónimo de “violencia”, “violación a la ley”, “amenaza al estado de derecho”, “perturbación del orden público”... El problema de fondo es que quien obedece a su conciencia por encima de personas o instituciones, quien tiene muy claro que “el sábado se hizo para el hombre y no al hombre para el sábado”, se convierte en una incomodidad y un “peligro” para quienes obedecen al poder y al dinero más que a su sentido ético. Se hace necesario descalificar al otro para acallar un poco las voces acusadoras de la propia conciencia... Sobre esto también habla Henry David Thoreau:

“Hasta ahora me he referido al encarcelamiento del objetor y no a la incautación de sus bienes, aunque ambos sirven al mismo propósito, porque aquellos que afirman la justicia más pura, y por tanto son los más peligrosos para un Estado corrompido, no suelen haber dedicado mucho tiempo a acumular riquezas... Los ricos (y no se trata de hacer comparaciones odiosas) están siempre vendidos a la institución que los hace ricos. En estricto sentido, a mayor riqueza, menos virtud, porque el dinero vincula al hombre con sus bienes y le permite obtenerlos y, desde luego, la obtención de ese dinero no constituye ninguna gran virtud. El dinero acalla muchas preguntas que de otra manera el hombre tendría que contestar, mientras que la nueva pregunta que se le plantea es la difícil pero superflua de cómo gastarlo. De este modo, sus principios morales se derrumban a sus pies. Las oportunidades de una vida plena disminuyen en la misma proporción en que se incrementan lo que se ha dado en llamar ‘medios de fortuna’. Lo mejor que el rico puede hacer en favor de su cultura es procurar llevar a cabo aquellos planes en que pensaba cuando era pobre”...

“Cuando hablo con el más independiente de mis conciudadanos, me doy cuenta de que, diga lo que diga acerca de la magnitud y seriedad de un problema y su interés por la tranquilidad pública, en última instancia no puede prescindir del gobierno actual y teme las consecuencias que la desobediencia pudiera acarrear a sus bienes y a su familia. Por mi parte, no me gustaría pensar que algún día voy a depender de la protección del Estado. Si rechazo la autoridad del Estado cuando éste me presenta la cuenta de los impuestos, pronto se apoderará de lo mío y gastará mis bienes y me acosará indefinidamente a mí y a mis hijos. Esto es doloroso. Esto hace que al hombre le sea imposible vivir honestamente y al mismo tiempo con comodidad en la vida material. No merece la pena acumular bienes; con toda seguridad se los volverían a llevar. Es mejor emplearse o establecerse en alguna granja y cultivar una pequeña cosecha y consumirla cuanto antes. Hay que vivir independientemente sin depender más que de uno mismo, siempre dispuesto y preparado para volver a empezar y sin involucrarse en muchos negocios. Un hombre puede enriquecerse hasta en Turquía si se comporta como un buen súbdito del gobierno turco. Decía Confucio: ‘Si un Estado es gobernado por los dictados de la razón, la pobreza y la miseria provocan vergüenza; si un Estado no es gobernado siguiendo la razón, las riquezas y los honores provocan vergüenza’. No... mientras me dedique sólo a adquirir una granja por medios pacíficos en mi propio país podré permitirme el lujo de negarle lealtad al Estado, y su derecho sobre mi vida y mis bienes. Además, me cuesta menos trabajo desobedecer al Estado, que obedecerle. Si hiciera esto último, me sentiría menos digno”...

