Adolfo Sánchez Rebolledo
Durante la campaña electoral, Felipe Calderón se planteó "rebasar por la izquierda" a su principal adversario. Ahora, cumplidos los dos primeros meses de gobierno, se ha olvidado por completo de tales aspiraciones. Y no es para menos. La crisis de la tortilla canceló las fantasías económicas, poniendo a la vista el duro rostro de la realidad: el país es más vulnerable y menos dueño de su propio destino que nunca. El mercado no ha resuelto el grave problema de asegurar el abasto de alimentos básicos sin favorecer a los especuladores, cuya impunidad está más que asegurada. Tampoco hay crecimiento; menos, redistribución y empleo. Esa es la triste verdad.
Calderón puede decir a los grandes empresarios del planeta que "México es un seguro contra el populismo", aunque carezcamos de una política nacional alimentaria digna de tal nombre, en parte por imprevisión y torpeza, aunque una de las razones sea la dependencia ideológica respecto a los dogmas del ya decrépito "consenso de Washintong" convertido en el catecismo inamovible de los beneficiarios de la globalización "sin alternativas.
Es esa manera de ver y pensar la realidad mundial, la que lleva a Calderón a confrontaciones que parecen innecesarias, a darle lecciones a los demás sobre asuntos que en México no están resueltos, como el destino de la democracia tras las elecciones de 2006 o el papel que le tocará al Estado desempeñar en Latinoamérica, dado el contexto de integración al vecino del norte. Es imposible pensar en el futuro, como pide Calderón, sin reconocer que la expansión del capitalismo no trajo la era de prosperidad prometida, lo cual obliga a pensar en un cambio de rumbo, no en la reiteración cansina de los tópicos de 1989-1994. No incorporar la crítica de lo ocurrido es desconocer que la globalización por sí misma no producirá fatalmente mejores condiciones de vida para la mayoría de la sociedad humana, antes al contrario: con ella también ha crecido la desigualdad, la pobreza adquiere la dimensión de una catástrofe universal. La increíble modernización productiva, dejada a la suerte de los mercados, deja en la indefensión a millones de seres humanos carentes de todo frente a la obscena concentración de la riqueza, situación propicia para la aparición de otros conflictos de orden religioso y nacional de gran explosividad. El orden mundial está sujeto a fuerzas cada vez más irracionales e incontrolables, así que no hay motivos para idealizar ese camino como hace Calderón.
Sin embargo, pretende dar lecciones a otros o, al menos eso intentó con sus intervenciones en Davos. Al hablar del "dilema" latinoamericano, volvió a defender la neutralidad del desarrollo capitalista, así como la inutilidad de la distinción política entre "izquierda" y "derecha", en un nuevo intento de eludir una definición propia: "... Lo que quiero decir afirmó textualmente, que ese dilema, precisamente, no es entre izquierda y derecha, sino entre pasado y futuro, es entre si decidimos fortalecer la democracia, que es el camino del futuro, o decidimos volver a regímenes dictatoriales del pasado". En otras palabras, prosigue: el dilema "es si vamos a promover, precisamente, mercados cada vez más rápidos (sic) y cada vez más diversos, inversiones cada vez más globales, o vamos a volver a regímenes del pasado, de economías cerradas y centralmente planificadas, controladas por el Gobierno a través de expropiaciones" (cursivas ASR). He aquí, en síntesis, la visión del gobierno mexicano en torno a las opciones latinoamericanas.
