Por Daniel Cazés-Menache*



Revista eme-equis

Cuando se relaciona la noción de dictadura con las de despotismo, tiranía y autocracia, es preciso considerar, entre otras de sus características, la concentración y lo ilimitado del poder que se ejerce, y su legitimidad o ilegitimidad.

Un recién estrenado politólogo trashumante subraya que sus reflexiones teóricas u ocurrentes se enfilan sólo a lo que llama dictaduras personales. Olvida que, aunque personificadas en un icono político, las dictaduras fascista, nazi, franquista, soviética, pinochetista y otras no fueron propiamente personales, y que poco importaba que un individuo endiosado apareciera como el propietario caprichoso de todas las decisiones de Estado.

Quienes se quedan con la simple referencia al burócrata dictatorial del más alto nivel y no ven más allá del inmenso poder que sin duda ejerce, de seguro desean eludir que hay dictaduras tan nefastas que sólo tienen como referente momentáneo a señores específicos promovidos en la publicidad como machos viriles todopoderosos.

Estados Unidos y la Unión Soviética (así como lo que queda de ella) han sido dictaduras comandadas, en primer lugar, por los colectivos de interés financiero y político que en esos países controlan la fabricación y la utilización de armamentos y todo lo relacionado de cerca o de lejos con ello.

En México, además, la referencia a dictaduras personales resulta muy útil para eludir la corporativa que vivimos legalmente a partir de 1929, aunque desde antes tuvimos las dictaduras de la correlación de fuerzas militares de los caudillos, y a partir de la década de 1950, de la televisión.

Por supuesto, México no vive bajo una dictadura personal e inconstitucional. La del PRI, como la de los liberales decimonónicos y los “democristianos” del siglo 21, con toda la ilegitimidad que pueda hallárseles, se sustenta en un texto jurídico supremo y en otros menores que permiten llamarla legal y, si no lo es, manipula intereses e interpreta términos para que lo ilegítimo pueda ostentarse como legal.

El hecho de que quien porta la banda tricolor y con ello se convierte en jefe de Estado y de gobierno reciba un cheque en blanco para nombrar a quienes gobernarán con él desde el Ejecutivo federal, es una prerrogativa dictatorial.

Hay países en los que para ocupar la titularidad de un ministerio es obligatorio haber recibido el sufragio de la ciudadanía y acceder al gobierno desde la legislatura y someterse cada día al juicio de ésta. Poseer los medios de manejar el presupuesto nacional con bastante independencia del Legislativo es también una prerrogativa dictatorial.

Enfundarse parcialmente en ropa militar de faena y exhibir las insignias de un general de cinco estrellas (supongo que con base en leyes o reglamentos poco conocidos), es sin duda dictatorial. Obligar a las fuerzas armadas federales a cumplir funciones de policía estatal o municipal y buscar y obtener la complicidad legislativa y judicial para ocultar violaciones a los derechos humanos y a mujeres y jóvenes, muestra hasta dónde llega la certeza de que es posible vivir en dictadura sin que oficialmente lo parezca, y hasta donde esa dictadura admite consensos activos y pasivos.

Asegurar que México votó por el libre mercado y por la mano dura cuando se ocupa la Presidencia, si son ciertas las dudosas cifras oficiales, con apenas un tercio de quienes votaron y bastante menos del electorado, es exhibicionismo mediático como lo es compararse con un dictador personal electo amplísima y limpiamente en dos ocasiones y con el aval de un ex presidente estadunidense.

Emular a nuestro máximo mitógrafo para interpretar el significado de los símbolos de la mexicanidad es imaginar, como el presidente anterior, que cualquier ocurrencia dictatorial es una genialidad, y que tener un micrófono quita al dictador sexenal toda oportunidad de permanecer callado.

Interrumpir a la primera ministra de un país europeo para dar a conocer a todo el universo que el único funcionario mexicano que sabe hacer aquello que se le encargó nunca le hizo saber a su patrón que existió un genio llamado Mozart, no sólo es continuar con la tradición renovada de ignorancia dictatorial. Es también demostrar ante la televisión mundial la actitud machista, misógina y prepotente que caracteriza los actos de dictadores, aunque lo sean de paso. Pero es también una tontería peor que un error político.

Es preciso estar contra las dictaduras de todo tipo, especialmente contra las que pretenden no serlo (los crímenes nazis contaron con todas las aprobaciones jurídicas y con el apoyo de las masas cristianas).

* Doctor en antropología social, es director del Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades de la UNAM y autor de Creación de alternativas en México.

"El Pueblo de México tiene alma colectiva, libertaria y progresista"

No hay comentarios.: