Matando al presidencialismo.

J. Alejandro Peyro, Revoluciones

Tercera parte.

Cómo hacer ciudadanos en el México del siglo XXI

El concepto de ciudadanía es todavía muy impreciso en el contexto de nuestro país. Esto, directamente fomentado por los mensajes contradictorios y las políticas contrarias al ciudadano impulsadas por el régimen neoliberal, ha dificultado mucho más que el propio carácter opresivo y manipulador del gobierno actual el proceso cultural de democratización.

Yendo aún más lejos; muchos mexicanos aún no comprenden la composición y el funcionamiento básico del Estado mexicano, no conocen su origen ni trayectoria histórica. De ahí que el principal campo de batalla de aquellos ciudadanos organizados está precisamente en el terreno educativo. La lucha por el despertar de las conciencias es formativa, no solo informativa.

¿Cómo puede un mexicano exigir el respeto a sus derechos, si los desconoce? ¿Cómo se le puede hacer ver que los partidos clientelares que le “regalan” una despensa, una prenda de vestir o una torta de jamón a cambio de su voto, le quitan mucho más al ser financiados con dinero de los impuestos que su trabajo mal pagado genera? ¿Cómo se puede lograr, en un tiempo menor a 20 años, reeducar en una verdadera ciudadanía a una persona cuya cultura y entorno, presente y pasado, lo atan psicológicamente a la servidumbre y el fatalismo?

La postmodernidad, con el individualismo como premisa y las leyes del mercado como norma, tiene sin embargo una respuesta para los cuestionamientos anteriores. El acceso a la información, fenómeno sin precedentes en la historia humana, ha brindado posibilidades ilimitadas de control social a los neoliberales; pero también y sin que éstos lo dimensionen, brinda posibilidades enormes para difundir visiones alternativas, congruentes, de justicia social, derechos humanos y democracia.

Hoy por hoy, la derecha no tiene contenido. Es, como dijo López Obrador, “la doctrina de la hipocresía”. A cambio de ello, su forma y escaparate (lo aparente) se vuelve atractivo mediante el marketing, la herramienta predilecta de la estructura gerencial.

La izquierda, hoy como a lo largo de la historia, es la conciencia de las naciones, su contenido es profundo, su teorización compleja y su organización aún más compleja. El rechazo del pragmatismo en sus plataformas es en buena medida la causa de un capital moral que, en determinados contextos, le ha sido redituable electoral y socialmente. En el caso mexicano y principalmente en el centro, occidente y norte del país, esto ha funcionado a la inversa.

Es entonces el balance lo prudente. Es en términos de marketing político más fácil crear una imagen atractiva a partir de una propuesta rica en contenido; que vender, como es el caso de la derecha en México, “la mierda como si fuera oro”.

Los espacios de la izquierda mexicana actual se caracterizan por ser de una amplia y a veces rebuscada retórica, su discurso es muy rico pero muy poco conciso. Esgrimen verdades y problemáticas concretas pero en abstracciones inaccesibles e incompatibles con el promedio del nivel discursivo de la población.

Por tanto, es preciso que la izquierda social, pero sobre todo la electoral, vuelvan su mirada y orienten su energía a la formación de ciudadanías nuevas. ¿Cómo? Sócrates brindó una alternativa efectiva y congruente hace más de 2500 años. El individuo, para ser ciudadano, debe primero ser auto conciente, para ello debe preguntarse el por qué de su circunstancia. El mexicano, por idiosincrasia, rechaza en lo individual (lo colectivo es digno de otro análisis) la disuasión directa o el intento de la misma. Pero si se le cuestiona, si se logra que reflexione sobre las causas de su condición adversa de vida, o del aspecto de su realidad que lo vulnera, se sembrará el germen de la ciudadanía verdadera. El ciudadano cuestiona, investiga, exige, participa. Es y hace todo lo que causa terror en los neofascistas.

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