Angel Guerra Cabrera
Existe una estrecha interacción entre las distintas resistencias al imperialismo en cualquier parte del mundo, aun cuando sus protagonistas no siempre tengan conciencia de ello. La resistencia iraquí y su impacto en América Latina así lo demuestran.
Cuando Estados Unidos ocupó Irak en marzo de 2003, el plan de operaciones del Pentágono preveía una suerte de parada militar. El país árabe se estabilizaría rápidamente, un gobierno "moderado" y "democrático" con fuerzas armadas entrenadas por los invasores aseguraría el orden, el país sería reconstruido y sustanciales contingentes de tropas estadunidenses se retirarían gradualmente hasta quedar en diciembre de 2006 sólo 5 mil efectivos. Vale recordar que el commander in chief Bush, disfrazado de piloto de combate, muy marcial él a bordo del portaviones nuclear Abraham Lincoln, declaró el "fin de las principales operaciones militares" pocas semanas después de iniciada la invasión.
Sin embargo, la realidad en el campo de batalla ha resultado muy lejana a ese sueño de una noche de verano y resulta que cuando según el plan la "misión" debía estar cumplida, Bush en un acto desesperado no atina más que a ordenar un incremento de las tropas, en contra de la opinión de innumerables jefes militares y de sus propios compatriotas. Aunque el régimen de Saddam Hussein mostró poca voluntad de combatir, en cuestión de meses y para sorpresa de quienes siempre han despreciado a los pueblos, se levantó una activa guerrilla patriótica, principalmente sunita, que ha inmovilizado a los invasores infligiéndoles severas pérdidas. Unidas la sistemática mentira, las torturas y los pingües negocios en la guerra y en la "reconstrucción" de altos funcionarios y de compañías allegadas al clan Bush, han derrumbado el crédito y la popularidad del emperador en casa. Todas las encuestas muestran que una gran mayoría de iraquíes desea la retirada de los invasores, dato sin el cual no se explicaría el éxito de la resistencia.
Estados Unidos no ha cumplido ninguno de los objetivos militares y políticos que se proponía en Irak. Desconcertado, sus improvisadas acciones han contribuido a fragmentar el país y a provocar deliberadamente una sangrienta guerra interconfesional paralela a la resistencia, tornándolo cada vez más ingobernable, lo que se agravará con la llegada del contingente de refuerzo. Al empantanamiento en Irak se suma una grave situación en Afganistán, adonde también serán enviados nuevos miles de soldados, por no mencionar la paliza propinada al aliado israelí en Líbano por la resistencia nacional nucleada en torno a Hezbollah y el incondicional y descarado apoyo de Bush al régimen sionista respecto de Palestina, que ha elevado a niveles sin precedente el odio de los musulmanes contra el imperialismo estadunidense.
Mientras Bush invadía Irak, América Latina experimentaba un imparable proceso de luchas por la soberanía y la justicia social. Acciones de masas derrocaban mandatarios neoliberales, colocaban los derechos de los pueblos indígenas y la oposición al "libre comercio" en la agenda política, llevaban al gobierno a presidentes más comprometidos con sus pueblos y cerraban el paso al Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA). Venezuela derrotaba los sucesivos intentos subversivos de Estados Unidos y tomaba una orientación socialista, Evo Morales llegaba a la presidencia de Bolivia e iniciaba un proceso de rescate de los recursos naturales y la dignidad nacional, Rafael Correa arribaba al gobierno en Ecuador con las banderas del movimiento popular, Lula da Silva era relegido y el sandinismo regresaba en Nicaragua. La integración latinoamericana avanzaba y la Alternativa Bolivariana para América (ALBA) congrega ya a Venezuela, Cuba, Bolivia, Nicaragua, Antigua y Barbuda, Dominica y San Vicente y las Granadinas.
Cuba consolida sus conquistas socialistas, derrota la guerra económica y los planes desestabilizadores fraguados por el imperio, que ha tratado inútilmente de fabricar el pretexto para una invasión mediante el uso de su esmirriada quinta columna interna, la complicidad de serviles gobiernos europeos y una masiva campaña de mentiras.
Al heroísmo con que ha defendido su patria, a la resistencia iraquí hay que reconocerle el mérito de haber restado posibilidades al bushismo de concentrarse contra la rebelión de América Latina, donde hoy se libra la batalla fundamental contra el imperialismo estadunidense a escala mundial.