Todos aquellos que han desobedecido a un Estado injusto y arbitrario, y han sido reprimidos y encarcelados por ello, señalan unánimemente a esa experiencia como profundamente “educativa” y transformadora. ¿Por qué entonces temer las acciones disuasivas y coercitivas del Estado si, paradójicamente, estas acciones son capaces de hacernos a nosotros mejores personas, además de obligar a que el Estado e incluso otras personas muestren su verdadero y deshumanizado rostro? Así lo ha señalado Thoreau en el relato de su experiencia en la cárcel que compartimos en la parte tercera de este artículo y que aquí continuamos: “Cuando salí de la prisión –porque alguien intervino y pagó mis impuestos- no observé que se hubieran producido grandes cambios en el exterior, como los que encuentra el que se marcha joven y regresa ya de viejo. Sin embargo, sí aprecié un cierto cambio en la escena: en la ciudad, en el estado y en el país; un cambio mayor que el debido al mero paso del tiempo. El estado en el que vivía se me presentaba con mayor nitidez. Vi hasta qué punto podía confiar como vecinos o amigos en las personas entre quienes había vivido, que su amistad era de poco fiar, que no se proponían hacer el bien. Eran de una raza distinta a la mía por sus prejuicios y supersticiones, como los chinos y los malayos, que en sus sacrificios por la humanidad no se arriesgan ni ellos y tampoco sus bienes. Después de todo, no eran tan nobles y trataban al ladrón como éste los había tratado a ellos, y esperaban salvar sus almas mediante la observancia de ciertas costumbres y unas cuantas oraciones, y por seguir una senda particularmente recta e inútil. Puede que esta crítica a mis vecinos parezca severa, puesto que muchos de ellos ni siquiera son conscientes de que en su ciudad existe una institución como la cárcel”...

No vayamos a pensar que Thoreau quedó muy complacido con aquellos que pagaron sus impuestos –en forma semejante a aquellos inmorales panistas que pagaron con mala intención la fianza de López Obrador para que no pisara la cárcel y se convirtiera en testimonio de sus arbitrariedades e injusticias-. Esto dice él sobre sus “bienhechores”: Si otros, por simpatía con el Estado, pagan los impuestos que yo me niego a pagar, están haciendo lo mismo que hicieron por sí mismos, es decir, están llevando la injusticia más allá todavía de lo que exige el Estado. Si los pagan por un equivocado interés en la persona afectada, para preservar sus bienes o evitar que vaya a la cárcel, es porque no han considerado con sensatez hasta qué punto sus sentimientos personales interfieren con el bien público”...

Henry David Thoreau concluye así su hermoso y profundo tratado: Si un hombre piensa con libertad, sueña con libertad e imagina con libertad, nunca le va a parecer que es aquello que no es, y ni los gobernantes ni los reformadores ineptos podrán en realidad coaccionarle... El gobierno no puede ejercer más derecho sobre mi persona y propiedad que el que yo le conceda. El progreso desde una monarquía absoluta a otra limitada en su poder, y desde esta última hasta una democracia, es un progreso hacia el verdadero respeto por el individuo. Incluso el filósofo chino fue lo suficientemente sabio como para considerar que el individuo es la base del imperio. Una democracia, tal como la entendemos, ¿es el último logro posible en materia de gobierno? ¿No es posible dar un paso adelante hacia el reconocimiento y la organización de los derechos del hombre? Jamás habrá un Estado realmente libre y culto hasta que no reconozca al individuo como un poder superior e independiente, del que se derivan su propio poder y autoridad y lo trate en consecuencia. Me complazco imaginándome un Estado que por fin sea justo con todos los hombres y trate a cada individuo con el respeto de un amigo. Que no juzgue contrario a su propia estabilidad el que haya personas que vivan fuera de él, sin interferir con él ni acogerse a él, tan sólo cumpliendo con sus deberes de vecinos y amigos. Un Estado que diera este fruto y permitiera a sus ciudadanos desligarse de él al lograr la madurez, prepararía el camino para otro Estado más perfecto y glorioso, pero todavía no lo he vislumbrado por ninguna parte”...

Herman@s, amig@s y compañer@s de lucha: Si seguimos pensando con libertad, soñando con libertad e imaginando con libertad, no nos cansaremos de ser como somos ni de hacer lo que hacemos, y nadie podrá jamás detenernos ni coaccionarnos... Seguiremos resistiendo y desobedeciendo, en primerísimo lugar, por nosotros mismos. Por dignidad. Por auto-respeto. Como un deber de la propia conciencia... Y seguiremos luchando también, por supuesto, por nuestros hijos, por quienes amamos y nos aman, e incluso por nuestros adversarios... Buscamos y seguiremos buscando ese “otro Estado más perfecto y glorioso” –la IV República-, que “todavía –como Thoreau- no hemos vislumbrado por ninguna parte”, ¡pero que estamos ya construyendo!...

