josé gil olmos
México, D.F., 21 de febrero (apro).- Vicente Fox ha dado señales claras de lo que puede llegar a ser para Felipe Calderón: de pieza fundamental en su sospechosa victoria puede convertirse en el gafe, en la desgracia o el ave de mal agüero a lo largo de su gobierno.
Con Fox se puede aplicar, sin ninguna duda, aquella frase de “genio y figura, hasta la sepultura”. Pero aún más, no es difícil aventurarse en pensar que en medio de la guerra interna en la dirigencia del PAN las declaraciones del guanajuatense fueron un aviso a Calderón para recordarle que, gracias a su apoyo, ganó y que por ello tiene el derecho y la fuerza para luchar por los espacios internos y la selección de las próximas candidaturas a gobernadores y diputados en las elecciones del 2009.
De ser cierto esto, estaríamos hablando de la formación de una corriente foxista emparejada con la ultraderecha representada por el actual dirigente nacional del PAN, Manuel Espino.
Por eso, luego de escuchar sus primeras declaraciones como exmandatario, algunos miembros del gabinete calderonista piensen en sus adentros que Andrés Manuel López Obrador tenía toda la razón cuando le espetó “¡Cállate chachalaca!”, por sus constantes declaraciones.
Después de las múltiples sospechas con las que ganó el 2 de julio del 2006, producto sobre todo de las evidentes intervenciones de Fox, Calderón ha tratado de escudarse en la resolución del Tribunal Electoral para defenderse. No obstante, toda excusa legal o argumentación institucional esgrimida se derrumban cuando Fox reconoce públicamente que fue él quien le ganó a López Obrador aquel primer domingo de julio, imponiendo a Calderón desde Los Pinos.
Con esta revelación, la legitimidad de la unción de Felipe Calderón ha quedado aún más dañada y, al mismo tiempo, se corrobora que el expresidente, seguramente impulsado por Marta Sahagún, aún tiene deseos de ejercer poder.
Pero la herencia que deja Fox a Calderón es muy pesada, pues se trata de una cascada de serias irregularidades cometidas en su sexenio que, al parecer, y siguiendo el más puro estilo de los gobernantes del PRI, los panistas han decidido ignorarlas bajo la impunidad en el ejercicio del poder, lo cual le traerá consecuencias en el futuro.
No han pasado ni tres meses al frente del gobierno federal y Calderón ya empieza a enfrentar los yerros que tuvo Fox a lo largo de su administración. Un ejemplo de ello es la acusación hecha por el gobernador de Coahuila, Humberto Moreira, de que Fox lo presionó para que declarara culpable a Napoleón Gómez Urrutia de la muerte de 65 mineros de Pasta de Conchos.
Esta acusación de Moreira es una prueba para Calderón, pues si no las toma en cuenta, será visto como un presidente cómplice de las tropelías de su antecesor y, al mismo tiempo, como un mandatario insensible para atender una de las tragedias más profundas que el sector minero ha sufrido.
No es difícil prever que más adelante habrá demandas ciudadanas para que se investiguen los múltiples negocios irregulares que realizaron los hijos de Marta Sahagún, bajo la égida del poder presidencial.
Aunque no lo quiera Calderón, el caso de los hermanos Bibriesca es una investigación pendiente hasta el momento y no existe ninguna justificación legal o política para no atender este ejemplo de riqueza inexplicable que solaparon las autoridades hacendarias, judiciales y aun legislativas cuando se denunció en los medios de comunicación.
Más allá de la indolencia de Fox, la actuación de los Bibriesca se ha convertido en la representación emblemática de la corrupción de los gobiernos emergidos del PAN, un partido que precisamente se fundó para luchar en contra de la impunidad y la descomposición del poder detentado por el PRI.
Otra herencia foxista son los litigios que han empezado a aparecer sobre la propiedad de los terrenos colindantes a las playas del Tamarindillo, ya que muchos de los ejidatarios han denunciado que fueron presionados o engañados por Cosme Mares, abogado del expresidente, para que vendieran sus propiedades.
Quedan pendientes también las cuentas de Marta Sahagún, quien desde la cabañita de Los Pinos hizo y deshizo a su antojo las instituciones, poniéndolas a su servicio para proteger a sus hijos de las denuncias de tráfico de influencia y, al mismo tiempo, para mantener su fundación Vamos México, la que resultó un verdadero fracaso.
La lista de pendientes que Fox heredó a Calderón es larga y difícil de resolver. De ahí que en Los Pinos se escuche continuamente, “nos dejó un país a la deriva” cada vez que se refieren a la administración pasada.
Es evidente que estamos ante las primeras páginas de la historia del PAN al frente de la Presidencia de la República, y estas ya están salpicadas por lo mismo que tanto criticaron: sospecha de fraude, corrupción, tráfico de influencias, ocultación de actos ilegales y la impunidad como forma de gobierno.
