¿QUE CAMBIA EN REALIDAD EL CLIMA?

¿QUÉ CAMBIA EN REALIDAD EL CLIMA?

por Laurence Hecht


La causa principal del cambio climático es la dinámica de las
relaciones orbitales entre la Tierra y el Sol, y no las
tendencias estadísticas de los gases de invernadero, como lo
demuestra el historial de los períodos glaciales de los últimos 2
millones de años. Aunque todo estudioso del clima con una
educación competente conoce estos hechos, parece que nunca han
penetrado el cráneo de Al Gore. Primero considera estos
elementos:

--A principios de febrero varias tormentas
depositaron más de 360 cm de nieve en Redfield, Nueva
York, con lo que se rompió la marca estatal de 322 cm de
hacía apenas 5 años.

--El 3 de enero de 2007 una nevada sin precedentes sepultó a
Anchorage, Alaska, con una acumulación de 146 cm.

--El 17 de enero de 2006 una nevada plusmarca
cubrió de blanco el noroeste de Japón, al arrojar más de
300 cm de precipitación en algunas zonas. Más de 80 personas
murieron. La nieve empezó a caer en diciembre, que para
muchas regiones fue el más frío desde 1946.

--El 2 de marzo de 2005 las temperaturas cayeron a
su nivel más bajo en 100 años en Alemania. La capital
suiza de Berna registró menos 15,6 grados centígrados, la
temperatura más fría de la temporada desde que empezó a
registrarse en 1901. Francia batió su marca de 1971.

--El 5 de enero de 2001 los científicos de la
Administracion Nacional Atmosférica y Oceánica (NOAA) de
Estados Unidos anunciaron que la temperatura nacional en
el período bimensual de noviembre a diciembre fue el más
frío registrado. Cuarenta y tres estados de EU registraron
temperaturas por debajo del promedio en el período de
noviembre-diciembre.

--El 25 de agosto de 1999 la NOAA informó que el monte Baker
de Washington impuso una marca para la mayor nevada jamás
registrada en EU en una sola temporada (2.996 cm).

Gracias a una ``industria del clima'' financiada con
6 mil millones de dólares del gobierno al año, cuya misión
es convencerte de que el calentamiento mundial es una
realidad, probablemente te olvidaste de mucho de esto. Sin
embargo, las imágenes vívidas de osos polares solitarios
flotando sobre témpanos y esquimales hablando de veranos
más cálidos que lo normal rondan tu imaginación. Tal es el
poder que tiene la propaganda sobre un público poco
versado en climatología.
Si duda, un oponente listo recabará pruebas
anecdóticas de casos recientes de calor para contrarrestar
los que acabamos de presentar. También alegará que la
tendencia de calentamiento de las últimas décadas --de
cerca de medio grado centígrado en la temperatura global
promedio, en su mayor parte en los océanos durante la
noche-- ``prueba'' su tesis.
¿Cómo decide el ciudadano informado? ¿Está obligado a
escoger entre tendencias rivales, como en un típico
prospecto de inversión moderno, en la esperanza de que lo
que está a la alza ahora seguirá subiendo o que lo que
está a la baja, cayendo?
Por fortuna, hay una ciencia del clima que puede
decirnos algunas cosas sobre nuestro pasado, y también
algo, aunque no todo lo que quisieramos, sobre nuestras
perspectivas futuras. Con {ciencia} nos referimos a un
concepto racional y rigurosamente establecido de
causalidad. Esto en oposición a la moda actual de
extrapolar las tendencias estadísticas, una moda que se ha
vuelto tan desaforadamente popular en el calentamiento
mundial como en la industria de los fondos especulativos
(sin duda, para quienes tienen una persuasión estadística,
las tendencias actuales no pueden predecir cuál de estas
dos muy bien remuneradas fuentes de empleo desaparecerá
primero).