Álvaro, ciudadano de la IV República


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DEL BLOG "INFORMATIVO TRIPLE V"

LA DESOBEDIENCIA CIUDADANA
ES HOY UN DEBER DE CONCIENCIA (Parte 3)


Podríamos pensar que, como much@s, Henry David Thoreau es un pensador que se queda en las ideas y no aterriza en los hechos. Podríamos rechazar sus propuestas de Desobediencia Civil Pacífica pensando equivocadamente que sólo habló en teoría y que nunca fue a la práctica... Pero no. Thoreau fue un ejemplo vivo de congruencia con sus ideas revolucionarias, como lo han sido también unos pocos que lo leyeron, lo meditaron a fondo y probaron exitosamente sus propuestas (Gandhi, Martin Luther King, Nelson Mandela, López Obrador,etc.). Él mismo nos relata su propia experiencia:

Desde hace seis años no he pagado el impuesto de empadronamiento. Por ello me encarcelaron una vez durante la noche, y mientras contemplaba los muros de piedra sólida, de sesenta u ochenta centímetros de espesor, la puerta de hierro y madera de treinta centímetros de grosor y la reja de hierro por la que se filtraba la luz, no pude menos que sentirme impresionado por la estupidez de aquella institución que me trataba como si fuera mera carne, sangre y huesos que encerrar. Me admiraba que alguien pudiera concluir que ese era el mejor uso que el Estado podía hacer de mí y no hubiera pensado en beneficiarse con mis servicios de algún otro modo. Me parecía que si un muro de piedra me separaba de mis conciudadanos, había otro más difícil de trepar o perforar para que ellos consiguieran ser tan libres como yo. No me sentí confinado ni un solo instante y los muros se me antojaban enormes derroches de piedra y cemento. Me sentía como si yo hubiera sido el único ciudadano que había pagado mis impuestos. Sencillamente no sabían cómo tratarme y se comportaban como personas mal educadas. Lo mismo cuando alababan que cuanto amenazaban cometían una estupidez, ya que pensaban que mi deseo era saltar al otro lado del muro. No podía hacer otra cosa sino sonreír al ver con qué esfuerzo me cerraban la puerta, mientras mis pensamientos, sin obstáculo ni impedimento, eran realmente lo único peligroso allí. Como no podían llegar a mi espíritu, resolvieron castigar mi cuerpo, como hacen los niños que, cuando no pueden alcanzar a la persona que les fastidia, maltratan a su perro. Yo veía al Estado como a un necio, como a una viuda que temiese por sus cubiertos de plata, y que no supiese distinguir a sus amigos de sus enemigos. Perdí todo el respeto que aún le tenía y le tuve lástima... El estado nunca se enfrenta voluntariamente con la conciencia intelectual o moral de un hombre sino con su cuerpo, con sus sentidos. Carece de honradez y de inteligencia, por lo que recurre a la simple fuerza física. Yo no nací para ser forzado. Seguiré mi propio camino. Ya veremos quién es el más fuerte. ¿Qué fuerza tiene una multitud? Sólo pueden obligarme aquellos que obedecen a una ley superior a la mía”...

¡Eso es tener “autoridad moral”! ¡Eso es lo que hace que alguien como Thoreau sea leído y transforme a much@s en verdader@s luchadores y resistentes, o, por el contrario, mejor se evite leer y comprender su pensamiento pues resulta “peligroso” aun para quienes nos decimos “de izquierda”: “No vacilo en afirmar que aquellos que se reconocen de izquierda o de pensamiento progresista deberían retirar inmediatamente su apoyo personal y económico al gobierno, y no esperar a constituir una mayoría, antes de tolerar que la injusticia impere sobre ellos. Creo que es suficiente con que tengan a Dios de su parte, sin esperar más. Un hombre con mayor razón que sus conciudadanos ya constituye una mayoría de uno... Si la injusticia forma parte de... la máquina del gobierno... si es de tal naturaleza que los obliga a ser agentes de la injusticia, entonces les digo, quebranten la ley. Que su vida sea un freno que detenga la máquina. Lo que tengo que hacer es asegurarme de que no me presto a hacer el daño que yo mismo condeno”...

