Wednesday, 21 de February de 2007
Que más se espera para hacer justicia? a quién le toca ejecutar dicha justicia??
YO TE NOMBRO LIBERTAD
FRIDA
El delirio de la palabra, más la deshonestidad política, que siempre se apoderaron de la mente y las acciones del ex presidente Vicente Fox, resultan muy reveladoras de su intervención, abierta y decidida en el proceso electoral del 2 de julio de 2006
Felipe Calderón, como resultado de la voluntad del ex presidente Vicente Fox, de los poderosos, de los poderes fácticos, de algunos intelectuales como Carlos Tello Díaz, el cual se convierte, según José María Pérez Gay, en un representante típico de la calumnia y la mentira, pretende, desde su instalación en el poder, buscar afanosamente, obsesivamente, la legitimación y legalización de su figura presidencial y de sus actos de gobierno, por otras vías, sin contemplar, porque nunca la tuvo, la voluntad popular. Durante sus primeros 75 días de gestión, ha venido
tejiendo alianzas con el Ejército Mexicano, institución que nosotros creíamos estaba alejada de los asuntos políticos de la nación, pero vemos, con preocupación, que regresa para intervenir en esos asuntos y sus acciones se colocan, más allá de la Constitución. En esa obsesión por la legitimación, sin escrúpulos morales o éticos, se alía con las fuerzas políticas del sindicalismo neocorporativo y con los saldos del charrismo sindical, que quedan del movimiento obrero mexicano, mismo
que fue cooptado por la intervención, de más de 40 años, de Fidel Velázquez Sánchez, fiel servidor del poder establecido, hasta su
muerte.
La delincuencia que se ha generado alrededor del narcotráfico, nadie en su sano juicio se opone a su combate, solamente que en la mente de Calderón se anida la idea de querer colocarla como una idea común, que permita la identificación y el apoyo de las mayorías y olvidarse del origen fraudulento de su llegada al poder. Simplemente recordemos que aceptó el incremento al precio de la tortilla y cómo después se convirtió en un defensor de la economía popular, nunca lo impidió, pero de entrada favoreció a los acaparadores del maíz, a los cuales nunca ha mencionado como causantes de los incrementos. Lo anterior se hace con la idea de legitimación y no con la idea de servir realmente a los pobres. Cuando el origen del poder está viciado y fundado en sospechas, sin principios constitucionales y en el pragmatismo, su ejercicio carece de sentido ético, moral y su goce es eminentemente privado, ajeno a lo público.
Pero el delirio de la palabra, pero más la deshonestidad política, que siempre se apoderaron de la mente y las acciones del ex presidente Vicente Fox, resultan muy reveladoras, a la distancia en el tiempo, de su intervención, abierta y decidida, vía spots y eventos oficiales, con dineros públicos, en el proceso electoral del 2 de julio de 2006 y sus actos, violentaron las instituciones encargadas de dicho proceso y consecuentemente, traicionó a la democracia, la República y a la voluntad popular. Hoy, estas son sus palabras pronunciadas, hace unos días, en una conferencia: «Tuve que retirarme y perdí (desafuero contra AMLO). Pero 18 meses después, me desquité cuando ganó mi candidato (Felipe Calderón)».
El pez por su boca muere. Lo seguiremos diciendo, repitiendo, para no olvidar jamás, que la voluntad de la soberanía del pueblo mexicano se violentó por el comportamiento, no transparente, no equitativo, no de certeza, del IFE y del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación y por todos aquellos organismos que intervinieron a favor del candidato oficial. Por eso a Calderón, en cada uno de sus actos de gobierno, le interesa legitimarse y el buen ranchero de Fox le recuerda que no ganó la Presidencia en las urnas y que esa factura se la tiene que pagar, eso sí un poco mejor que a Elba Esther Gordillo Morales, ser intocable.
Como parte del pueblo, estamos obligados moralmente, políticamente a actuar y denunciar ese atropello, esa humillación, esa afrenta a la soberanía popular, por eso Felipe Calderón hace pactos hasta con el diablo y con todas aquellas fuerzas y actores sociales, enemigas de los movimientos sociales y, sobre todo, aquellos que buscan cuestionar y transformar el actual orden de cosas neoliberales y defienden la
propuesta de un proyecto social nuevo, fundado en la justicia, la democracia directa y social, la crítica, la praxis histórica, en donde se garantice la voluntad de vivir dignamente y el estado de libertad y rebelión, sea el principio que oriente el nuevo orden y nunca el valor de cambio. Porque, si observamos detenidamente, lo que la derecha del PAN quiere es el estado de derecho y de excepción, para favorecer a
los poderosos.
Qué difícil es gobernar, conducir los destinos de un país, cuando está ausente y en el exilio la voluntad del pueblo, cuando ésta es traicionada en sus decisiones, cuando aquélla le apostó y le apuesta a un proyecto de izquierda y el fraude le roba la esperanza en la voluntad de vivir de otro modo y además, no resuelven sus reivindicaciones y sus necesidades más apremiantes, pero más grave aún, cuando el poder público se inclina hacia la protección de la acumulación de capital de los que más tienen.
La historia contemporánea de México nos muestra que el Estado mexicano, en su trayectoria histórica, a veces estableció pactos sociales, en donde se compartía la riqueza nacional y los beneficios con los excluidos, los olvidados, los pobres; para muestra de lo que afirmo está el pacto nacional-popular de Lázaro Cárdenas del Río, cuyo rasgo importante fue siempre la inclusión de los más desprotegidos. No olvidemos que con Miguel Alemán Valdez dicho pacto de inclusión se convirtió en corporativo y de ahí hasta hoy. En el periodo de Miguel Alemán se frenó la reforma agraria, aparece el derecho de amparo para proteger a los dueños de las tierras, la cláusula de exclusión sobre los trabajadores urbanos y, sobre todo, se controlaron las reivindicaciones de los trabajadores, hasta que se cumpliera el mito de primero crecer y luego compartir, el cual todavía tiene vigencia y la derecha del PAN lo cumple cabalmente.
Todo desarrollo y crecimiento económico tiene implicaciones ideológicas, no son conceptos neutrales, sin valoraciones, sino que encierran sentidos que nos permiten descubrir hacia dónde se orienta la riqueza de un país y su distribución. En el presente, ese crecimiento y desarrollo se orientan hacia el fortalecimiento de los que más tienen y conscientemente, dejan en la periferia y la marginación a la mayoría de los pobres y explotados del país. De ahí la importancia de transformar el modelo económico y el orden que lo sostiene.
No nos engañemos, este modelo económico de desarrollo y crecimiento neoliberal, que hoy defiende la derecha panista, ayer el PRI, continúa siendo en lo político, una fuerza hegemónica para mantener, conservar, reiterar y sostener el pacto neocorporativo y autoritario, con la finalidad de controlar y reprimir a los movimientos sociales, que no aceptan el orden vigente (APPO, Atenco, zapatistas, organizaciones y partidos de izquierda, etcétera). Y en lo social, no se parece en nada al pacto nacional-popular que implementó el cardenismo en 1934-1940. Ya estamos viendo quiénes son los aliados del pacto de Felipe Calderón, los poderosos y las organizaciones corporativas heredadas del antiguo régimen.
Para las fuerzas de izquierda y progresistas, el pueblo continúa siendo un factor de unidad y siempre debe estar en nuestro horizonte político, dado que es un concepto que puede unificar a todos los movimientos sociales que se oponen al neoliberalismo de hoy. Es buena la crítica, porque nos ayuda a distinguir los pactos de la derecha y los que hacemos con el pueblo.
YO TE NOMBRO LIBERTAD
FRIDA
El delirio de la palabra, más la deshonestidad política, que siempre se apoderaron de la mente y las acciones del ex presidente Vicente Fox, resultan muy reveladoras de su intervención, abierta y decidida en el proceso electoral del 2 de julio de 2006
Felipe Calderón, como resultado de la voluntad del ex presidente Vicente Fox, de los poderosos, de los poderes fácticos, de algunos intelectuales como Carlos Tello Díaz, el cual se convierte, según José María Pérez Gay, en un representante típico de la calumnia y la mentira, pretende, desde su instalación en el poder, buscar afanosamente, obsesivamente, la legitimación y legalización de su figura presidencial y de sus actos de gobierno, por otras vías, sin contemplar, porque nunca la tuvo, la voluntad popular. Durante sus primeros 75 días de gestión, ha venido
tejiendo alianzas con el Ejército Mexicano, institución que nosotros creíamos estaba alejada de los asuntos políticos de la nación, pero vemos, con preocupación, que regresa para intervenir en esos asuntos y sus acciones se colocan, más allá de la Constitución. En esa obsesión por la legitimación, sin escrúpulos morales o éticos, se alía con las fuerzas políticas del sindicalismo neocorporativo y con los saldos del charrismo sindical, que quedan del movimiento obrero mexicano, mismo
que fue cooptado por la intervención, de más de 40 años, de Fidel Velázquez Sánchez, fiel servidor del poder establecido, hasta su
muerte.
La delincuencia que se ha generado alrededor del narcotráfico, nadie en su sano juicio se opone a su combate, solamente que en la mente de Calderón se anida la idea de querer colocarla como una idea común, que permita la identificación y el apoyo de las mayorías y olvidarse del origen fraudulento de su llegada al poder. Simplemente recordemos que aceptó el incremento al precio de la tortilla y cómo después se convirtió en un defensor de la economía popular, nunca lo impidió, pero de entrada favoreció a los acaparadores del maíz, a los cuales nunca ha mencionado como causantes de los incrementos. Lo anterior se hace con la idea de legitimación y no con la idea de servir realmente a los pobres. Cuando el origen del poder está viciado y fundado en sospechas, sin principios constitucionales y en el pragmatismo, su ejercicio carece de sentido ético, moral y su goce es eminentemente privado, ajeno a lo público.
Pero el delirio de la palabra, pero más la deshonestidad política, que siempre se apoderaron de la mente y las acciones del ex presidente Vicente Fox, resultan muy reveladoras, a la distancia en el tiempo, de su intervención, abierta y decidida, vía spots y eventos oficiales, con dineros públicos, en el proceso electoral del 2 de julio de 2006 y sus actos, violentaron las instituciones encargadas de dicho proceso y consecuentemente, traicionó a la democracia, la República y a la voluntad popular. Hoy, estas son sus palabras pronunciadas, hace unos días, en una conferencia: «Tuve que retirarme y perdí (desafuero contra AMLO). Pero 18 meses después, me desquité cuando ganó mi candidato (Felipe Calderón)».
El pez por su boca muere. Lo seguiremos diciendo, repitiendo, para no olvidar jamás, que la voluntad de la soberanía del pueblo mexicano se violentó por el comportamiento, no transparente, no equitativo, no de certeza, del IFE y del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación y por todos aquellos organismos que intervinieron a favor del candidato oficial. Por eso a Calderón, en cada uno de sus actos de gobierno, le interesa legitimarse y el buen ranchero de Fox le recuerda que no ganó la Presidencia en las urnas y que esa factura se la tiene que pagar, eso sí un poco mejor que a Elba Esther Gordillo Morales, ser intocable.
Como parte del pueblo, estamos obligados moralmente, políticamente a actuar y denunciar ese atropello, esa humillación, esa afrenta a la soberanía popular, por eso Felipe Calderón hace pactos hasta con el diablo y con todas aquellas fuerzas y actores sociales, enemigas de los movimientos sociales y, sobre todo, aquellos que buscan cuestionar y transformar el actual orden de cosas neoliberales y defienden la
propuesta de un proyecto social nuevo, fundado en la justicia, la democracia directa y social, la crítica, la praxis histórica, en donde se garantice la voluntad de vivir dignamente y el estado de libertad y rebelión, sea el principio que oriente el nuevo orden y nunca el valor de cambio. Porque, si observamos detenidamente, lo que la derecha del PAN quiere es el estado de derecho y de excepción, para favorecer a
los poderosos.
Qué difícil es gobernar, conducir los destinos de un país, cuando está ausente y en el exilio la voluntad del pueblo, cuando ésta es traicionada en sus decisiones, cuando aquélla le apostó y le apuesta a un proyecto de izquierda y el fraude le roba la esperanza en la voluntad de vivir de otro modo y además, no resuelven sus reivindicaciones y sus necesidades más apremiantes, pero más grave aún, cuando el poder público se inclina hacia la protección de la acumulación de capital de los que más tienen.
La historia contemporánea de México nos muestra que el Estado mexicano, en su trayectoria histórica, a veces estableció pactos sociales, en donde se compartía la riqueza nacional y los beneficios con los excluidos, los olvidados, los pobres; para muestra de lo que afirmo está el pacto nacional-popular de Lázaro Cárdenas del Río, cuyo rasgo importante fue siempre la inclusión de los más desprotegidos. No olvidemos que con Miguel Alemán Valdez dicho pacto de inclusión se convirtió en corporativo y de ahí hasta hoy. En el periodo de Miguel Alemán se frenó la reforma agraria, aparece el derecho de amparo para proteger a los dueños de las tierras, la cláusula de exclusión sobre los trabajadores urbanos y, sobre todo, se controlaron las reivindicaciones de los trabajadores, hasta que se cumpliera el mito de primero crecer y luego compartir, el cual todavía tiene vigencia y la derecha del PAN lo cumple cabalmente.
Todo desarrollo y crecimiento económico tiene implicaciones ideológicas, no son conceptos neutrales, sin valoraciones, sino que encierran sentidos que nos permiten descubrir hacia dónde se orienta la riqueza de un país y su distribución. En el presente, ese crecimiento y desarrollo se orientan hacia el fortalecimiento de los que más tienen y conscientemente, dejan en la periferia y la marginación a la mayoría de los pobres y explotados del país. De ahí la importancia de transformar el modelo económico y el orden que lo sostiene.
No nos engañemos, este modelo económico de desarrollo y crecimiento neoliberal, que hoy defiende la derecha panista, ayer el PRI, continúa siendo en lo político, una fuerza hegemónica para mantener, conservar, reiterar y sostener el pacto neocorporativo y autoritario, con la finalidad de controlar y reprimir a los movimientos sociales, que no aceptan el orden vigente (APPO, Atenco, zapatistas, organizaciones y partidos de izquierda, etcétera). Y en lo social, no se parece en nada al pacto nacional-popular que implementó el cardenismo en 1934-1940. Ya estamos viendo quiénes son los aliados del pacto de Felipe Calderón, los poderosos y las organizaciones corporativas heredadas del antiguo régimen.
Para las fuerzas de izquierda y progresistas, el pueblo continúa siendo un factor de unidad y siempre debe estar en nuestro horizonte político, dado que es un concepto que puede unificar a todos los movimientos sociales que se oponen al neoliberalismo de hoy. Es buena la crítica, porque nos ayuda a distinguir los pactos de la derecha y los que hacemos con el pueblo.
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