- Pasamos por una era de hielo -

Hace sólo 12.000 años, Norteamérica quedó cubierta
por una capa de hielo de entre 1,5 y 3 km de espesor, que
llegaba hasta la Ciudad de Nueva York y se extendía por
Pensilvania, hasta Ohio, Indiana, Illinois y los estados
de la planicie. Lenguas del glaciar llegaban mucho más al
sur de las Montañas Rocosas y la cordillera de los
Apalaches. A medida que el glaciar retrocedía en el
período de aproximadamente 10000 a 8000 a.C., se fue
formando el paisaje que ahora conocemos: los Grandes
Lagos, la parte alta de los ríos Ohio y Misurí, los lagos
que salpican la franja septentrional, que estuvo sepultada
en el hielo por cien mil años. Una situación parecida
imperó en el norte de Europa y de Rusia, con la diferencia
de que el hielo se derritió 1.000 años antes que la capa
glacial de la meseta Laurentina en Norteamérica.@s1
El gran volumen de agua atrapada en estas capas de
hielo provino más que nada de los océanos. El nivel de los
océanos durante la extensa glaciación estaba entre 60 y
120 metros por debajo del actual, como lo ha confirmado de
nuevo el descubrimiento reciente de antiguas ciudades
sumergidas en las costas de India.
Sabemos esto por el trabajo de geólogos y otros
especialistas de los últimos dos siglos. La mayor parte de
lo que informamos aquí se conocía desde las primeras
décadas del siglo 20. La correlación y corroboración de
las pruebas de Norteamérica y Eurasia mostró por primera
vez la existencia simultánea de estas inmensas capas de
hielo; pero pronto se establecieron nuevas pruebas de que
no hubo un período de glaciación en el hemisferio
septentrional, sino varios.
Hoy sabemos que en los últimos 800.000 años ha habido
ocho períodos sucesivos de glaciación, cada uno de
aproximadamente 100.000 años. En muchas de estas
glaciaciones hubo períodos de calentamiento, que se
conocen como {interglaciales} y duran unos 10.000 a 12.000
años, en los cuales el hielo se retira a su morada en
Groelandia y las regiones polares. En todo ese tiempo el
continente antártico permaneció cubierto de hielo, como
hoy, que alberga un 90% del hielo del mundo con un espesor
promedio de 2 km.

- La determinacion astronómica -

¿Qué causaba el avance y retirada periódicos de los
glaciares? En 1910 Vladimir Köppen (1846-1940), un
metoerólogo ruso-alemán versado en astronomía planetaria
y muy familiarizado con la obra de Kepler, estuvo
meditando sobre el trabajo de dos glaciólogos alpinos. En
sus amplios estudios de campo, Albrecht Penck y Eduard
Brückner habían identificado cuatro ciclos separados de
avance y retroceso glaciar en los Alpes. Para tratar de
captar el sentido de su trabajo, Köppen retomó una
hipótesis que propuso primero sir John Herschel en 1830,
de que las variaciones cíclicas de largo plazo en la
relación orbital de la Tierra con el Sol produciría
cambios en la cantidad de radiación solar que recibe la
Tierra.
Casi al mismo tiempo y de manera independiente,
Milutin Milankovitch (1879-1958), un matemático muy ducho
de la Universidad de Belgrado, había iniciado su propia
investigación de la teoría astronómica del clima. En 1920,
después de nueve años de trabajo, Milankovitch publicó el
libro en francés {La teoría matemática del fenómeno del
calentamiento por radiación solar.} Allí identificó las
tres variables cíclicas primordiales a las que, unos 50
años después, se reconoció de manera indiscutible como las
principales causas del cambio climático. Cuando Köppen
leyó el libro, le envió una postal a Milankovitch, y nació
una colaboración entre los dos, y con el yerno del
primero, el astrónomo, geólogo y explorador polar
aventurero Alfred Wegener.
La cuestión fundamental de su trabajo era ésta: la
cantidad de radiación solar (insolación) que recibe la
Tierra depende de su distacia del Sol y del ángulo de
incidencia de los rayos solares sobre su superficie. Estos
ángulos y distancias varían en el transcurso de ciclos
largos de decenas de miles de años.
Para que un glaciar crezca, lo único que se necesita
es que la cantidad de nieve y hielo que se acumula en el
invierno no se derrita por acción de los rayos solares
durante los meses cálidos. En resumen, pueda que en los
veranos frescos de las altas altitudes polares haya o no
suficiente radiación para derretir lo acumulado en el
invierno. Se pensaba que los pequeños cambios en la
insolación que producen las cambiantes relaciones
orbitales quizás bastarían para inclinar el delicado
equilibrio de la estabilidad glaciar hacia su avance. Una
vez que este proceso empieza, el poder de reflexión de la
superficie de hielo, en comparación con el mar o la
tierra, enfría aun más la atmósfera local y provoca la
retroalimentación de un proceso de crecimiento y
propagación glaciares. Esto explicaría los ciclos de las
glaciaciones.
Por poner un ejemplo: como todo niño aprende en la
escuela, la variación anual de las estacionales no obedece
al cambio en la distancia entre la Tierra y el Sol, sino a
la inclinación del eje de la Tierra, que hace que los
rayos solares lleguen en un ángulo oblícuo, de una manera
que varía conforme el planeta sigue su trayectoria de
revolución anual alrededor del Sol. De no haber
inclinación axial, no habría diferentes estaciones y la
temperatura variaría menos entre el Ecuador y las
latitudes más altas. Pero la inclinación del eje de la
Tierra, que en términos técnicos se conoce como la
oblicuidad de la eclíptica, cambia de 22 a 24,5 grados en
un ciclo de 40.000 años. Mientras mayor sea la inclinación
de la Tierra, más extrema será la variación entre el
verano y el invierno, en particular en las altas latitudes
septentrionales donde se activan los ciclos de glaciación.
Además de la oblicuidad, se conocían otros dos ciclos
astronómicos que alteran la insolación:

