Ladillas
Las Sombras de los Viejos
Por el Lic. Mefistófeles Satanás
“En el amate asentaron
Lo que ellos recordaron
De aquellas memorias añejas
Surgieron las sombras viejas
Para que el futuro no los olvide
Pues el sabio recuerda y decide”
Me encanta la historia. Cierto, la trato como la colección de chismes que, en gran medida es (“…la emperatriz Teodora de Bizancio se lamentaba el tener solo tres altares de Venus en los cuales podía ofrecer libaciones…”) o datos que, convenientemente, me permiten picarle la cresta a los esbirros de la Gran Puta de Babilonia (“…esta FABULA de Cristo nos ha sido muy remunerativa y debemos conservarla…”—Papa Leo X).
Es entonces para mi un gran gusto recorrer los pueblos mágicos de México, especialmente de Veracruz. Es frecuente que estos cuenten con un señor (por lo general si, son hombres y de edad madura) que es el cronista del pueblo. Estos ancianos son una especie de sacerdocio hermenéutico (Hermes: dios de los historiadores y también, ja ja, de los ladrones) que conserva las tradiciones de sus pueblos.
A veces estos sacerdotes de Hermes tienen un blog y a través de este puedo “viajar” al lugar y conocer sus tradiciones. Puedo entonces visualizar el lugar donde “…fue que vino a parar sus días el bandido social conocido como Santana Rodríguez ‘Santanon’, magonista, perseguido desde los Tuxtlas hasta Tlacotalpan por los rurales de la acordada al mando del cabo Francisco Cárdenas…”
Cierro los ojos y creo poder oír el trote de los cuacos y oler la pólvora. Veo al bandido disparando parapetado detrás de la yegua que reventó. Veo los ojos crueles del cabo Cárdenas, el mismo que luego encontramos en una noche trágica, a espaldas de Lecumberri, asesinando al señor Madero y al señor Pino Suárez.
Y es que en México, a pesar de que la derecha quisiera que la olvidáramos, la historia nos confronta en cada esquina y a veces lo hace en forma brutal. El lugar solitario donde la infeliz anciana de Zongolica fue violada por los guachos, ¿no será por siempre un paraje triste y maldito? El que por casualidad camine por ahí, aun sin saber lo que ahí ocurrió, ¿no sentirá una sensación de asco, de horror, de injusticia? ¿Se borrara alguna vez la sangre la sangre derramada de esa manera? ¿No será por siempre maldito el reten en Sinaloa donde los soldados asesinaron a la familia Esparza? ¿Quién se atrevería ir a caminar de noche en los llanos de Ciudad Juárez donde tantas niñas han sido encontradas muertas?
No piensen entonces en la historia como un libro vetusto o una foto vieja en blanco y negro con un señor bigotón con un sombrerote. No, en México los muertos nos rodean y a veces se vienen de pinta o de parranda desde el Mictlan. Esto lo entiende bien cualquiera que reconozca que México es país de indios y que tenga ancianas de la familia que, al anochecer el primero de noviembre, dejan vasitos con ron en la cocina “para el tío Domitilo que era muy borracho”. Y es por eso, creo, que muchos renegados se oponen, tercamente, a que México se convierta en colonia: ¿se imaginan la vergüenza de que al morir y presentarse ante los viejos estos les echaran a uno en cara de que no tuvimos el valor de defender la patria?
Y dirán algunos de ustedes, eso es una fantasía, ¿Quién se va a lanzar a una lucha tan desigual como la de los renegados nada mas para no quedar mal con las sombras de unos muertos? Bien, les citare el ejemplo del sexto batallón de la guardia nacional, el batallón zacapoaxtla, en Puebla. Estos indígenas mandaron a sus soldaderas a los fuertes con la consigna: “si nos ven correr, escúpannos en la cara”. Los zacapoaxtlas hicieron su hazaña, detener a campo raso al 99 de la infanterie de la ligne, tan solo para que sus mujeres no les escupieran y los llamaran cobardes.
Mi punto es que, en efecto, por amor los mexicanos logran grandes hazañas. Y las sombras de esos muertos representan la historia de México y a México en si. ¿Cómo no mover cielo y tierra en su defensa? ¿Quién se atrevería a encarar a sus muertos y confesar que no levantó ni un dedo para defender la patria?
Por decenas de años el PRI nos quitó los caudillos. No había necesidad de ellos, decían, pues todo era “institucional”. La revolución se bajó del caballo. Los caudillos eran anacrónicos y hasta peligrosos. El sol iba borrando las viejas fotos de los señores bigotones con sombrerote.