Y sigue diciendo Thoreau, rasgando en nuestra conciencia: “Estoy seguro de que si mil, si cien, si diez hombres que pudiese nombrar, si solamente diez hombres honrados, inclusive si un hombre honrado en este país, actuase conforme a su conciencia contra una ley injusta y rompiera su asociación con el gobierno nacional y fuera por ello encerrado en la cárcel... esto significaría el triunfo de la verdad y de la justicia. Lo que importa no es que el comienzo sea pequeño; lo que se hace bien una vez, queda bien hecho para siempre. Pero nos gusta más hablar de ello: decimos que esa es nuestra misión. Las ideas revolucionarias cuentan con algunos periódicos en su favor, pero a veces no cuentan con un solo hombre que actúe”...

Por supuesto, este no es el caso de México. Ahí están los encarcelados injustamente de Atenco y Oaxaca –por citar sólo los casos más conocidos-... ¡Son ell@s héroes! ¡Ellos no se han quedado en las palabras y en las “buenas intenciones” sino que han actuado! ¡Son los hombres y mujeres más libres de nuestra patria aunque los muros de piedra o los muros en nuestros ojos y pensamiento nos hicieran parecer otra cosa! ¡Son ejemplo para tod@s y son así un “peligro” para el Estado y para nosotros los much@s que no llevamos nuestro discurso a los hechos!... Pensemos en ell@s y también en nosotr@s al seguir leyendo a Thoreau:

Bajo un gobierno que encarcela a alguien injustamente, el lugar que debe ocupar un hombre justo es también la prisión. Hoy, el lugar apropiado, el único sitio que el Estado ofrece a sus espíritus más libres y menos sumisos, son sus prisiones: se les encarcela y se les aparta del estado por acción de éste, del mismo modo que ellos habían hecho ya por sus propios principios. Ahí es donde el esclavo negro fugitivo, el prisionero mexicano en libertad condicional y el indio que viene a interceder por los daños infligidos a su raza deberían encontrarlos: en ese lugar separado, pero más libre y honorable, donde el Estado sitúa a los que no están con él, sino en su contra, donde el hombre libre puede permanecer con honor. Si alguien piensa que su influencia se perdería allí, que su voz dejaría de afligir el oído del Estado y que ya no sería visto como el enemigo dentro de sus murallas, no sabe cuánto más fuerte es la verdad que el error, cuánto más elocuente y eficiente puede ser combatir la injusticia cuando se ha sufrido en carne propia... Una minoría es impotente mientras se aviene a la voluntad de la mayoría: en ese caso ni siquiera es una minoría. Pero cuando se opone con todas sus fuerzas es imparable. Si la alternativa es encarcelar a los justos o renunciar a sus decisiones y leyes injustas, el Estado no dudará en elegir. Si mil hombres dejaran de pagar impuestos este año, tal medida no sería ni violenta ni cruel, mientras que si los pagan, se habilita al Estado para que cometa actos de violencia y derrame la sangre de los inocentes. Esta es la definición de una revolución pacífica, si es que tal cosa es posible. Si el recaudador de impuestos o cualquier otro funcionario público me preguntara –como así ha sucedido-: ‘¿Y entonces, qué hago?’, mi respuesta sería: ‘Si de verdad quiere hacer algo, renuncie al cargo’. Una vez que el súbdito se ha negado a someterse y el funcionario renuncia a su cargo, la revolución se ha logrado. ¿Acaso no hay también un tipo de derramamiento de sangre cuando se hiere la conciencia? Por esa herida brotan la auténtica humanidad e inmortalidad de un ser humano y su hemorragia le ocasiona una muerte interminable. Ya veo correr esos ríos de sangre”...

No hay mucho qué agregar a estas contundentes palabras... Sólo desear que realmente las escuchemos tod@s... y las hagamos carne y sangre... por el bien y el éxito de nuestro Movimiento hacia la IV República...

(Este tema continuará próximamente)

Álvaro, ciudadano de la IV República


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LA DESOBEDIENCIA CIUDADANA ES HOY
UN DEBER DE CONCIENCIA (Parte 2)


Les invito a continuar nuestra reflexión sobre este tema, basada en el pensamiento y los hechos de Henry David Thoreau, quien, al analizar la situación que vivía su país, declara con fuerza y autoridad: “Ha llegado el tiempo de que los hombres honrados se rebelen y se subleven” (Del Deber de la Desobediencia Civil; las citas siguientes son de la misma obra)...