--el período de 26.000 años de la precesión de los
equinoccios que, en combinación con el avance del
perihelio (el punto en el que la Tierra está más cerca del
Sol en su órbita), produce un ciclo de 21.000 años;
--el ciclo de 90.000 a 100.000 años de variación de
la excentricidad de la órbita elíptica de la Tierra.

A instancias de Köppen, Milankovitch calculó el
efecto que los tres ciclos astronómicos surten sobre la
glaciación del hemisferio septentrional, 650.000 años al
pasado y 160.000 al futuro. Esto vino a conocerse como la
teoría del ciclo Milankovitch de la historia climática.
Aunque al momento de su muerte en 1958 Milankovitch seguía
luchando contra la corriente, dos décadas después su
teoría general recibió la aceptación general.

- El marcapasos de la eras de hielo -

Muchas de las pruebas vienen del campo de la
paleobiología. Se descubrió una técnica novedosa para
calcular la temperatura al nivel del mar en la esfera de
la ciencia de los isótopos nucleares. Desde el siglo 19
los biólogos habían observado que los foraminíferos,
pequeñas criaturas que viven cerca de la superficie del
océano, forman conchas calcáreas, y al morir depositan su
concha fósil en el lecho océanico en capas conocidas como
lodo de globigerina. La proporción de dos isótopos
estables de oxígeno, el oxígeno-16 y el oxígeno-18, es
muy sensible a la temperatura del agua de mar en la que se
disuelve. Así, la temperatura del agua de mar en un
momento dado puede inferirse de la proporción relativa de
estos dos isótopos de oxígeno que se encuentran en las
conchas carbonatadas de estas criaturas marinas
fosilizadas. Los análisis realizados por este y otros
medios, de muestras de lo profundo del mar tomadas en los
1970, corroboraron las periodicidades de Milankovitch de
20.000, 40.000 y 100.000 años, hasta 1,7 millones de años
atrás.
Los resultados se publicaron en un famoso documento
escrito por tres jóvenes investigadores del Laboratorio
Geológico Lamont-Doherty de la Universidad de
Columbia.@s2 Allí, Hays, Imbrie y Shackleton
describieron las variaciones orbitales como el
``marcapasos de las eras de hielo''. Se descubrió que el
ciclo más fuerte es el de 100.000 años, un hecho que se
correlaciona con otras pruebas que sugieren que las capas
de hielo del hemisferio septentrional han avanzado y
retrocedido en un ciclo de 100.000 años. En ese ciclo
largo, las pruebas muestran que hay un ciclo de 20.000
años de cambio de la temperatura, que no basta para hacer
que los glaciares se retiren del todo. Sin embargo, cuando
ambos ciclos coinciden, a veces amplificados por los
momentos bajos del ciclo de oblicuidad de 40.000 años,
puede darse un período interglacial. La capa de hielo se
derretiría y retrocedería hasta Groelandia y lugares aun
más al norte. Y regresaría cuando el ciclo de 20.000 años
de la precesión de los equinoccios lleguara a su máximo, y
empezaría una nueva glaciación.
Lo sorprendente de esta confirmación de la hipótesis
de Köppen Wegener y Milankovitch, es que indica que
estamos a punto de experimentar un nuevo avance de la capa
de hielo. Nos hemos adentrado unos 11 o 12 mil años en el
último período interglacial. La oblicuidad es
relativamente alta, de 23,5 grados, y el verano en el
hemisferio septentrional ocurre próximo al afelio, que son
precisamente las condiciones de reducción de la insolación
que tenderían a activar una glaciación. El único factor
moderador de entre las determinantes astronómicas es la
excentricidad, que es relativamente baja. Si las
perturbaciones orbitales fueran la {única causa} del ciclo
glacial, estaríamos viendo que una capa de hielo se
extiende sobre nuestras latitudes más septentrionales,
