En geología hay un principio llamado uniformitarismo que nos dice que "el presente es la clave del pasado" esto quiere decir que los mismos procesos que actúan hoy en día son los mismos que actuaron en el pasado.
Por otra parte yo encuentro un paralelismo entre este principio geológico y más particularmente estratigráfico y la situación socio-política actual en México y si no lo creen, solo hay que leer el discurso de expropiación del General Lázaro Cárdenas del Río, vean como está más actual que nunca para que de esta forma no tropecemos nuevamente con la misma piedra y entendamos que si hubo un período de desarrollo y progreso en nuestro país, se lo debemos en gran parte a esta difícil pero acertada decisión de personas comprometidas con el progreso de México y sobretodo con su pueblo.
Es por esto que es una verdadera aberración el relacionar el "modernismo" con la entrada de capital privado y extranjero a PEMEX, cuando es en realidad un proceso de retroceso sin precedentes en nuestro país, sin embargo esto tiene una explicación la cual es precisamente el título de este tema, siendo los mismos intereses de hace más de 70 años los que hoy siguen viendo a México como un botín el cual hay que saquear, de esta forma ponen para lograrlo exactamente los mismos pretextos y justificaciones que en aquellos días, como el de que no somos capaces de explotar y aprovechar nuestros propios recursos, que no tenemos la tecnología ni la gente capacitada para realizarlo, sin embargo, creo que como fueron capaces de destapar la falacia que representaba esta forma de pensar en aquellos días, hoy tenemos esa misma misión todos los que queremos verdaderamente salir adelante como nación soberana y autónoma.
Hoy la dinámica privatizadora, no tiene otra explicación que la de sacar un beneficio personal de un recurso que nos pertenece a todos los mexicanos, como lo hace constar el señor que se ostenta en el cargo de secretario de gobernación y que firma indistintamente contratos para la empresa de su familia y como servidor público curiosamente del ramo energético y que además lo acepta con un increíble cinismo propio solamente de estas personas sin escrúpulos, como todas las que se encuentran al frente de las instituciones de forma por demás ilegítima; para lograr su objetivo así mismo le apuestan a una campaña mediática manipuladora y mentirosa, donde intentan mezclar el sentimiento patriótico con nuestra "incapacidad científica y tecnológica", escondiendo las intenciones privatizadoras con palabras como "alianzas estratégicas","democratizacion del capital", "capitalización", "esquemas de modernización", etc. poniendo como ejemplo países con gobiernos de izquierda que así lo han hecho pero escondiendo el fracaso y los problemas que esto les acarreó a dichos países, escondiendo que el 90% del crudo que se extrae en el mundo lo hacen empresas estatales como PEMEX y en fin tratando de hacer lo que han hecho siempre, engañar a la gente con burdas campañas de desinformación para de esta forma tenerla distraída en temas sin importancia ni trascendencia como esas mesas de debate del cese Hugo Sánchez, los resúmenes de todas las telenovelas en espacios "culturales" o el tema de moda, como el "cochinero" del PRD al cual por cierto, están íntimamente ligados si no es que infiltrados por los mismos intereses que pujan por la llamada "reforma" y "modernización" del sector energético así como le apuestan a una "izquierda moderna" aun que estén divorciados de los principios y fundamentos del partido y sobretodo del sector de la sociedad al que se supone representan y aun que hagan un fraude para de esta forma hacerse del control del único partido de izquierda con la infraestructura para ganar elecciones y frenar la privatización de PEMEX.
Miguel Bonome B.
"...Se ha dicho hasta el cansancio que la industria petrolera ha traído al país cuantiosos capitales para su fomento y desarrollo.
Esta afirmación es exagerada. Las compañías petroleras han gozado durante muchos años, los más de su existencia, de grandes privilegios para su desarrollo y expansión; de franquicias aduanales; de exenciones fiscales y de prerrogativas innumerables, y cuyos factores de privilegio, unidos a la prodigiosa potencialidad de los mantos petrolíferos que la nación les concesionó, muchas veces contra su voluntad y contra el derecho público, significan casi la totalidad del verdadero capital de que se habla.
Riqueza potencial de la nación; trabajo nativo pagado con exiguos salarios; exención de impuestos; privilegios económicos y tolerancia gubernamental, son los factores del auge de la industria del petróleo en México.
Examinemos la obra social de las empresas: ¿En cuántos de los pueblos cercanos a las explotaciones petroleras hay un hospital, una escuela o un centro social, o una obra de aprovisionamiento o saneamiento de agua, o un campo deportivo, o una planta de luz, aunque fuera a base de los muchos millones de metros cúbicos del gas que desperdician las explotaciones?
¿En cuál centro de actividad petrolífera, en cambio, no existe una policía privada destinada a salvaguardar intereses particulares, egoístas y algunas veces ilegales? De estas agrupaciones, autorizadas o no por el Gobierno, hay muchas historias de atropellos, de abusos y de asesinatos siempre en beneficio de la empresas.
¿Quién no sabe o no conoce la diferencia irritante que norma la construcción de los campamentos de las compañías? Confort para el personal extranjero; mediocridad, miseria e insalubridad para los nacionales. Refrigeración y protección contra insectos para los primeros; indiferencia y abandono, médico y medicinas siempre regateadas para los segundos; salarios inferiores y trabajos rudos y agotantes para los nuestros.
