Tortilla y estabilidad

Javier Oliva Posada

No recuerdo en dónde leí la reflexión del imprescindible Jorge Ibargüengoitia, respecto de las utilidades de la tortilla: alimento, plato, servilleta, cubierto y estabilidad. Los efectos que vivimos en estos días sobre el considerable aumento en los precios deben observarse también en lo que hace al estilo de vida. Las repercusiones sobre la dieta y el acceso a la satisfacción básica en la alimentación pueden, por una parte, limitarse a los porcentajes, proyecciones y medidas todas ellas políticas y económicas, pero las consecuencias apuntan más a la lógica inconformidad de los amplios y empobrecidos sectores de la sociedad mexicana. Por la otra, es innegable que las prácticas monopólicas son capaces de someter o imponer sus condiciones a cualquier gobierno. Esta es una característica con la que hay que convivir, siempre que no se tengan alternativas.

A lo largo de las primeras semanas del nuevo gobierno ha sido notable la intensidad de la agenda y la forma en que se ha tratado de hacer frente a los principales problemas de la agenda nacional con amplio despliegue mediático; aún es temprano para evaluar la efectividad de operativos y el arranque de programas sanitarios, la otra parte de la realidad, es decir, la que tiene dinámica propia y no se sujeta en modo alguno a las buenas intenciones o encendidos discursos. La capacidad de operación de los gobiernos, en México y otras partes del mundo, en sus primeros días usualmente se caracterizan por intentar dos objetivos: el primero, distinguirse de sus antecesores, y el segundo, aplicar medidas que indiquen cuáles serán las prioridades de la administración entrante.

Bajo este planteamiento, no queda duda hasta el momento de que la seguridad y la salud han ocupado la mayor parte de la atención de los medios de comunicación. Pero la irrupción en el incremento en los precios de un amplio número de alimentos, destacando en primerísimo lugar la tortilla, propicia que los incuestionables avances en las otras dos materias se vean opacados por el descrédito que cualquier autoridad padece a partir de que las condiciones para obtener la mínima alimentación se ven afectadas de un momento a otro. Además de un asunto de popularidad obvio es principalmente un tema de estabilidad. Más allá de lo que refieren posturas y análisis sobre alguna hipotética agitación, la acumulación de sentimientos de inconformidad y frustración nos crean un ambiente poco propicio para emprender los trabajos para construir los acuerdos que nos lleven a reformas como la electoral, hacendaria o de pensiones.

Ha llegado el momento para que las distintas fuerzas políticas y los actores de mayor influencia establezcan claramente los pasos a seguir. Además de los despliegues mediáticos, se requiere una actuación contundente en materia de atención a los sectores marginados, agobiados ahora por el aumento en el precio de la tortilla. A reserva del previsible incremento en el costo del azúcar, la situación puede tornarse complicada en lo económico y en lo político para una administración que, a falta de alianzas políticas efectivas, ha optado por la reconsideración de actores fácticos del poder como son las fuerzas armadas. Pero no puede mantenerse esa táctica durante mucho más tiempo. Llegará el tiempo de los acuerdos.

El siguiente periodo ordinario de sesiones en el Congreso de la Unión arranca el primero de febrero. Ya pasó el cambio de poderes, ya la polarización alcanzó su máximo nivel (ojalá) y parte de esos desacuerdos y desencuentros son los resultados de un programa económico incierto e inestable. La falta de puentes y vías consistentes, y sobre todo confiables para el establecimiento de acuerdos, llevarán al garete todo intento unilateral del gobierno. Ahora la tortilla y el azúcar esperan mejor suerte.

javierolivaposada@prodigy.net.mx

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