Durante la guerra sucia, en la sierra de Guerrero varios caudillos en potencia, como Lucio Cabañas, fueron ajusticiados calladitamente, para que “no se alterara el tipo de cambio o los mercados”. Claro, don Jacobo no decía ni pío en su noticiero. Todo era tranquilidad en la republica. Hay muertos que no hacen ruido.
La esencia de un gran líder, decía un pensador, es que inspira a otros a ser líderes. Así pues, si después de años de PRIato, de sequía de liderazgo, de pronto ocurre un milagro: ¡el caudillo de pronto regresa!, ¡camina entre la gente!, la saluda de mano, deja que lo toquen, que le hablen, y resulta ser un gran líder, como hasta el mismo Cesar Nava lo admite. Y no, no se trata del caudillo de la foto vieja del bigotón con sombrerote o la estampita de un insurgente patilludo que se encuentra en un libro de texto. ¡Este caudillo es de carne y hueso! ¿Cómo no es de esperar entonces que con ese ejemplo surjan por doquier caudillos?
Se decía de los soldados de la Grande Armee que todos ellos traían –en potencia—un bastón de mariscal de Francia en sus alforjas. Hoy cada renegado trae consigo –en forma virtual—el paliacate de Morelos, o el stetson del centauro, o las carrilleras de Zapata o la espada invicta de Zaragoza. ¡Pobrecitos fachos! ¡Me dan lastima! ¿Qué portan orgullosos en sus mentes? ¿Una chamarra de guacho que les queda grande? ¿Un calzón meado con trompita de elefante y los colores de la bandera de España que les heredó el camotito?
Así pues, si la historia no es tan solo una foto vieja, si los caudillos son de carne y hueso, si en cada hijo la patria tiene un soldado, si se hace esto por amor, si recordamos que somos un pueblo indómito, si las sombras de los viejos demandan que nos portemos a la altura del momento, ¿no es correcto creer que podemos cambiar la historia? Quien contempla a los renegados o los lee o los oye, con el gran amor a México que han demostrado, no puede sino concluir que no, la republica no está perdida, que no, no será colonia, y qué, si la derecha insiste en traicionar a México, entonces aprenderán lo que es amar a Dios en tierra de indios.
Volvamos pues a la historia. La madrugada del cinco de mayo Zaragoza tenía tan solo objetivos modestos. No era posible, les había dicho a sus generales, que una nación –entonces—de diez millones permita a un grupo de invasores europeos avanzar si ser confrontados hasta la capital. ¡Si se necesitaba sacrificar a todo el cuerpo de ejercito de oriente tal se haría! Pero el enemigo no debería pasar de Puebla.
No, Zaragoza no aspiraba más que a hacerse matar con tal de detener al invasor. Nadie pensaba en la victoria. Al anochecer de ese día Porfirio Díaz caminaba entre sus juchitecos asombrado y sorprendido de la victoria. De ahí que digo que los objetivos de Zaragoza, hacerse matar y detener al enemigo, eran relativamente modestos y la victoria fue una sorpresa no solo para los franceses sino también para los mexicanos. Y los europeos aprendieron lo que es amar a Dios en tierra de indios.
Este cinco de julio los renegados se disponen a presentar batalla. Los objetivos del movimiento, igual que los de Zaragoza, son también relativamente modestos: asegurar el registro de PT y de Convergencia y mandar gente entrona a la cámara de diputados. Una nación de cien millones no puede ser sojuzgada así de fácil por un pequeño grupo de traidores. El PRIAN y los chuchos deben aprender lo que es amar a Dios en tierra de indios.
Aparte de asegurar el registro, necesitamos en la cámara de diputados una representación confiable, valiente, y fiel a los ideales del movimiento. Si nuestros representantes son pocos en número no importa con tal que sean entrones y leales. Ya hemos tenido muchos en la cámara, dizques izquierdistas (los Chuchos), pero estos resultaron ser puros traidores. ¿Para que carajos queremos traidores o coyones representándonos? El mismo AMLO ha expresado que con treinta hombres y mujeres con huevos y ovarios bien puestos y amor a México controlamos la cámara de diputados.
Para obtener estos objetivos se requerirá mucha labor de volanteo, convencimiento, or-ga-ni-za-ci-ón y talacha política. ¡Y luego hay que defender el voto pues tengan la seguridad de que la Chucky y sus maestros intentaran hacer fraude! Me dan lastima los esbirros de la cucaracha. No saben en que bronca se van a meter.
