Un excelente texto que nos demuestra que el peso de Chavez ya loi estan sintiendo en los escritorios de EUA. México se queda sin ser una opción de cambio y se encuentra ya en las manos de las políticas del EUA y la prueba clara es el principio de terrorismo. A la visita de Bush a manifestar nuestro repudio.
Bush “redescubre” América Latina
Maurizio Matteuzzi(Sin Permiso/Bolpress).-
Para salir de los pantanos iraquí y afgano, el presidente de EEUU anuncia para marzo un viaje a 5 países: Brasil, Uruguay, Colombia, Guatemala y México. "Democracia" y libre comercio son los objetivos declarados. Pero la verdadera razón es "el factor C". Donde "C" no significa ya comunismo, sino Chávez. Que será el convidado de piedra.
George Bush, empantanado en Irak y Afganistán, trata de cambiar de aires obsequiándose con una tournée por una América Latina a la que hasta hace poco ha descuidado como patio trasero de su casa y que ahora parece haber empezado a andar por cuenta propia
El jueves pasado, Washington anunció que, entre el 8 y el 14 de marzo, Bush visitará 5 países latinoamericanos, tratando de mostrar un interés que nunca ha tenido en los 6 años en la Casa Blanca y de volver a tomar las riendas de una situación que parece escapársele de las manos. El viaje comenzará en Sao Paulo, Brasil, en donde se encontrará con el presidente Lula; luego a Montevideo, en donde verá al presidente socialista Tabaré Vázquez; Bogotá, para reunirse con el amigo Álvaro Uribe; una breve estancia en Ciudad de Guatemala para agradecer al presidente Oscar Berger el haberse prestado en octubre a presentar la candidatura guatemalteca al Consejo de Seguridad, a fin de contrarrestar la de Venezuela; finalmente, el México del presidente ultraconservador Felipe Calderón.
No irá a la Argentina, en donde las relaciones con el presidente Kirchner son tensas; no irá a Chile por el motivo contrario: porque las relaciones con la presidente socialista Michel Bachelet son ya óptimas. Ni pensar en ir a los países «de riesgo», la Bolivia de Evo Morales, el Ecuador de Rafael Correa y, obviamente, la Venezuela de Hugo Chávez. Quien, empero, será el convidado de piedra.
Aparte del Brasil, que por su tamaño y peso político-económico es la clave de bóveda de cualquier equilibrio continental, todos los demás son países amigos.
También Uruguay, cuyo gobierno del Frente Amplio es de (centro)izquierda, pero da señales clarísimas de querer acercarse más a EEUU que al Mercosur de que forma parte (al ministro de finanzas, el ex-comunista Danilo Astori, se le ha bloqueado el intento de firmar un Tratado de libre comercio con EEUU, lo que habría significado la salida automática del MERCOSUR, pero acaba de firmar un acuerdo de relaciones privilegiadas, lo que viene a ser poco más o menos lo mismo).
El anuncio del viaje ha sido acogido con cierta sorpresa y análogo escepticismo tanto en América Latina como en los propios EEUU. “Señalará nuestro empeño en el hemisferio occidental y dará releva a nuestra agenda común para dar un impulso a la libertad, a la prosperidad y a la justicia social”, declaró el jueves el portavoz de la Casa Blanca Tony Show. Nobles propósitos. En los que nadie cree.
Los verdaderos objetivos son muy otros. Por lo pronto, contrarrestar la creciente influencia que, con petrodiplomacia y su giro hacia la integración regional, está conquistando Chávez en América Latina. Luego, revertir el definitivo arrinconamiento del ALCA, el Acuerdo de Libre Cambio de las Américas, sepultado en la tumultuosa Cumbre de Mar del Plata en noviembre de 2005. Desde entonces, la estrategia norteamericana ha cambiado, y del ALCA ha pasado a concentrarse en los TLC bilaterales, concedidos –a harto elevado precio— a los países «buenos»: la Colombia de Uribe, el Perú de Toledo, y luego, al de Alan García, además de al alumno predilecto, Chile.
Brasil y Argentina quedan excluidos de las tentativas de Tratados de libre comercio con Washington, pero son los dos gigantes con los que es obligado contar. Bush mantiene con Lula una relación personal de fuerte «simpatía» e irá a pedirle que frene a Chávez tentándolo con concesiones sobre el etanol, el combustible ecológico derivado de la caña de azúcar, del cual Brasil es el segundo productor mundial después de EEUU (juntos, producen el 70% del total mundial).
Con Tabaré irá a profundizar las brechas abiertas entre el Uruguay y el resto de socios del Mercosur. Con Uribe irá a felicitarse por los excelentes resultados de la desesperada guerra al «narco-terrorismo» (que se reduce, para ambos, a la guerra a las FARC) y a garantizar la refinanciación del Plan Colombia, al que anda atado Uribe cual ahorcado a la soga. Con Calderón irá –palabras de Snow— remachar «las fuertes relaciones con México y nuestro apoyo a sus esfuerzos por acabar con la pobreza y las desigualdades».