Por supuesto, Thoreau es muy consciente –y nosotros también- de que hablar de “rebelión” y “desobediencia” incomoda e incluso horroriza a muchos. A algunos porque tal “rebelión” vaya en contra de sus intereses: “En la práctica, quienes se oponen a una reforma... son... quienes están más interesados en el comercio que en el género humano y no están dispuestos a hacer justicia... cueste lo que cueste”... A otros por comodidad, indiferencia o incongruencia: “Estamos acostumbrados a decir que las masas no están preparadas, pero el progreso es lento porque la minoría no es mejor o más prudente que la mayoría. Lo más importante no es que una mayoría sea tan buena como usted, sino que exista cierta bondad absoluta en algún sitio para que sea levadura para la masa. Miles de personas que se oponen, en teoría a las injusticias, pero de hecho no hacen nada para acabar con ellas; miles que... se sientan con las manos en los bolsillos y dicen que no saben qué hacer, y no hacen nada... ¿Cuál es el valor de un hombre honrado y de un patriota hoy? Dudan y se lamentan y en ocasiones redactan escritos, pero no hacen nada serio, convincente y eficaz. Esperan, con la mejor disposición, a que otros remedien el mal para poder dejar de lamentarse. Como mucho, depositan un simple voto y hacen un leve signo de aprobación y una aclamación a la justicia al pasar a su lado. Por cada hombre virtuoso hay novecientos noventa y nueve que alardean de serlo”...

Por ello él insiste en que resistir, luchar por lo justo, rebelarse y desobedecer a un “gobierno” usurpador o corrupto, no es cuestión de esperar a ser “mayoría”: “Quizá deposito el voto que creo más acertado, pero no estoy realmente convencido de que eso deba prevalecer. Estoy dispuesto a dejarlo en manos de la mayoría. Su obligación, por tanto, nunca excede el nivel de lo conveniente. Aún votar por lo justo es no hacer nada por ello. Es tan sólo expresar débilmente el deseo de que la justicia debiera prevalecer. Un hombre prudente no dejará lo justo a merced del azar, ni deseará que prevalezca frente al poder de la mayoría. Hay muy poca virtud en la acción de las masas. Cuando la mayoría vote al fin por la abolición de la esclavitud – o cualquier otra injusticia o atrocidad semejante-, será porque le es indiferente la esclavitud o porque sea tan escasa que no merezca la pena mantenerla. Para entonces ellos serán los únicos esclavos. Sólo puede acelerar la abolición de la esclavitud –o cualquier otra injusticia o atrocidad semejante- el voto de aquel que afianza su propia libertad con ese sufragio”...

‘Es que no tengo tiempo’ –decimos-. ‘Es que tengo muchos quehaceres y necesidades’ –nos excusamos-. También Thoreau reflexiona para quienes no participan en la resistencia o en la desobediencia: “Por supuesto, no es un deber del hombre dedicarse a la erradicación del mal, por monstruoso que sea. Puede tener, como le es lícito, otras inquietudes entre manos. Pero sí es su deber, al menos, lavarse las manos para limpiar ese mal. Y si no se preocupa más del mal, que por lo menos, en la práctica, tampoco le dé su apoyo. Si me entrego a otros fines y consideraciones, antes de dedicarme a ellos debo, como mínimo, asegurarme de que no estoy pisando a otros hombres. Ante todo debo permitir que también los demás puedan realizar sus propósitos... Los que, sin estar de acuerdo con la naturaleza y las medidas de un gobierno, le entregan su lealtad y su apoyo... suelen ser el mayor obstáculo para su reforma”...

