¿Qué sigue después de la prohibición? (I)

Erich Moncada SDP Noticias

29 de Diciembre, 2009 - 09:18

La organización no gubernamental inglesa, Transform: Drug Policy Foundation, ha editado este año un informe titulado “Después de la guerra contra las drogas: Un programa para la regulación” (1), donde se delinean estrategias para controlar el problema del uso y abuso de estas sustancias ante el fracaso comprobado de la prohibición. La propuesta dista mucho de ser radical al estar fundada en modelos de regulación ya puestos en práctica en el pasado y es responsable ya que no busca la eliminación total e inmediata de los controles para no provocar daños sociales y personales serios. Transform cataloga a la prohibición, junto a las políticas de libre mercado como los extremos absolutos y más peligrosos, y es cautelosa al advertir los riesgos inherentes de la modificación de estos esquemas al sugerir cambios de forma “lenta y cuidadosa”, evaluando todos los resultados antes de introducir los siguientes.

Los autores distinguen tres enfoques generales para el control y la regulación de la producción, la oferta y la posesión de diferentes drogas.

El prohibicionismo o la criminalización global de las drogas está fundamentada en las convenciones internacionales de la Organización de las Naciones Unidas. La prohibición es absoluta para todo uso no medicinal o científico, con excepciones en casos de usos tradicionales o religiosos. La descriminalización como ha funcionado exitosamente en Portugal (es decir, el tráfico sigue siendo ilegal pero no se castiga al consumidor) puede ser compatible con otras políticas más rigurosas y represivas, como las 16 naciones asiáticas que contemplan la pena de muerte a quienes son sentenciados por delitos relacionados con drog
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as. O el pionero de la Prohibición, Estados Unidos, que cuenta con la mayor población carcelaria del mundo y aplica leyes de sentencia obligatoria de cárcel para delitos menores relacionados con estas sustancias.

En el otro extremo de la Prohibición, igual de perjudicial, está la legalización de libre mercado. Esta se encarga de la comercialización de sustancias de bajo riesgo, donde el control y el manejo del mercado de las drogas están en manos de especuladores que sólo están interesados en la generación de ganancias y pueden promover el consumo de sus productos a través de la publicidad y la mercadotecnia; tal es el caso del tabaco.

El tercer modelo es el Mercado Regulado. Los autores definen la regulación como “un conjunto de leyes e infraestructura de aplicación diseñada para controlar o regir ciertos tipos de productos o conductas”.

Dentro de esos esquemas generales, Transform distingue cinco tipos básicos de regulación de las drogas que van desde los más rígidos a los más liberales.

La prescripción es el modelo más restrictivo donde se recetan drogas en una presentación previamente estipulada, con indicaciones precisas de consumo, contraindicaciones, dosis y pureza delimitadas, a un usuario identificado por parte de un médico autorizado o farmaceuta. Son costosos y su acción limitada se restringe a sólo un pequeño grupo de individuos, ya que la mayoría de los usuarios suelen ser experimentales. Sin embargo, “proporcionan una demostración bastante útil, aunque limitada, sobre cómo la regulación legal de las drogas puede ayudar a los individuos a obtener estas sustancias de forma segura en vez de las calles” (p. 21). Ya se ha ensayado el modelo con las clínicas de metadona y diamorfina, aunque se trata de programas con fondos escasos y políticamente impopulares.

El modelo de farmacia, consiste en un farmaceuta entrenado para surtir recetas de medicamentos en lugares autorizados. Debe guiarse en base a principios como “la edad legal del comprador, el nivel de intoxicación, la cantidad solicitada o a preocupaciones de casos específicos relacionados con el mal uso potencial” (p. 23), con la finalidad de evitar la desviación de las drogas al mercado negro. Estos especialistas, dicen los autores, deberán ofrecer asesoría sobre reducción de daños (minimizar los efectos más perjudiciales de las sustancias), uso seguro, e información sobre servicios de tratamiento para ayudar a ciertos usuarios que lo requieran.