Mas no será una gira de placer. Y no sólo por las marchas y las manifestaciones populares que ya se anuncian contra él. Lula le puede incluso resultar simpático, pero es improbable que renuncie a su papel y al proceso de integración latinoamericana a cambio de alguna apertura en materia de etanol.
Tabaré tendrá que pensarlo mil veces, antes de cambiar el MERCOSUR por EEUU. Guatemala, desgraciadamente, no cuenta para nada, y México, que cuenta mucho, no puede contentarse con las proclamaciones de amistad imperecedera y de una «reforma migratoria» ya prometida al predecesor de Calderón, el igualmente derechista Fox, y que, a diferencia del muro antiinmigrantes a lo largo de la frontera común, nunca se concretó.
Bush ha enviado de avanzadilla a Nicholas Burns, subsecretario de Estado de asuntos políticos, y a Thomas Shannon, subsecretario adjunto para el hemisferio occidental. Ambos llegaron a comienzos de semana, primero a Brasil y luego a Buenos Aires. Magnificando «la fantástica conexión» con Brasil y minimizando las tensiones con Argentina que estallaron de nuevo a la vigilia cuando Kirchner atacó violentamente al embajador de EEUU, Earl Wayne («Argentina no es una republiquita, y no aceptamos presiones»), quien había cabildeado con desfachatez a favor de la compra de la empresa eléctrica Transener por parte del fondo de inversiones norteamericano Eton Park.
¿Y Chávez? «Chávez no nos preocupa, ni siquiera está en la agenda», dijo Burns. Embustero. El sorprendente interés por América Latina de Bush queda demostrado por el hecho de que en el proyecto presupuestario enviado al Congreso el pasado lunes las ayudas destinadas al antiguo patio trasero se han visto drásticamente reducidas, con la excepción de Colombia. Es probable que el viaje de Bush tenga también objetivos internos, ahora que se encuentra ante un Congreso dominado por unos demócratas que han llegado incluso a reprocharle su desinterés por la región. Pero ni siquiera ellos le creen: «Me parece que esto de Bush son unas vacaciones que se toma en un momento en que todo le va mal», ha dicho la congresista demócrata Hilda Solís. No hay interés nuevo alguno por América Latina (y en muchos respectos, mejor que sea así). La verdadera razón es el «factor C». No ya la «C» de comunismo, sino la de Chávez.
Bush “redescubre” América Latina
Maurizio Matteuzzi(Sin Permiso/Bolpress).-
Para salir de los pantanos iraquí y afgano, el presidente de EEUU anuncia para marzo un viaje a 5 países: Brasil, Uruguay, Colombia, Guatemala y México. "Democracia" y libre comercio son los objetivos declarados. Pero la verdadera razón es "el factor C". Donde "C" no significa ya comunismo, sino Chávez. Que será el convidado de piedra.
George Bush, empantanado en Irak y Afganistán, trata de cambiar de aires obsequiándose con una tournée por una América Latina a la que hasta hace poco ha descuidado como patio trasero de su casa y que ahora parece haber empezado a andar por cuenta propia
El jueves pasado, Washington anunció que, entre el 8 y el 14 de marzo, Bush visitará 5 países latinoamericanos, tratando de mostrar un interés que nunca ha tenido en los 6 años en la Casa Blanca y de volver a tomar las riendas de una situación que parece escapársele de las manos. El viaje comenzará en Sao Paulo, Brasil, en donde se encontrará con el presidente Lula; luego a Montevideo, en donde verá al presidente socialista Tabaré Vázquez; Bogotá, para reunirse con el amigo Álvaro Uribe; una breve estancia en Ciudad de Guatemala para agradecer al presidente Oscar Berger el haberse prestado en octubre a presentar la candidatura guatemalteca al Consejo de Seguridad, a fin de contrarrestar la de Venezuela; finalmente, el México del presidente ultraconservador Felipe Calderón.
No irá a la Argentina, en donde las relaciones con el presidente Kirchner son tensas; no irá a Chile por el motivo contrario: porque las relaciones con la presidente socialista Michel Bachelet son ya óptimas. Ni pensar en ir a los países «de riesgo», la Bolivia de Evo Morales, el Ecuador de Rafael Correa y, obviamente, la Venezuela de Hugo Chávez. Quien, empero, será el convidado de piedra.
Aparte del Brasil, que por su tamaño y peso político-económico es la clave de bóveda de cualquier equilibrio continental, todos los demás son países amigos.
