Por: Ricardo Briseño
El contraste destacado por Visión Pública, de que en el 2006 se alcanzó la máxima cifra en exportación de crudo de la historia y, en el mismo sentido, este año se romperá el record de importación de gasolina, nos refleja un poco lo que es Petróleos Mexicanos (PEMEX).
Siendo tal vez la empresa con mayores ganancias del mundo en el 2006, por el alto precio del hidrocarburo (de poco más de 20 dólares por barril durante décadas, que ya le daban ganancia, subió a más de 50), la paraestatal no tiene capacidad para emprender nuevas exploraciones, no puede mantenerse al día en innovación tecnológica, o en darle mantenimiento a sus instalaciones, equipo y ductos; mucho menos en pensar en instalar nuevas refinerías para que México sea autosuficiente en gasolina, aceites y demás derivados, o para pensar incluso en exportar productos acabados en vez de crudo y gas, es decir materia prima.
La crisis financiera en que el Gobierno Federal la han mantenido casi desde siempre, ha tenido diversas razones, algunas de ellas justificables, otras de plano inconfesables, como es el caso de los últimos 24 años, en que el régimen fiscal especial que carga consigo, que rebasa el 60 por ciento de sus ingresos, se han traducido en un superávit presupuestal del Poder Ejecutivo, que le han dado manga ancha al Presidente en turno para usar gigantescos recursos no presupuestados de manera discrecional, arbitraria o hasta ilegal.
En efecto, en sus orígenes PEMEX debió pagar una altísima tasa impositiva porque surgió en un escenario de expropiación de las empresas trasnacionales que antes usufructuaban el petróleo, a las que el Estado tenía que indemnizar. Posteriormente las ganancias sirvieron para la creación de refinerías, que le permitieron al país ser autosuficiente en gasolina por un lapso breve y producir aceites y varios derivados que se utilizan como materia prima en diversas industrias, generando empleos formales y una amplia recaudación fiscal.
Las ganancias de PEMEX (y el virtual decomiso de éstas vía impuestos por el gobierno federal) le permitieron al Estado Mexicano, con precios de alrededor de 20 dólares el barril y exportaciones del orden de los 150 mil barriles diarios, apuntalar un crecimiento económico promedio sostenido del 7% anual durante casi 4 décadas, entre 1940 a 1976. Sin embargo en el sexenio de Fox, exportando más de 1 millón 700 mil barriles diarios a un precio de más de 40 dólares promedio, sólo le permitieron crecer el 1.5% anual.
Cualquier persona con cultura elemental entiende que si antes vendías poco y a un precio módico, ahora que vendes 12 veces más y a más del doble por unidad, tu ganancia debe ser extraordinaria, por lo que la nula creación de empleos, y el raquítico crecimiento del país entre el 2000 y el 2006 sólo se explica con una administración pública desastrosa en términos históricos, con un saqueo desproporcionado del erario público o con ambas cosas.
El estallamiento constante de ductos en Tabasco, Chiapas y varias zonas de la república, como reflejo de la falta del más elemental mantenimiento, o el “boom” de Venezuela, que de ser un país pobre y atrasado se convirtió en el financiero de Centroamérica y el Caribe (destacadamente de Cuba), con una tasa de crecimiento de más del 9% en el 2005 y más del 7 en el 2006, nos dan una idea de lo que es PEMEX: Una mina de oro a la que no se deja crecer y se le mantiene en la pobreza endémica, para generar en la opinión pública un ambiente favorable para ampliar su privatización a manos de los grandes consorcios, sobre todo extranjeros, que tanto ayudaron a Calderón en su campaña, con la guerra sucia anti López Obrador.
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