LECTURA POLÍTICA
Ezequiel Castañeda Nevárez
03/Marzo//2007
Ezequiel Castañeda Nevárez
03/Marzo//2007
EL MAS TONTO
El ex candidato presidencial del PRD Andrés Manuel López Obrador ha afirmado que Vicente Fox es el Presidente más tonto que ha tenido nuestro país. Tiene mucha razón el tabasqueño como en pocas ocasines. Claro, su afirmación la centra únicamente en razón de las acciones y omisiones que Fox tuvo para con él por aquello del intento de desafuero y por la intromisión en el proceso electoral en donde salió perdiendo el ex Jefe del gobierno del Distrito Federal y es natural que piense eso y más del guanajuatense. Sin embargo, aún cuando no sepa la razón de su dicho, AMLO tiene razón; su afirmación tiene una explicación muy sencilla y tiene qué ver con la naturaleza humana frente al poder y por los resultados que registra la historia política nacional. En la época del presidencialismo que mantuvo en el poder al PRI por más de siete décadas, se construyó un sistema político piramidal rígido en cuya cúpula se encontraba omnipotente el señor Presidente de la República, líder nato del priismo, de las fuerzas armadas y de la clase política nacional.
Su poder era absoluto y sus decisiones inapelables, con una singular característica: estaba destinado a la muerte política en cuanto concluyera su paso monárquico por la primera magistratura de la nación, porque la regla infalible e inmutable era que ese super poderoso dejaba de serlo cuando apareciera el nuevo Tlatoani, desde el momento mismo del famoso “destape” en donde las fuerzas vivas se pronunciaban entusiastas en apoyo al nuevo líder. Muera el Rey y viva al Rey.
El saber de la brevedad del reinado, de la seguridad de su muerte política, como todo aquel que sabe que va a morir en un momento perfectamente determinado, hacía al moribundo político intentar su trascendencia o de plano la inmortalidad a través de grandes acciones de gobierno, de monumentales obras o de cualquier cosa que les permitiera ser recordado por la historia como el mejor Presidente de México. Entre las principales decisiones, la de mayor trascendencia e importancia era la de decidir su sucesión y allí está el punto central de la cuestión.
Por supuesto que no ha habido Presidente de la República que no crea en las loas que le cantan cotidianamente el ejército de aduladores que le recuerdan a cada minuto lo brillante, grandioso, magnánimo y guapo que es cuendo está en el poder, por lo que ningún mandatario tuvo duda alguna que era, con mucho, el más inteligente de su gabinete pero, como no existe en México la reelección no podía decidir por alguien tan capacitado como él mismo, así que la decisión siempre se inclinó por algún miembro del gabinete un poco menos capacitado que el mandatario en turno por lo cual se dio de manera natural una degradación progresiva hasta llegar al señor Fox. Por fortuna concluyó la era presidencialista porque resultaría un gran problema personal decidir la sucesión al no encontrar quien cubriera el perfil idóneo de candidato oficial.
Las etapas del presidencialismo quedaron definidas: Primero los generales del ejército en la etapa pstrevolucionaria inmediata, después los civiles connotados, los políticos, los tecnócratas, los neoliberales y finalmente los tontos. Todo ello con el consentimiento ciudadano lamentablemente.
A nadie se le ha ocurrido que entre los requisitos establecidos para ocupar el cargo de Presidente de la República esté el no ser tonto, para lo cual podría someterse a estudios de personalidad, de conocimientos elementales de civismo, de historia y de cultura general. Al menos tendríamos la ventaja de que una gran parte de los aspirantes saldrían bateados en la primera aduana y ganaría con esto el país. Esa es la cuestión.
Fuente: gobernantes.com
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COMENTARIO: Lectura Obligada, para comprender la presidencia espuria.
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