El cinco de julio tomara lugar una hazaña: aseguraremos el registro de los partidos del FAP y mandaremos a gente entrona a la cámara de diputados. Los renegados van a reescribir la historia pues tienen la entereza, los huevos y ovarios, y el amor a la patria necesarios para hacer esta hazaña. ¡Es un honor estar con Obrador!
donmenfis@gmail.com
Las Sombras de los Viejos
Por el Lic. Mefistófeles Satanás
“En el amate asentaron
Lo que ellos recordaron
De aquellas memorias añejas
Surgieron las sombras viejas
Para que el futuro no los olvide
Pues el sabio recuerda y decide”
Me encanta la historia. Cierto, la trato como la colección de chismes que, en gran medida es (“…la emperatriz Teodora de Bizancio se lamentaba el tener solo tres altares de Venus en los cuales podía ofrecer libaciones…”) o datos que, convenientemente, me permiten picarle la cresta a los esbirros de la Gran Puta de Babilonia (“…esta FABULA de Cristo nos ha sido muy remunerativa y debemos conservarla…”—Papa Leo X).
Es entonces para mi un gran gusto recorrer los pueblos mágicos de México, especialmente de Veracruz. Es frecuente que estos cuenten con un señor (por lo general si, son hombres y de edad madura) que es el cronista del pueblo. Estos ancianos son una especie de sacerdocio hermenéutico (Hermes: dios de los historiadores y también, ja ja, de los ladrones) que conserva las tradiciones de sus pueblos.
A veces estos sacerdotes de Hermes tienen un blog y a través de este puedo “viajar” al lugar y conocer sus tradiciones. Puedo entonces visualizar el lugar donde “…fue que vino a parar sus días el bandido social conocido como Santana Rodríguez ‘Santanon’, magonista, perseguido desde los Tuxtlas hasta Tlacotalpan por los rurales de la acordada al mando del cabo Francisco Cárdenas…”
Cierro los ojos y creo poder oír el trote de los cuacos y oler la pólvora. Veo al bandido disparando parapetado detrás de la yegua que reventó. Veo los ojos crueles del cabo Cárdenas, el mismo que luego encontramos en una noche trágica, a espaldas de Lecumberri, asesinando al señor Madero y al señor Pino Suárez.
Y es que en México, a pesar de que la derecha quisiera que la olvidáramos, la historia nos confronta en cada esquina y a veces lo hace en forma brutal. El lugar solitario donde la infeliz anciana de Zongolica fue violada por los guachos, ¿no será por siempre un paraje triste y maldito? El que por casualidad camine por ahí, aun sin saber lo que ahí ocurrió, ¿no sentirá una sensación de asco, de horror, de injusticia? ¿Se borrara alguna vez la sangre la sangre derramada de esa manera? ¿No será por siempre maldito el reten en Sinaloa donde los soldados asesinaron a la familia Esparza? ¿Quién se atrevería ir a caminar de noche en los llanos de Ciudad Juárez donde tantas niñas han sido encontradas muertas?
No piensen entonces en la historia como un libro vetusto o una foto vieja en blanco y negro con un señor bigotón con un sombrerote. No, en México los muertos nos rodean y a veces se vienen de pinta o de parranda desde el Mictlan. Esto lo entiende bien cualquiera que reconozca que México es país de indios y que tenga ancianas de la familia que, al anochecer el primero de noviembre, dejan vasitos con ron en la cocina “para el tío Domitilo que era muy borracho”. Y es por eso, creo, que muchos renegados se oponen, tercamente, a que México se convierta en colonia: ¿se imaginan la vergüenza de que al morir y presentarse ante los viejos estos les echaran a uno en cara de que no tuvimos el valor de defender la patria?
Y dirán algunos de ustedes, eso es una fantasía, ¿Quién se va a lanzar a una lucha tan desigual como la de los renegados nada mas para no quedar mal con las sombras de unos muertos? Bien, les citare el ejemplo del sexto batallón de la guardia nacional, el batallón zacapoaxtla, en Puebla. Estos indígenas mandaron a sus soldaderas a los fuertes con la consigna: “si nos ven correr, escúpannos en la cara”. Los zacapoaxtlas hicieron su hazaña, detener a campo raso al 99 de la infanterie de la ligne, tan solo para que sus mujeres no les escupieran y los llamaran cobardes.
Mi punto es que, en efecto, por amor los mexicanos logran grandes hazañas. Y las sombras de esos muertos representan la historia de México y a México en si. ¿Cómo no mover cielo y tierra en su defensa? ¿Quién se atrevería a encarar a sus muertos y confesar que no levantó ni un dedo para defender la patria?
Por decenas de años el PRI nos quitó los caudillos. No había necesidad de ellos, decían, pues todo era “institucional”. La revolución se bajó del caballo. Los caudillos eran anacrónicos y hasta peligrosos. El sol iba borrando las viejas fotos de los señores bigotones con sombrerote.