Abuso de una tolerancia que se creó al amparo de la ignorancia, de la prevaricación y de la debilidad de los dirigentes del país, es cierto, pero cuya urdimbre pusieron en juego los inversionistas que no supieron encontrar suficientes recursos morales que dar en pago de la riqueza que han venido disfrutando.
Otra contingencia, forzosa del arraigo de la industria petrolera, fuertemente caracterizada por sus tendencias antisociales, y más dañosa que todas las enumeradas anteriormente, ha sido la persistente, aunque indebida intervención de las empresas en la política nacional.
Nadie discute ya si fue cierto o no que fueran sostenidas fuertes facciones de rebeldes por las empresas petroleras en la Huasteca Veracruzana y en el Istmo de Tehuantepec, durante los años 1917 a 1920 contra el Gobierno constituido.
Nadie ignora tampoco cómo en distintas épocas a las que señalamos y aún contemporáneas, las compañías petroleras han alentado casi sin disimulos, ambiciones de descontentos contra el régimen del país, cada vez que ven afectados sus negocios, ya con la fijación de impuestos o con la rectificación de privilegios que disfrutan o con el retiro de tolerancias acostumbradas.
Han tenido dinero para armas y municiones para la rebelión. Dinero para la prensa antipatriótica que las defiende. Dinero para enriquecer a sus incondicionales defensores.
Pero para el progreso del país, para encontrar el equilibrio mediante una justa compensación del trabajo, para el fomento de la higiene en donde ellas mismas operan, o para salvar de la destrucción las cuantiosas riquezas que significan los gases naturales que están unidos con el petróleo en la naturaleza, no hay dinero, ni posibilidades económicas, ni voluntad para extraerlo del volumen mismo de sus ganancias.
Tampoco lo hay para reconocer una responsabilidad que una sentencia les define, pues juzgan que su poder económico y su orgullo les escuda contra la dignidad y la soberanía de una nación que les ha entregado con largueza sus cuantiosos recursos naturales y que no puede obtener, mediante medidas legales, la satisfacción de las más rudimentarias obligaciones.
Es por lo tanto ineludible, como lógica consecuencia de este breve análisis, dictar una medida definitiva y legal para acabar con este estado de cosas permanente en el que el país se debate sintiendo frenado su progreso industrial por quienes tienen en sus manos el poder de todos los obstáculos y la fuerza dinámica de toda actividad, usando de ella no con miras altas y nobles, sino abusando frecuentemente de ese poderío económico hasta el grado de poner en riesgo la vida misma de la nación, que busca elevar a su pueblo mediante sus propias leyes aprovechando sus propios recursos y dirigiendo libremente sus destinos.
Planteada así la única solución que tiene este problema, pido a la nación entera un respaldo moral y material suficiente para llevar a cabo una resolución tan justificada, tan trascendente y tan indispensable.
El Gobierno ha tomado ya las medidas convenientes para que no disminuyan las actividades constructivas que se realizan en toda la República y para ello, pido al pueblo, confianza plena y respaldo absoluto en las disposiciones que el propio Gobierno tuviere que dictar.
Sin embargo, si fuere necesario, haremos el sacrificio de todas las actividades constructivas en las que la nación ha entrado durante este período de Gobierno para afrontar los compromisos económicos que la aplicación de la Ley de Expropiación sobre intereses tan vastos nos demanda y aunque el subsuelo mismo de la Patria nos dará cuantiosos recursos económicos para saldar el compromiso de indemnización que hemos contraído, debemos aceptar que nuestra economía individual sufra también los indispensables reajustes, llegándose, si el Banco de México lo juzga necesario, hasta la modificación del tipo actual de cambio de nuestra moneda, para que el país entero cuente con numerario y elementos que consoliden este acto de esencial y profunda liberación económica de México.
Es preciso que todos los sectores de la nación se revistan de un franco optimismo y que cada uno de los ciudadanos, ya en sus trabajos agrícolas, industriales, comerciales, de transporte, etc., desarrollen a partir de este momento una mayor actividad para crear nuevos recursos que vengan a revelar cómo el espíritu de nuestro pueblo, es capaz de salvar la economía del país por el propio esfuerzo de sus ciudadanos.
Y como pudiera ser que los intereses que se debaten en forma acalorada en el ambiente internacional, pudieran tener de este acto de exclusiva soberanía y dignidad nacional que consumamos, una desviación de materia primas, primordiales para la lucha en que están empeñadas las más poderosas naciones, queremos decir que nuestra explotación petrolífera no se apartará un sólo ápice de la solidaridad moral que nuestro país mantiene con las naciones de tendencia democrática y a quienes deseamos asegurar que la expropiación decretada sólo se dirige a eliminar obstáculos de grupos que no sienten la necesidad evolucionista de los pueblos, ni les dolería ser ellos mismos quienes entregaran el petróleo mexicano al mejor postor, sin tomar en cuenta las consecuencias que tienen que reportar las masas populares y las naciones en conflicto."
Gral.Lázaro Cárdenas del Río.
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