El tonto de la cabaña

Los listos” han escrito cientos de páginas y hasta libros completos sobre “el tonto”. Historiadores, académicos, columnistas, caricaturistas y humoristas se mofaron durante seis años de sus tonterías. Algunas de ellas fueron tan exitosas y célebres, que fueron compendiadas en libros de humor y musicalizadas en los “hits” de las canciones de la Banda del Son. Como aquélla de “Comes y te vas”. Lo interesante del caso es que, a pesar de esto, o quizás por esto, “el tonto de la cabaña” pudo mantener un alto nivel de popularidad en las encuestas. “El tonto de la cabaña” no sólo llegó a la Presidencia de la República, sino que se mantuvo en ella durante todo un sexenio sin que “los listos” nos explicaran el porqué del fenómeno. Quizá, la explicación resida en el supuesto de que en los tontos no caben la mala fe ni la perversidad, porque ser tonto presupone un mínimo de inteligencia que no da para maquinar una maldad. Por eso, los tontos generalmente tienen fama de buenos. ¿Quién puede querer a los malos? Casi nadie duda de que a un tonto lo puede hacer tonto su mujer, más si es una mujer que se empeña en parecer más lista que su marido. Es fácil que lo hagan tonto sus colaboradores, más si todos ellos creen ser más listos que su jefe. Es fácil que lo hagan tonto sus hijos, más cuando son sus hijastros. “El tonto”, por lo tanto, suele ser una víctima de “el listo”. Y como se supone que la mayoría de los tontos son buenos, entonces resulta más fácil aceptar que “el tonto” es víctima de los malos, que generalmente son “listos”.

El día que “el tonto” se pasó de listo

Es difícil que “el listo” se haga pasar por tonto, a menos que sea audaz y taimado. Aun así, resulta difícil que siempre pueda navegar con esa cara porque hasta el mejor actor, de repente, llega a cometer un error. Entonces, comienza la fatalidad. Y esto es lo que está empezando a suceder con el ex presidente Vicente Fox. Los que se creían más listos, se empiezan a dar cuenta de que siempre fueron víctimas de “el tonto”.Como no hay “crimen perfecto”, a Vicente Fox se le fueron dos errores en sus más recientes reapariciones estelares. El primero, cuando después de su intentona de asistir a la inauguración de las oficinas de la Democracia Cristiana en México, apareció como conferencista democrático en Los Ángeles. Quizá porque ya está cansado, recurrió a uno de sus trucos para ganar las ocho columnas de los periódicos. Se hizo pasar por tonto al hacer Premio Nobel y colombiano, al escritor peruano nacionalizado español, Mario Vargas Llosa. En su primera actuación, lo delató la lectura de lo que traía escrito en una “palm”. No dijo su tontería con la frescura de antes, pero, de todas formas, llamó la atención y atrajo los reflectores. Así, mató la nota de los que protestaban afuera del lugar donde dio su conferencia. El segundo error fue esta semana en Washington. En su intento por deslegitimar a Felipe Calderón como Presidente de México, Vicente Fox confesó su intervención en la elección presidencial.“Tengo una pequeña historia qué contar. Yo tuve mi propio problema con el alcalde de la Ciudad de México, Andrés Manuel. “…18 meses antes de la lección, él rompió la ley. Decidió construir un camino en propiedad privada. Tenía un dilema de, por un lado, cumplir la ley y respetar la orden del juez o, por el otro lado, el reclamo de López Obrador de que su candidatura a la Presidencia se respetara. Fue una decisión difícil. Y perdí. “Pagué el costo político, pero 18 meses más tarde yo tuve la victoria. El día de la elección, el candidato de mi partido ganó”.

La confesión es la reina de las pruebas

Pareciera una casualidad, pero no lo fue. La “tontería” de Fox del 12 de febrero en Washington se dio justamente a tres días, fin de semana de por medio, del discurso del general Guillermo Galván, secretario de la Defensa Nacional.El general Galván afirmó que “la legalidad del Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas reside esencialmente en el fallo de las Instituciones, y éstas han sido contundentes”. Fox, por su lado, confesó que el fallo no había sido tan contundente. No sólo
admitió cínicamente su intervención en el cuestionado proceso electoral, sino que no dejó lugar a dudas del alcance de ésta cuando afirmó que se desquitó de López Obrador. El presidente del PRD, Leonel Cota Montaño, rápidamente respondió
al exhorto de Fox. Señaló que su partido estudia con sus abogados la posibilidad de presentar la prueba superveniente, a
partir de la confesión explícita de Vicente Fox. Y es que, aun y cuando la elección de 2006 es cosa juzgada, la confesión del delito político de Fox no deja lugar a dudas. La intención de la “ingenua” y “oportuna” confesión de Fox pudiera no parecer tan obvia. Otra tontería más, dirán algunos.

Sin embargo, la admisión de su conducta criminal tuvo un propósito calculado, premeditado y perverso. Su declaración fue vertida en Washington. En la ciudad en la que alguna vez el presidente del país más poderoso de la tierra, Richard Nixon, tuvo que renunciar por el escándalo del Watergate. Un caso de simple espionaje telefónico electoral. Si el presidente Richard Nixon se vio obligado a renunciar ante la evidencia del espionaje electoral, ¿qué legitimidad les podría merecer a los demócratas norteamericanos el presidente Felipe Calderón, cuando su antecesor Vicente Fox confiesa abiertamente haber actuado como cualquier dictadorzuelo tramposo para, según él, imponer a su candidato? ¿Qué legitimidad pudiera merecer un presidente al que su antecesor trata de poner como su pelele ante el mundo? Por eso, dirán algunos, Andrés Manuel López Obrador no se equivocó al calificar a Fox como un traidor a la democracia.


Con información de Indigo
http://elbarzon.blogspot.com


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