Durante la guerra sucia, en la sierra de Guerrero varios caudillos en potencia, como Lucio Cabañas, fueron ajusticiados calladitamente, para que “no se alterara el tipo de cambio o los mercados”. Claro, don Jacobo no decía ni pío en su noticiero. Todo era tranquilidad en la republica. Hay muertos que no hacen ruido.
La esencia de un gran líder, decía un pensador, es que inspira a otros a ser líderes. Así pues, si después de años de PRIato, de sequía de liderazgo, de pronto ocurre un milagro: ¡el caudillo de pronto regresa!, ¡camina entre la gente!, la saluda de mano, deja que lo toquen, que le hablen, y resulta ser un gran líder, como hasta el mismo Cesar Nava lo admite. Y no, no se trata del caudillo de la foto vieja del bigotón con sombrerote o la estampita de un insurgente patilludo que se encuentra en un libro de texto. ¡Este caudillo es de carne y hueso! ¿Cómo no es de esperar entonces que con ese ejemplo surjan por doquier caudillos?
Se decía de los soldados de la Grande Armee que todos ellos traían –en potencia—un bastón de mariscal de Francia en sus alforjas. Hoy cada renegado trae consigo –en forma virtual—el paliacate de Morelos, o el stetson del centauro, o las carrilleras de Zapata o la espada invicta de Zaragoza. ¡Pobrecitos fachos! ¡Me dan lastima! ¿Qué portan orgullosos en sus mentes? ¿Una chamarra de guacho que les queda grande? ¿Un calzón meado con trompita de elefante y los colores de la bandera de España que les heredó el camotito?
Así pues, si la historia no es tan solo una foto vieja, si los caudillos son de carne y hueso, si en cada hijo la patria tiene un soldado, si se hace esto por amor, si recordamos que somos un pueblo indómito, si las sombras de los viejos demandan que nos portemos a la altura del momento, ¿no es correcto creer que podemos cambiar la historia? Quien contempla a los renegados o los lee o los oye, con el gran amor a México que han demostrado, no puede sino concluir que no, la republica no está perdida, que no, no será colonia, y qué, si la derecha insiste en traicionar a México, entonces aprenderán lo que es amar a Dios en tierra de indios.
Volvamos pues a la historia. La madrugada del cinco de mayo Zaragoza tenía tan solo objetivos modestos. No era posible, les había dicho a sus generales, que una nación –entonces—de diez millones permita a un grupo de invasores europeos avanzar si ser confrontados hasta la capital. ¡Si se necesitaba sacrificar a todo el cuerpo de ejercito de oriente tal se haría! Pero el enemigo no debería pasar de Puebla.
No, Zaragoza no aspiraba más que a hacerse matar con tal de detener al invasor. Nadie pensaba en la victoria. Al anochecer de ese día Porfirio Díaz caminaba entre sus juchitecos asombrado y sorprendido de la victoria. De ahí que digo que los objetivos de Zaragoza, hacerse matar y detener al enemigo, eran relativamente modestos y la victoria fue una sorpresa no solo para los franceses sino también para los mexicanos. Y los europeos aprendieron lo que es amar a Dios en tierra de indios.
Este cinco de julio los renegados se disponen a presentar batalla. Los objetivos del movimiento, igual que los de Zaragoza, son también relativamente modestos: asegurar el registro de PT y de Convergencia y mandar gente entrona a la cámara de diputados. Una nación de cien millones no puede ser sojuzgada así de fácil por un pequeño grupo de traidores. El PRIAN y los chuchos deben aprender lo que es amar a Dios en tierra de indios.
Aparte de asegurar el registro, necesitamos en la cámara de diputados una representación confiable, valiente, y fiel a los ideales del movimiento. Si nuestros representantes son pocos en número no importa con tal que sean entrones y leales. Ya hemos tenido muchos en la cámara, dizques izquierdistas (los Chuchos), pero estos resultaron ser puros traidores. ¿Para que carajos queremos traidores o coyones representándonos? El mismo AMLO ha expresado que con treinta hombres y mujeres con huevos y ovarios bien puestos y amor a México controlamos la cámara de diputados.
Para obtener estos objetivos se requerirá mucha labor de volanteo, convencimiento, or-ga-ni-za-ci-ón y talacha política. ¡Y luego hay que defender el voto pues tengan la seguridad de que la Chucky y sus maestros intentaran hacer fraude! Me dan lastima los esbirros de la cucaracha. No saben en que bronca se van a meter.
El cinco de julio tomara lugar una hazaña: aseguraremos el registro de los partidos del FAP y mandaremos a gente entrona a la cámara de diputados. Los renegados van a reescribir la historia pues tienen la entereza, los huevos y ovarios, y el amor a la patria necesarios para hacer esta hazaña. ¡Es un honor estar con Obrador!
donmenfis@gmail.com
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