Existe una estrecha interacción entre las distintas resistencias al imperialismo en cualquier parte del mundo, aun cuando sus protagonistas no siempre tengan conciencia de ello. La resistencia iraquí y su impacto en América Latina así lo demuestran.
Cuando Estados Unidos ocupó Irak en marzo de 2003, el plan de operaciones del Pentágono preveía una suerte de parada militar. El país árabe se estabilizaría rápidamente, un gobierno "moderado" y "democrático" con fuerzas armadas entrenadas por los invasores aseguraría el orden, el país sería reconstruido y sustanciales contingentes de tropas estadunidenses se retirarían gradualmente hasta quedar en diciembre de 2006 sólo 5 mil efectivos. Vale recordar que el commander in chief Bush, disfrazado de piloto de combate, muy marcial él a bordo del portaviones nuclear Abraham Lincoln, declaró el "fin de las principales operaciones militares" pocas semanas después de iniciada la invasión.
Sin embargo, la realidad en el campo de batalla ha resultado muy lejana a ese sueño de una noche de verano y resulta que cuando según el plan la "misión" debía estar cumplida, Bush en un acto desesperado no atina más que a ordenar un incremento de las tropas, en contra de la opinión de innumerables jefes militares y de sus propios compatriotas. Aunque el régimen de Saddam Hussein mostró poca voluntad de combatir, en cuestión de meses y para sorpresa de quienes siempre han despreciado a los pueblos, se levantó una activa guerrilla patriótica, principalmente sunita, que ha inmovilizado a los invasores infligiéndoles severas pérdidas. Unidas la sistemática mentira, las torturas y los pingües negocios en la guerra y en la "reconstrucción" de altos funcionarios y de compañías allegadas al clan Bush, han derrumbado el crédito y la popularidad del emperador en casa. Todas las encuestas muestran que una gran mayoría de iraquíes desea la retirada de los invasores, dato sin el cual no se explicaría el éxito de la resistencia.
Estados Unidos no ha cumplido ninguno de los objetivos militares y políticos que se proponía en Irak. Desconcertado, sus improvisadas acciones han contribuido a fragmentar el país y a provocar deliberadamente una sangrienta guerra interconfesional paralela a la resistencia, tornándolo cada vez más ingobernable, lo que se agravará con la llegada del contingente de refuerzo. Al empantanamiento en Irak se suma una grave situación en Afganistán, adonde también serán enviados nuevos miles de soldados, por no mencionar la paliza propinada al aliado israelí en Líbano por la resistencia nacional nucleada en torno a Hezbollah y el incondicional y descarado apoyo de Bush al régimen sionista respecto de Palestina, que ha elevado a niveles sin precedente el odio de los musulmanes contra el imperialismo estadunidense.
Mientras Bush invadía Irak, América Latina experimentaba un imparable proceso de luchas por la soberanía y la justicia social. Acciones de masas derrocaban mandatarios neoliberales, colocaban los derechos de los pueblos indígenas y la oposición al "libre comercio" en la agenda política, llevaban al gobierno a presidentes más comprometidos con sus pueblos y cerraban el paso al Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA). Venezuela derrotaba los sucesivos intentos subversivos de Estados Unidos y tomaba una orientación socialista, Evo Morales llegaba a la presidencia de Bolivia e iniciaba un proceso de rescate de los recursos naturales y la dignidad nacional, Rafael Correa arribaba al gobierno en Ecuador con las banderas del movimiento popular, Lula da Silva era relegido y el sandinismo regresaba en Nicaragua. La integración latinoamericana avanzaba y la Alternativa Bolivariana para América (ALBA) congrega ya a Venezuela, Cuba, Bolivia, Nicaragua, Antigua y Barbuda, Dominica y San Vicente y las Granadinas.
Cuba consolida sus conquistas socialistas, derrota la guerra económica y los planes desestabilizadores fraguados por el imperio, que ha tratado inútilmente de fabricar el pretexto para una invasión mediante el uso de su esmirriada quinta columna interna, la complicidad de serviles gobiernos europeos y una masiva campaña de mentiras.
Al heroísmo con que ha defendido su patria, a la resistencia iraquí hay que reconocerle el mérito de haber restado posibilidades al bushismo de concentrarse contra la rebelión de América Latina, donde hoy se libra la batalla fundamental contra el imperialismo estadunidense a escala mundial.
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