Martí Batres Guadarrama
Como si fuera una cruzada contra los pobres la administración espuria de Felipe Calderón ya realizó en cascada una serie de aumentos en los precios de la gasolina, el gas, la leche y la tortilla, mismos que están repercutiendo en cadena en muchos otros bienes y servicios. La escalada es verdaderamente criminal, es una puñalada trapera para toda la gente, una traición a las promesas de campaña de disminuir el costo de los energéticos, y una desilusión para los ilusos que votaron por quien portaba como lema "para vivir mejor". Es la confirmación lamentable de la naturaleza oligárquica y despectiva hacia el pueblo que encarna el señor de la casaca militar.
No hay sorpresa, pero sí hay enojo. Otra vez son los pobres los que pagan la manipulación económica, el fanatismo neoliberal de los gobernantes, la ineficacia económica de quienes gobiernan y el aferramiento del poder en no tocar a los poderosos.
En la Cámara de Diputados son flexibles para aprobar 60 mil millones de pesos para el subsidio a los bancos, pero incapaces de garantizarle un subsidio a la leche Liconsa que impida el aumento de su precio. Frente al escandaloso aumento del precio de la tortilla, el señor Eduardo Sojo con la tranquilidad de quien no se ve afectado por dicho aumento sólo atina decir que "no habrá ni control de precio ni subsidio" y que en todo caso "el precio de la tortilla puede bajar con productividad y competitividad". ¡Órale! Puro capitalismo salvaje, que cada quién se rasque con sus uñas y que Dios nos coja confesados. Más pobreza, más desigualdad, más injusticia.
¿¡Pues no que nos iban a "rebasar por la izquierda!? Primero el fraude, después la protección a un gobernador asesino a toda costa, más tarde las detenciones masivas como en la época de Díaz Ordaz, luego las torturas a los oaxaqueños presos, y en el mismo camino los acuerdos con el góber precioso; y así también la movilización militar, la disminución del presupuesto a la UNAM y a educación y el recorte al gasto social. Puros rebases por la derecha.
Teníamos razón. Nada bueno podía derivarse de la imposición. Quienes despachan en Los Pinos hoy ven al pueblo como algo ajeno, lejano y, peor aún, lo ven con odio. No les importa nada. Para ellos, simplemente la gente tendrá que aguantar. No les importa si viven con mayor dificultad o sufrimiento. Para ellos México son los de arriba y nada más. Es su visión, su concepción, descarnada y sin ropajes electorales. No sienten compromiso con el pueblo, porque saben bien que el pueblo no los puso donde están. Sí sienten mucho compromiso con los grandes intereses, porque tienen perfectamente claro que todo se lo deben a los grandes poderes económicos.
Los aumentos que hemos vivido en estos días nos regresan de alguna manera al principio del proceso electoral, al posicionamiento de los dos grandes proyectos y diluyen toda la idea de la campaña oficial poselectoral, la de que todos somos uno mismo y de que aquí no pasa nada. La realidad de estos días fortalece nuevamente el espíritu y la letra del proyecto social que han encarnado la izquierda mexicana, Andrés Manuel López Obrador en la contienda de 2006 y el Gobierno del Distrito Federal.
No es casual que en el Distrito Federal las cosas sucedan en el sentido inverso a la realidad nacional. Aquí no hubo alza del Metro ni de servicios públicos. Por el contrario, el gobierno de Marcelo Ebrard se dispone a implementar un nuevo programa social para dar uniformes gratuitos a un millón 200 mil niños de educación básica, y al mismo tiempo entrega un vale a todas las familias consumidoras de leche Liconsa, para reponerles el peso perdido por el aumento, lo cual demuestra que es posible, con un presupuesto justo, evitar nuevos costos para la gente.
Después de todo, quedó perfectamente claro para qué se robaron la elección, qué era lo que querían defender, a quién no están dispuestos a proteger en ningún caso y de lo que son capaces. Pero también quedó claro cuánto necesitamos a nivel federal un gobierno como el que tuvo la ciudad de México en los últimos seis años.
Por cierto, ésos son momentos en los que uno se pregunta: ¿quién defiende a la gente? Muchos de los medios de comunicación que se desgarran las vestiduras cuando hay marchas y plantones, indignados por las afectaciones a los ciudadanos, no han levantado su voz para indignarse por las afectaciones materiales y concretas que está viviendo la mayoría de los mexicanos.
Ampliación de la deuda nacional, alza a los alimentos básicos, oleada inflacionaria en cascada, y eso que apenas empieza el sexenio. Entonces, ¿quién es el peligro para México?