México, D.F., 21 de febrero (apro).- Vicente Fox ha dado señales claras de lo que puede llegar a ser para Felipe Calderón: de pieza fundamental en su sospechosa victoria puede convertirse en el gafe, en la desgracia o el ave de mal agüero a lo largo de su gobierno.
Con Fox se puede aplicar, sin ninguna duda, aquella frase de “genio y figura, hasta la sepultura”. Pero aún más, no es difícil aventurarse en pensar que en medio de la guerra interna en la dirigencia del PAN las declaraciones del guanajuatense fueron un aviso a Calderón para recordarle que, gracias a su apoyo, ganó y que por ello tiene el derecho y la fuerza para luchar por los espacios internos y la selección de las próximas candidaturas a gobernadores y diputados en las elecciones del 2009.
De ser cierto esto, estaríamos hablando de la formación de una corriente foxista emparejada con la ultraderecha representada por el actual dirigente nacional del PAN, Manuel Espino.
Por eso, luego de escuchar sus primeras declaraciones como exmandatario, algunos miembros del gabinete calderonista piensen en sus adentros que Andrés Manuel López Obrador tenía toda la razón cuando le espetó “¡Cállate chachalaca!”, por sus constantes declaraciones.
Después de las múltiples sospechas con las que ganó el 2 de julio del 2006, producto sobre todo de las evidentes intervenciones de Fox, Calderón ha tratado de escudarse en la resolución del Tribunal Electoral para defenderse. No obstante, toda excusa legal o argumentación institucional esgrimida se derrumban cuando Fox reconoce públicamente que fue él quien le ganó a López Obrador aquel primer domingo de julio, imponiendo a Calderón desde Los Pinos.
Con esta revelación, la legitimidad de la unción de Felipe Calderón ha quedado aún más dañada y, al mismo tiempo, se corrobora que el expresidente, seguramente impulsado por Marta Sahagún, aún tiene deseos de ejercer poder.
Pero la herencia que deja Fox a Calderón es muy pesada, pues se trata de una cascada de serias irregularidades cometidas en su sexenio que, al parecer, y siguiendo el más puro estilo de los gobernantes del PRI, los panistas han decidido ignorarlas bajo la impunidad en el ejercicio del poder, lo cual le traerá consecuencias en el futuro.
No han pasado ni tres meses al frente del gobierno federal y Calderón ya empieza a enfrentar los yerros que tuvo Fox a lo largo de su administración. Un ejemplo de ello es la acusación hecha por el gobernador de Coahuila, Humberto Moreira, de que Fox lo presionó para que declarara culpable a Napoleón Gómez Urrutia de la muerte de 65 mineros de Pasta de Conchos.
Esta acusación de Moreira es una prueba para Calderón, pues si no las toma en cuenta, será visto como un presidente cómplice de las tropelías de su antecesor y, al mismo tiempo, como un mandatario insensible para atender una de las tragedias más profundas que el sector minero ha sufrido.
No es difícil prever que más adelante habrá demandas ciudadanas para que se investiguen los múltiples negocios irregulares que realizaron los hijos de Marta Sahagún, bajo la égida del poder presidencial.
Aunque no lo quiera Calderón, el caso de los hermanos Bibriesca es una investigación pendiente hasta el momento y no existe ninguna justificación legal o política para no atender este ejemplo de riqueza inexplicable que solaparon las autoridades hacendarias, judiciales y aun legislativas cuando se denunció en los medios de comunicación.
Más allá de la indolencia de Fox, la actuación de los Bibriesca se ha convertido en la representación emblemática de la corrupción de los gobiernos emergidos del PAN, un partido que precisamente se fundó para luchar en contra de la impunidad y la descomposición del poder detentado por el PRI.
Otra herencia foxista son los litigios que han empezado a aparecer sobre la propiedad de los terrenos colindantes a las playas del Tamarindillo, ya que muchos de los ejidatarios han denunciado que fueron presionados o engañados por Cosme Mares, abogado del expresidente, para que vendieran sus propiedades.
Quedan pendientes también las cuentas de Marta Sahagún, quien desde la cabañita de Los Pinos hizo y deshizo a su antojo las instituciones, poniéndolas a su servicio para proteger a sus hijos de las denuncias de tráfico de influencia y, al mismo tiempo, para mantener su fundación Vamos México, la que resultó un verdadero fracaso.
La lista de pendientes que Fox heredó a Calderón es larga y difícil de resolver. De ahí que en Los Pinos se escuche continuamente, “nos dejó un país a la deriva” cada vez que se refieren a la administración pasada.
Es evidente que estamos ante las primeras páginas de la historia del PAN al frente de la Presidencia de la República, y estas ya están salpicadas por lo mismo que tanto criticaron: sospecha de fraude, corrupción, tráfico de influencias, ocultación de actos ilegales y la impunidad como forma de gobierno.
Comentario: pero hasta eso el par de pandejos no hacen mal dueto, ambos se ven bien apostando por ser el más torpe de la nación.
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