sara lovera
No he conocido una zona más abandonada, como se dice, “de la mano de Dios” que la región carbonífera de Coahuila. La conozco desde hace más de 20 años. El paisaje no ha variado. Las casas, como en campaña, el polvo del carbón que lo nubla todo. Las dificultades para hacer la vida por la falta de agua. Los muertos… la piel seca, las calles quebradizas, los montes.
La semana pasada se murió un hombre en un pocito (igual a mina clandestina o ilegal); hay una nueva viuda. Hace 6 años quedaron en desamparo alrededor de 25 familias en La Morita, en fin, que la pobreza y el descuido, la irresponsabilidad de las autoridades --en los tres niveles de gobierno-- es histórica, antigua y no parece que haya indicadores de cambo.
Pero no todo es negativo: Ahí, en la zona carbonífera, existe una mujer. Se llama Elvira, no tiene más que 33 años, estudió para contadora privada, escribe muy bien y tiene una cara como de sol. Tenía 14 años viviendo con Jorge Vladimir, cuando éste quedó atrapado en la mina Pasta de Conchos el 19 de febrero de 2006.
Elvira tiene ese don que tienen muy pocas personas. Una fortaleza interna que no le ha permitido perder el rumbo desde hace casi un año. Ella es la única familiar o viuda que no recibió la indemnización de la empresa, la Minera México, no por demagogia sino por dignidad.
Pero, además de dignidad, Elvira ha ido conociendo que su dignidad necesitaba algo más: acción. Y ella es la única, entre todas las familias, que ha sido el motor de la recomendación de la Comisión de Derechos Humanos; la denuncia a la OIT, la que consiguió el expediente completo, que muestra la investigación de la Secretaría del Trabajo, sobre las condiciones de la mina, las conductas de los concesionarios, la situación de seguridad e higiene y todo lo que servirá, si hubiera justicia, para responsabilizar a los concesionarios de los crímenes de mineros, tal vez de las últimas tres décadas en la región.
Ella, por último, hoy encabeza la demanda ante la Junta de Conciliación y Arbitraje para nivelar y hacer ajustes en los salarios de los trabajadores que servirán de base a las futuras pensiones para las viudas, un derecho que ha sido escamoteado sistemáticamente en esta región.
La diferencia es que ahora Elvira Martínez Espinosa ya está acompañada por otras familias, abogados, grupos y una conciencia internacional.
Hay otras mujeres reflexionando con ella para avanzar en sus derechos. Estas mujeres están diferenciando entre los “favores”, con los que políticos de todos los tipos pretenden manipular a los pueblos y los derechos, esos que son exigibles, derechos que podrían un día dar ciudadanía a todas y todos en este país.
Este lunes Elvira estuvo en una conferencia de prensa en Saltillo, Coahuila, donde quedó claro que en el caso de Pasta de Conchos, hubo corrupción, complicidad y que la mina operaba sin medidas de seguridad. Pero esto, que parece simple, no se resuelve responsabilizando a empleados de tercera, porque entonces nadie estaría a salvo, todos sabían que así operaba la mina y no por eso son culpables.
La responsabilidad parece centrarse en los concesionarios, el gobierno en el primer nivel, la dirigencia sindical nacional y lo de siempre: gobiernos que se hacen tontos, que no ven, que son cómplices.. Ahora toca mostrar a las autoridades del Estado de Coahuila si están dispuestos a llegar a fondo, sin demagogia.
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