Como si fuera una cruzada contra los pobres la administración espuria de Felipe Calderón ya realizó en cascada una serie de aumentos en los precios de la gasolina, el gas, la leche y la tortilla, mismos que están repercutiendo en cadena en muchos otros bienes y servicios. La escalada es verdaderamente criminal, es una puñalada trapera para toda la gente, una traición a las promesas de campaña de disminuir el costo de los energéticos, y una desilusión para los ilusos que votaron por quien portaba como lema "para vivir mejor". Es la confirmación lamentable de la naturaleza oligárquica y despectiva hacia el pueblo que encarna el señor de la casaca militar.
No hay sorpresa, pero sí hay enojo. Otra vez son los pobres los que pagan la manipulación económica, el fanatismo neoliberal de los gobernantes, la ineficacia económica de quienes gobiernan y el aferramiento del poder en no tocar a los poderosos.
En la Cámara de Diputados son flexibles para aprobar 60 mil millones de pesos para el subsidio a los bancos, pero incapaces de garantizarle un subsidio a la leche Liconsa que impida el aumento de su precio. Frente al escandaloso aumento del precio de la tortilla, el señor Eduardo Sojo con la tranquilidad de quien no se ve afectado por dicho aumento sólo atina decir que "no habrá ni control de precio ni subsidio" y que en todo caso "el precio de la tortilla puede bajar con productividad y competitividad". ¡Órale! Puro capitalismo salvaje, que cada quién se rasque con sus uñas y que Dios nos coja confesados. Más pobreza, más desigualdad, más injusticia.
¿¡Pues no que nos iban a "rebasar por la izquierda!? Primero el fraude, después la protección a un gobernador asesino a toda costa, más tarde las detenciones masivas como en la época de Díaz Ordaz, luego las torturas a los oaxaqueños presos, y en el mismo camino los acuerdos con el góber precioso; y así también la movilización militar, la disminución del presupuesto a la UNAM y a educación y el recorte al gasto social. Puros rebases por la derecha.
Teníamos razón. Nada bueno podía derivarse de la imposición. Quienes despachan en Los Pinos hoy ven al pueblo como algo ajeno, lejano y, peor aún, lo ven con odio. No les importa nada. Para ellos, simplemente la gente tendrá que aguantar. No les importa si viven con mayor dificultad o sufrimiento. Para ellos México son los de arriba y nada más. Es su visión, su concepción, descarnada y sin ropajes electorales. No sienten compromiso con el pueblo, porque saben bien que el pueblo no los puso donde están. Sí sienten mucho compromiso con los grandes intereses, porque tienen perfectamente claro que todo se lo deben a los grandes poderes económicos.
Los aumentos que hemos vivido en estos días nos regresan de alguna manera al principio del proceso electoral, al posicionamiento de los dos grandes proyectos y diluyen toda la idea de la campaña oficial poselectoral, la de que todos somos uno mismo y de que aquí no pasa nada. La realidad de estos días fortalece nuevamente el espíritu y la letra del proyecto social que han encarnado la izquierda mexicana, Andrés Manuel López Obrador en la contienda de 2006 y el Gobierno del Distrito Federal.
No es casual que en el Distrito Federal las cosas sucedan en el sentido inverso a la realidad nacional. Aquí no hubo alza del Metro ni de servicios públicos. Por el contrario, el gobierno de Marcelo Ebrard se dispone a implementar un nuevo programa social para dar uniformes gratuitos a un millón 200 mil niños de educación básica, y al mismo tiempo entrega un vale a todas las familias consumidoras de leche Liconsa, para reponerles el peso perdido por el aumento, lo cual demuestra que es posible, con un presupuesto justo, evitar nuevos costos para la gente.
Después de todo, quedó perfectamente claro para qué se robaron la elección, qué era lo que querían defender, a quién no están dispuestos a proteger en ningún caso y de lo que son capaces. Pero también quedó claro cuánto necesitamos a nivel federal un gobierno como el que tuvo la ciudad de México en los últimos seis años.
Por cierto, ésos son momentos en los que uno se pregunta: ¿quién defiende a la gente? Muchos de los medios de comunicación que se desgarran las vestiduras cuando hay marchas y plantones, indignados por las afectaciones a los ciudadanos, no han levantado su voz para indignarse por las afectaciones materiales y concretas que está viviendo la mayoría de los mexicanos.
Ampliación de la deuda nacional, alza a los alimentos básicos, oleada inflacionaria en cascada, y eso que apenas empieza el sexenio. Entonces, ¿quién es el peligro para México?
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