Y remata, con la gran autoridad moral que le daba su propia lucha, su resistencia y su “desobediencia ciudadana”: “¿Cómo puede estar satisfecho un hombre por el mero hecho de tener una opinión y quedarse tranquilo con ella? ¿Puede haber alguna satisfacción en ello, si su opinión es que está siendo ofendido? Si su vecino le estafa así sea un dólar, no queda satisfecho con saber que lo ha estafado, con decirlo, ni siquiera exigiéndole que le restituya lo que le pertenece; sino que inmediatamente usted toma medidas concretas para recuperarlo y se asegura que no lo vuelva a estafar jamás. La acción que surge de los principios, de la percepción y la realización de lo justo, cambia las cosas y las relaciones; es esencialmente revolucionaria y no concuerda en nada con el pasado. No sólo divide estados e iglesias, divide familias e inclusive divide al individuo, separando en él lo diabólico de lo divino... Existen leyes injustas: ¿nos contentaremos con obedecerlas, o intentaremos corregirlas y las obedeceremos hasta conseguirlo? ¿O las transgrediremos desde ahora mismo? Bajo un gobierno como el nuestro actualmente, muchos creen que deben esperar hasta convencer a la mayoría para cambiarlas. Creen que si opusieran resistencia el remedio sería peor que la enfermedad. Pero eso es culpa del propio gobierno. ¿Por qué no se ocupa de prever y procurar reformas? ¿Por qué no aprecia el valor de esa minoría prudente? ¿Por qué grita y se resiste antes de ser herido? ¿Por qué no anima a sus ciudadanos a estar alerta y señalar los errores para mejorar su acción? ¿Por qué tenemos siempre que crucificar a Cristo y excomulgar a Copérnico y a Lutero y declarar rebeldes a Washington y a Franklin?”...

Al finalizar esta segunda parte del tema, intentemos parafrasear a Thoreau mirando la situación particular de México: Bajo un “gobierno” como el nuestro actualmente, ¿hemos de esperar a convencer a la mayoría para resistir y luchar contra la injusticia y la desigualdad imperantes?... Si de verdad el Movimiento de Resistencia en México es de “minorías” –como se empeñan en insistir el poder y sus medios-, ¿por qué el “gobierno” no aprecia el valor de esa “minoría” prudente? ¿Por qué grita y se resiste antes de ser herido? ¿Por qué tenemos siempre que crucificar a Cristo y excomulgar a Hidalgo y declarar rebeldes a Juárez y a Zapata? ¿Por qué hoy descalificar y perseguir también a López Obrador y a los millones que buscamos un México más libre, justo y democrático?...

(Este tema continuará próximamente)


Álvaro, ciudadano de la IV República


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DEL BLOG "INFORMATIVO TRIPLE V"

LA DESOBEDIENCIA CIUDADANA
ES HOY UN DEBER DE CONCIENCIA

El pensamiento y la resistencia de Henry David Thoreau, el gran luchador social estadounidense de mediados del siglo XIX, han de ser una luz poderosa para nuestro Movimiento Obradorista hacia la IV República e incluso para los que no están de acuerdo con nuestra Lucha y con nuestra Resistencia, si tienen una buena intención y una buena conciencia…

A los que hablan tanto de “respeto a las leyes y a las instituciones”, o de “estado de derecho”, especialmente para justificar los fraudes y atropellos, propios y ajenos, habrá que leerles estos textos de Thoreau con la esperanza de que logren alumbrar y sacudir un poco su conciencia:

“¿Acaso no puede existir un gobierno donde sea la conciencia de cada persona la que decida lo que está bien o mal?... ¿Debe el ciudadano someter su conciencia al legislador por un solo instante, aunque sea en la mínima medida? Entonces, ¿para qué tiene cada hombre su conciencia? Creo que deberíamos ser hombres primero y ciudadanos después. Lo deseable no es cultivar el respeto por la ley, sino por la justicia. La única obligación que tengo derecho a asumir es la de hacer en cada momento lo que crea justo. Se ha dicho, y con razón, que una sociedad mercantil no tiene conciencia; pero una sociedad formada por hombres con conciencia es una sociedad con conciencia. La ley nunca hizo a los hombres más justos y, debido al respeto que les infunde, aún los bien intencionados se convierten a diario en agentes de la injusticia” (Del Deber de la Desobediencia Civil; las citas siguientes son de la misma obra)...

Y pone ejemplos concretos de esto para su propia nación que fácilmente podemos aplicar a la situación de México y a su policía y ejército represores: “Una consecuencia natural y muy frecuente del respeto indebido a la ley es que uno puede ver una fila de soldados rasos, artilleros, todos marchando con un orden admirable por colinas y valles hacia el frente de batalla en contra de su voluntad, ¡sí!, contra su conciencia y su sentido común, lo que hace que la marcha sea más ardua y se les sobrecoja el corazón. No dudan que están involucrados en una empresa infame; todos ellos son partidarios de la paz. Entonces, ¿qué son: hombres o, por el contrario, pequeños fuertes y polvorines móviles al servicio de cualquier mando militar sin escrúpulos?... De este modo la masa sirve al Estado, no como hombres sino básicamente como máquinas, con sus cuerpos. Ellos forman el ejército constituido y la milicia, los carceleros, la policía, los ayudantes del alguacil, etc. En la mayoría de los casos no ejercitan la libertad ni la crítica ni el sentido moral sino que se igualan a la madera, a la tierra y a las piedras, e inclusive se podrían fabricar hombres de madera que hicieran el mismo servicio. Tales individuos no infunden más respeto que los hombres de paja o los terrones de arcilla. No tiene más valor que los caballos y los perros, y sin embargo se les considera, en general, buenos ciudadanos... Otros, como muchos legisladores, políticos, abogados clérigos y funcionarios, sirven al Estado fundamentalmente con sus cabezas y, como casi nunca hacen distinciones morales, son capaces de servir tanto al diablo, sin pretenderlo, como a Dios”...

¿No es esto que veía Thoreau en Estados Unidos lo mismo que pasa hoy en México, en sus viejas y corruptas “instituciones”, en donde, desde el soldado hasta el funcionario, pasando por el político y el legislador, se actúa por orden, consigna o “ley” y no conforme a la conciencia o a la justicia o incluso a la razón?... Sin embargo, Henry David Thoreau también era capaz de ver, admirar y alentar a los pocos en su país que se resistían a estas viejas y corruptas “instituciones” y luchaban por el cambio necesario y urgente que levantara la conciencia por encima de la hipocresía legaloide y del cinismo de las “instituciones” al servicio de unos cuantos ricos y poderosos... Para estos pocos que siguen luchando por nuevas y mejores instituciones tiene una frase clara, tajante y extraordinaria que deberíamos aprender de memoria, o tener siempre delante de nuestros ojos, quienes en México estamos decididos a seguir luchando y resistiendo: Unos pocos, como los héroes, los patriotas, los mártires, los reformadores en un sentido amplio, y los verdaderos hombres sirven al Estado además con sus conciencias y, por tanto, las más de las veces se enfrentan a él y, a menudo, se les trata como enemigos”...

El último texto de Thoreau que citaré en este artículo se refiere al gobierno estadounidense pero yo la escribiré respecto al “gobierno” mexicano, pues esta misma reflexión es hoy para nosotros: “¿Cómo le corresponde actuar a un hombre frente al gobierno mexicano hoy? Le respondo que no podemos asociarnos con él y mantener nuestra dignidad. No puedo reconocer, ni por un instante, que esa organización política sea mi gobierno y al mismo tiempo el gobierno de los esclavos... Todos los hombres reconocen el derecho a la revolución, es decir, el derecho a negar su obediencia y a oponerse al gobierno cuando su tiranía o su ineficiencia sean desmesuradas e insoportables”...

¿No está bastante claro cuál es el camino? ¿No está claro el deber de la Desobediencia Ciudadana como la única Esperanza que nos queda?... Sí y no... No está claro para los “muchos” que no quieren realmente oir, ni ver, ni entender, ni realmente actuar... Pero SÍ está muy claro para los “pocos” que hemos visto, oído y entendido desde la verdad clara e inviolable de nuestra conciencia. Por eso yo, contigo, delante, al lado y detrás tuyo, te digo a ti hoy que me lees, que no has bajado los brazos, que sigues resistiendo a pesar de la indiferencia o el abandono de much@s, que sigues luchando a pesar del dolor o los obstáculos o las traiciones: ¡Tú eres un@ de es@s poc@s, un(a) héroe, patriota, mártir, reformador(a) en el mejor sentido, verdadera mujer o verdadero hombre que estás sirviendo a México con lo mejor que tienes que es tu conciencia y que por eso resistes y te enfrentas al “desgobierno” y por ello se te considera enemig@ y se te acosa o se te persigue! ¡Para ti toda mi admiración y mi respeto, y toda mi solidaridad y mi aliento para que nunca te pases al lado de los muchos que han abandonado su conciencia por conveniencias subhumanas y egoístas!...

(Este tema continuará próximamente)

Álvaro, ciudadano de la IV República


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