El modelo de ventas con licencia es muy similar al usado para la venta de tabaco y alcohol, y en él se ponen en práctica diferentes tipos de controles para supervisar a los vendedores, a los productores, la calidad del producto y el comprador. Generalmente la autoridad municipal, estatal o federal se encarga del cumplimiento de la ley y adaptan la regulación de acuerdo a las necesidades y a la realidad social. Así como en el modelo de farmacia, los licenciatarios deberán informar a sus clientes sobre reducción de daños, uso seguro y servicios de rehabilitación.

El modelo de instalaciones bajo licencia son mejor conocidas como los bares de alcohol, los casinos, los table dance o las cafeterías holandesas de cannabis, donde el permisionario es debe vigilar las ventas con base a la edad legal del comprador, el grado de intoxicación y las horas de funcionamiento del negocio. La vigilancia suele estar a cargo de la autoridad local, que puede imponer varios castigos como multas, notificaciones o la revocación del permiso. En nuestro país no suele ser común, pero en otras naciones los dueños de los negocios son sujetos de responsabilidad civil parcial por las acciones de sus clientes, como la conducción en estado de ebriedad. Aplicadas a las drogas ilegales, estos lugares “combinarían elementos de los modelos de instalaciones bajo permiso, ventas bajo permiso y especialistas farmacéuticos para asegurar que el uso moderado de drogas tuviera lugar en un ambiente mucho más seguro y con más apoyo” (p. 26).

El quinto modelo, las ventas sin permiso o no reguladas, son las medidas de control más laxas que rigen sustancias de bajo riesgo (cafeína, hoja de coca) por medio de la descripción del producto y el etiquetado y están disponibles a todo el público.

Finalmente, el Modelo de Mercado Regulado surge como una crítica al esquema de control del tabaco y se basa en la suposición de que éste “no es un producto ordinario… que aún usado de forma indicada es altamente adictivo y dañino para la salud personal… y cualquier venta comercial cuyo objetivo sea aumentar el consumo de tabaco y por lo tanto su capacidad de generar ganancias provocará inevitablemente incrementos inaceptables en los daños a la salud” (p. 27). La idea es mantener el acceso legal a los adultos pero quitar los incentivos para generar ganancias mediante productos más adictivos, estimulando el uso de sus productos o creando nuevos fumadores. Transform sugiere el empleo de una agencia de gobierno que “tomará el control del producción y de las actividades de comercialización, manejando el tipo de producción, el empaque y la venta” (p. 27). Seguirá existiendo competencia en el suministro de materias primas y los vendedores podrían obtener ganancias al ponerlos a disposición de los clientes, pero la principal misión de la institución sería reducir el consumo.

Los opositores de la legalización podrán argumentar que resulta ilógico e irresponsable que el gobierno proporcione drogas a los ciudadanos pero la visión prevaleciente hasta la actualidad ha sido poco efectiva, nada económica y sí muy contraproducente. Es preferible que los consumidores puedan alterar su mente en un ambiente controlado, con sus sustancias no adulteradas, en cantidades seguras, de productores que pagan impuestos y son responsables de sus actos, en vez de obligarlos a ir a establecimiento clandestino a consumir drogas de dudosa procedencia, en condiciones de insalubridad y bajo el dominio del crimen organizado y la corrupción policiaca.

Miente la PGR

La PGR salió a defender (2) los abusos del Ejército contra la población civil, asegurando que sus acciones “se realizan en el marco de la legalidad, respetando en todo momento los derechos fundamentales” de los ciudadanos. La Comisión Nacional de los Derechos Humanos documentó (3) que durante 2009 la Secretaría de la Defensa Nacional fue la institución con en primer lugar en violación a los derechos humanos, con 29 recomendaciones por delitos como violaciones sexuales, asesinatos, torturas, detenciones ilegales y arbitrarias, saqueos y golpes, sólo seguida por la misma PGR con siete recomendaciones.

Referencias

(1) http://www.tdpf.org.uk/Transform_Drugs_Blueprint.pdf
(2) http://www.eluniversal.com.mx/notas/648433.html
(3) http://www.vanguardia.com.mx/diario/noticia/politica/nacional/ejercito,_primer_lugar_en_violaciones_a_derechos_humanos_en_2009/447085

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