incluso en este momento. Y quizás lo veamos.
Sin embargo, como el propio Milankovitch ya lo había
reconocido, las variaciones en la insolación que producen
los cambios orbitales no bastan, {por sí mismos,} para
producir el enorme cambio climático que representa el
inicio de una glaciación. Las variaciones orbitales más
bien deben ser como un marcapasos, quizás un
preamplificador, que activa o indica otros acontecimiento
aun desconocidos. Muchos climatólogos han intentado
encontrar estos otros factores, y hay documentación
abundante e interesante sobre el tema, mucha de ella
recopilada por el finado profesor Rhodes Fairbridge de la
Universidad de Columbia, cuando preparó la publicación de
la {Encyclopedia of Earth Sciences} (Enciclopedia de las
ciencias de la Tierra).
Entre los intentos de explicación están causas tan
remotas, pero no obstante posibles, como los cambios en la
alineación de Saturno y Júpiter, que producen cambios
tectónicas en el manto terrestre; el efecto de las
variaciones en el viento solar sobre los sitemas
climáticos por mediación de alteraciones en la radiación
cósmica; la actividad volcánica; y los cambios de los
ciclos magnéticos de la Tierra. También hay abundantes
estudios sobre el efecto de las variaciones cíclicas de
corto plazo de la energía solar, que pueden actuar como un
amplificador de otros ciclos.@s3 La teoría hoy en
boga propone que los cambios en la circulación
termohalina, las corrientes oceánicas globales que mueven
el agua fría del Atlántico norte, alrededor del cabo de
África, hacia el noroeste del Pacífico, puede ser el
detonador de los cambios repentinos que producen las
glaciaciones.
De todas las hipótesis, la que se ha estudiado con
más amplitud y a mayor profundidad es la de que el dióxido
de carbono que genera el hombre es el mecanismo que
provoca el calentamiento mundial, y también, por mucho, la
más desacreditada. Ninguna otra hipótesis se apoya en una
desatención tan flagrante y mentirosa de los datos
existentes, como la que ilustra el artículo anterior sobre
la falsificación del registro histórico del CO@i2. Dólar
por dólar, los contribuyentes nunca antes habían recibido
tan poco y gastado tanto como en el patrocinio
gubernamental del fraude conocido como el calentamiento
mundial. El administrador de la NASA Mike Griffin tuvo el
valor de decirlo. En una entrevista que le concedió al
diario alemán {Frankfurter Allgemeine Zeitung} el 26 de
enero, Griffin dijo que a pesar de una inversión anual de
5.500 millones de dólares en la investigación del planeta
Tierra, ``aún está por descubrirse si el cambio climático
actual es obra del hombre o sólo una fluctuación de corto
plazo''.
El traje finamente elaborado del calentamiento
mundial se ha tejido con hilo de seda invisible. Es hora
de que el Congreso y el pueblo estadounidense lo
enfrenten, no sea que de pronto se vean desnudos y
congelándose.


NOTAS

1. ``The Coming (or Present) Ice Age'' (La era de hielo
venidera [o ya presente]), por Laurence Hecht, en la edición de
invierno de 1993-1994 de la revista {21st Century Science &
Technology,} págs. 22-35; www.21stcenturysciencetech.com
/Articles%202005/ComingPresentIceAge.pdf
2. ``Variations in the Earth's Orbit: Pacemaker of the Ice
Ages'' (Variaciones en la órbita de la Tierra: el marcapasos de
las eras de hielo), por J.D. Hays, J. Imbrie y N.J. Shackelton,
en {Science,} vol. 194, págs. 1121-32 (1976).
3. Por ejemplo, el trabajo de Theodore Landscheidt.

El autor es miembro del Movimiento Internacional del economista Lyndon H. LaRouche.

www.larouchepub.com/spanish

http://comiteslaborales.blogspot.com

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