La vida económica de México se ha transformado sustancialmente a partir de que el gobierno y los empresarios han sustentado que el modelo de acumulación en el país debería desarrollarse a través de la promoción de las exportaciones. En 1980, ocho pesos de cada 100 de la producción se vendían como exportaciones y para el 2005 ya eran 38.4 pesos. Estos datos revelan la fuerte reestructuración de la actividad económica basada en el mercado externo, pero ahora es necesario evaluar las consecuencias que se han tenido para el mercado interno.
Cuando en los medios de comunicación refieren los datos acerca del crecimiento económico, no hacen ninguna distinción entre el mercado interno y el de exportación. La experiencia reciente muestra que la producción mexicana está vinculada de muy importante manera con la demanda externa; como lo son las maquiladoras y las divisiones de la producción donde nuestro país tiene ventajas competitivas: cemento, cerveza y plata; y en segundo término con la demanda interna, principalmente alimentos; lo mismo que la actividad agropecuaria y de manufacturas de diversos artículos de consumo generalizado.
Adicionalmente, la información estadística muestra en forma clara que el crecimiento de las exportaciones supera ampliamente al del mercado interno. En parte sabemos que esta composición se debe a una pérdida del poder adquisitivo de los mexicanos, que se compensa con el comercio internacional.
El problema de crecer con base en las exportaciones es que los sueldos de los trabajadores no pueden crecer en forma sostenida, toda vez que representan una fracción de los costos de producción que al aumentar encarecen las exportaciones. Esto ocasiona que se de un rezago salarial, que incluso en algunos momentos es inducido para que los precios de las mercancías de exportación sean competitivos o se anuncien en dicha condición -precios bajos de mano de obra- circunscribiendo que en el mercado internacional exista una zona salarial que se encuentre por debajo de la nacional y se relocalicen las empresas. O bien, que se implanten mecanismos novedosos de movilidad laboral, como los buques-fábrica manufactureros de China, Taiwán y Corea.
En lo referente a la evolución del consumo interno se observa que crece a la mitad de la velocidad de las exportaciones. Además, se debe resaltar que el consumo interno está recibiendo recursos adicionales a través de los créditos al consumo, bancarios y no bancarios. Nos referimos principalmente al "boom" de tarjetas de crédito, tanto de los bancos como de las propias cadenas de tiendas departamentales, que se otorgan con escasos requisitos; de otra forma el crecimiento del consumo sería aún más lento. Sin embargo, resulta realmente representativa la cifra de la cartera vencida de dichos créditos -tarjetas o plásticos, como se conocen-, que en este año dio como resultado 14 mil 138.7 millones de pesos, lo que se traduce en indicador de crecimiento de 111.28 por ciento.
Un dato muy significativo constituye el que las tasas de crecimiento del crédito de tarjetas han sido superiores al 30% de 1999 a la fecha, lo que representa más de siete veces el crecimiento del consumo interno. Esta tendencia va en aumento, esto nos indica que el consumo de las familias depende cada vez más del poder de compra que le permiten los créditos, ya que aumentan en una mayor proporción a los ingresos provenientes del trabajo.
Debemos de precisar que existe disponibilidad de créditos para los hogares de menores ingresos, sin embargo resultan más onerosos que los créditos para los hogares de altos ingresos, es decir, hay bancos que intentan captar a segmentos de la población, por ejemplo HSBC que se identifica con los pequeños ahorradores, pero que por sus comisiones llega a ser de los más caros, justificando esta situación a partir del riesgo de este segmento de población de bajos ingresos, que es muy susceptible de caer en cartera vencida. Iguales o similares argumentos se dan por ejemplo para Banco Azteca, que con rifas, premios, o promociones intentan detonar el uso de la banca en sectores de bajos ingresos, pero siempre con tasas de sobre interés resultado del riesgo del sector de bajos ingresos.
De esta manera se observa que gradualmente los sectores de bajos ingresos están transfiriendo una masa más grande de recursos a los dueños del capital mediante el pago de los intereses y comisiones que son inherentes a los créditos. Mientras que los sectores de altos ingresos obtienen trato preferencial o bajas tasas de interés, por su mismo carácter de ser preferenciales. En esta condición, las brechas de desigualdad continuarán ensanchándose entre los usuarios de créditos, máxime que hoy por hoy se anuncia que en los meses venideros las tasas de interés tenderán a subir.
Prácticamente en cada una de las reuniones anuales de los banqueros en México se ha destacado esta preocupación, discutiendo el monto de créditos al consumo y la cartera vencida, porque se está creando un clima parecido a la crisis del 94, ahora el saldo crediticio de las tarjetas de crédito se sitúa en 226 mil 32.6 millones de pesos, situación que es manejable pero que resulta muy elevada por los riesgos de la cartera vencida. En cuanto a que la banca financia el consumo de sectores que a futuro podrían no tener capacidad de pago. No está de más hacer esta advertencia a los usuarios de los créditos para que tomen sus precauciones al respecto y así garantizar un manejo adecuado de sus deudas.
Por último, hay que distinguir que el alto crecimiento de los créditos al consumo no tiene contraparte en la evolución de los créditos para inversiones productivas, estos últimos crecen a tasas cercanas al promedio de la economía, varias veces por debajo de los créditos al consumo. Las explicaciones para que un país genere mayor crecimiento económico se sustentan a partir del grado de inversiones productivas que se estén realizando, a decir de la información estadística, en términos generales México continuará con bajas tasas de crecimiento, como lo confirmó en días pasados el Secretario de Hacienda, al pronosticar que el crecimiento del PIB en 2007 se ubica en 3.3%, esto se debe en alguna medida a que los recursos financieros disponibles se destinan mayormente al consumo y no a la inversión, esta última es la que en teoría permitiría generar el crecimiento.
Las distorsiones entre el mercado interno y el sector externo, no son nuevas, simplemente que el énfasis en una y otra pueden causar verdaderas crisis sociales. Así, hasta los neoliberales más extremos, como en su tiempo lo fue Carlos Salinas, llegó en el 5o año de su gobierno a proclamar que había que impulsar el crecimiento del mercado interno, para atenuar la desigualdad social -cosa que no se hizo-, en tanto se entregaba a su política de privatización desmantelando el sector paraestatal de la economía. No hay peor sordo que el que no quiere oír, ya que desde 1994 al inicio del TLC, se advertía que la crisis agraria y alimentaría provocaría el vuelco a la exportación de la producción y de la maquila, ocasionando que abandonaran el campo 15 millones de mexicanos; a quienes estamos viendo a diario intentar saltar los muros a EUA y los vemos deambular en todo el territorio nacional emigrando, huyendo de la miseria en el campo ¿Hay mayor prueba que ésta, de que una distorsión entre lo interno y lo externo provoca crisis social?
Fuente: Enrique L. Kato Vidal del Taller de Economía Social y Políticas Públicas, Facultad de Economía de la UNAM.
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