También Uruguay, cuyo gobierno del Frente Amplio es de (centro)izquierda, pero da señales clarísimas de querer acercarse más a EEUU que al Mercosur de que forma parte (al ministro de finanzas, el ex-comunista Danilo Astori, se le ha bloqueado el intento de firmar un Tratado de libre comercio con EEUU, lo que habría significado la salida automática del MERCOSUR, pero acaba de firmar un acuerdo de relaciones privilegiadas, lo que viene a ser poco más o menos lo mismo).
El anuncio del viaje ha sido acogido con cierta sorpresa y análogo escepticismo tanto en América Latina como en los propios EEUU. “Señalará nuestro empeño en el hemisferio occidental y dará releva a nuestra agenda común para dar un impulso a la libertad, a la prosperidad y a la justicia social”, declaró el jueves el portavoz de la Casa Blanca Tony Show. Nobles propósitos. En los que nadie cree.
Los verdaderos objetivos son muy otros. Por lo pronto, contrarrestar la creciente influencia que, con petrodiplomacia y su giro hacia la integración regional, está conquistando Chávez en América Latina. Luego, revertir el definitivo arrinconamiento del ALCA, el Acuerdo de Libre Cambio de las Américas, sepultado en la tumultuosa Cumbre de Mar del Plata en noviembre de 2005. Desde entonces, la estrategia norteamericana ha cambiado, y del ALCA ha pasado a concentrarse en los TLC bilaterales, concedidos –a harto elevado precio— a los países «buenos»: la Colombia de Uribe, el Perú de Toledo, y luego, al de Alan García, además de al alumno predilecto, Chile.
Brasil y Argentina quedan excluidos de las tentativas de Tratados de libre comercio con Washington, pero son los dos gigantes con los que es obligado contar. Bush mantiene con Lula una relación personal de fuerte «simpatía» e irá a pedirle que frene a Chávez tentándolo con concesiones sobre el etanol, el combustible ecológico derivado de la caña de azúcar, del cual Brasil es el segundo productor mundial después de EEUU (juntos, producen el 70% del total mundial).
Con Tabaré irá a profundizar las brechas abiertas entre el Uruguay y el resto de socios del Mercosur. Con Uribe irá a felicitarse por los excelentes resultados de la desesperada guerra al «narco-terrorismo» (que se reduce, para ambos, a la guerra a las FARC) y a garantizar la refinanciación del Plan Colombia, al que anda atado Uribe cual ahorcado a la soga. Con Calderón irá –palabras de Snow— remachar «las fuertes relaciones con México y nuestro apoyo a sus esfuerzos por acabar con la pobreza y las desigualdades».
Mas no será una gira de placer. Y no sólo por las marchas y las manifestaciones populares que ya se anuncian contra él. Lula le puede incluso resultar simpático, pero es improbable que renuncie a su papel y al proceso de integración latinoamericana a cambio de alguna apertura en materia de etanol.
Tabaré tendrá que pensarlo mil veces, antes de cambiar el MERCOSUR por EEUU. Guatemala, desgraciadamente, no cuenta para nada, y México, que cuenta mucho, no puede contentarse con las proclamaciones de amistad imperecedera y de una «reforma migratoria» ya prometida al predecesor de Calderón, el igualmente derechista Fox, y que, a diferencia del muro antiinmigrantes a lo largo de la frontera común, nunca se concretó.
Bush ha enviado de avanzadilla a Nicholas Burns, subsecretario de Estado de asuntos políticos, y a Thomas Shannon, subsecretario adjunto para el hemisferio occidental. Ambos llegaron a comienzos de semana, primero a Brasil y luego a Buenos Aires. Magnificando «la fantástica conexión» con Brasil y minimizando las tensiones con Argentina que estallaron de nuevo a la vigilia cuando Kirchner atacó violentamente al embajador de EEUU, Earl Wayne («Argentina no es una republiquita, y no aceptamos presiones»), quien había cabildeado con desfachatez a favor de la compra de la empresa eléctrica Transener por parte del fondo de inversiones norteamericano Eton Park.
¿Y Chávez? «Chávez no nos preocupa, ni siquiera está en la agenda», dijo Burns. Embustero. El sorprendente interés por América Latina de Bush queda demostrado por el hecho de que en el proyecto presupuestario enviado al Congreso el pasado lunes las ayudas destinadas al antiguo patio trasero se han visto drásticamente reducidas, con la excepción de Colombia. Es probable que el viaje de Bush tenga también objetivos internos, ahora que se encuentra ante un Congreso dominado por unos demócratas que han llegado incluso a reprocharle su desinterés por la región. Pero ni siquiera ellos le creen: «Me parece que esto de Bush son unas vacaciones que se toma en un momento en que todo le va mal», ha dicho la congresista demócrata Hilda Solís. No hay interés nuevo alguno por América Latina (y en muchos respectos, mejor que sea así). La verdadera razón es el «factor C». No ya la «C» de comunismo, sino la de Chávez.
19/2/07
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