La pregunta obligada es si tales "dilemas" corresponden a la situación actual o son, sencillamente, la versión ideológica de los fantasmas recurrentes de la derecha presentados de una manera tramposa para atacar a otros gobiernos, ensalzando los méritos propios, así sean imaginarios. Cuando el Presidente declara que existe el riesgo de volver al pasado, es decir, repito, a "regímenes del pasado, de economías cerradas y centralmente planificadas, controladas por el Gobierno a través de expropiaciones", entiendo que no se refiere a nuestro continente ni a su historia, aunque lo diga explícitamente, pues si aquí bien registramos innumerables dictaduras (derechistas) ninguna proponía economías cerradas y menos "centralmente planificadas", a menos que el intervencionismo estatal, la desaparecida "sustitución de importaciones" o las economías mixtas que favorecieron el ascenso de los capitalismos nacionales y las oligarquías, se consideren expresiones del "socialismo real" o simples manifestaciones del populismo que ahora con tanto fervor se crítica sin el menor rigor teórico. ¿Mala memoria? ¿Confusión en los términos de la ecuación? ¿Dificultad para verbalizar la postura real del gobierno ante sus pares "incómodos"? Tal vez, pero si no se refiere al pasado histórico, entonces convendría precisar de qué habla el sibilino presidente Calderón. O padecer respuestas como la que recibió del brasileño Luis Inacio Lula, quien rechazó con elegancia las imputaciones implícitas a Bolivia y Venezuela respecto de las nacionalizaciones estigmatizadas por el mexicano.
En el fondo, dichas bravatas, innecesarias desde el punto de vista diplomático, sólo confirman que la visión reaccionaria de su partido sigue presente, sólo que ya no se trata de la doctrina anticomunista "clásica" de otras épocas, sino de la readaptación, en clave democrática, de los mismo viejos reflejos, aplicados ahora contra el "populismo", el nuevo fantasma que según los agoreros amenaza al continente. Lo peor es que esa rendija Felipe Calderón pretende elevar el protagonismo de México, perdido gracias al utopismo neoliberal del gobierno anterior. A querer o no, quiso congraciarse con los grandes empresarios europeos sin advertir y reconocer que el verdadero destinatario de sus planteamientos está en Norteamérica y en los cuarteles de la derecha "iberoamericana", encabezada por el Partido Popular de Aznar, a cuyos jefes quiso lisonjear Manuel Espino mediante una abyecta declaración contra Rodríguez Zapatero, la cual al final obligó a una penosa rectificación del visitante. ¿Y no era Felipe Calderón el que iba a "rebasar por la izquierda?" En fin.
Durante la campaña electoral, Felipe Calderón se planteó "rebasar por la izquierda" a su principal adversario. Ahora, cumplidos los dos primeros meses de gobierno, se ha olvidado por completo de tales aspiraciones. Y no es para menos. La crisis de la tortilla canceló las fantasías económicas, poniendo a la vista el duro rostro de la realidad: el país es más vulnerable y menos dueño de su propio destino que nunca. El mercado no ha resuelto el grave problema de asegurar el abasto de alimentos básicos sin favorecer a los especuladores, cuya impunidad está más que asegurada. Tampoco hay crecimiento; menos, redistribución y empleo. Esa es la triste verdad.
Calderón puede decir a los grandes empresarios del planeta que "México es un seguro contra el populismo", aunque carezcamos de una política nacional alimentaria digna de tal nombre, en parte por imprevisión y torpeza, aunque una de las razones sea la dependencia ideológica respecto a los dogmas del ya decrépito "consenso de Washintong" convertido en el catecismo inamovible de los beneficiarios de la globalización "sin alternativas.
Es esa manera de ver y pensar la realidad mundial, la que lleva a Calderón a confrontaciones que parecen innecesarias, a darle lecciones a los demás sobre asuntos que en México no están resueltos, como el destino de la democracia tras las elecciones de 2006 o el papel que le tocará al Estado desempeñar en Latinoamérica, dado el contexto de integración al vecino del norte. Es imposible pensar en el futuro, como pide Calderón, sin reconocer que la expansión del capitalismo no trajo la era de prosperidad prometida, lo cual obliga a pensar en un cambio de rumbo, no en la reiteración cansina de los tópicos de 1989-1994. No incorporar la crítica de lo ocurrido es desconocer que la globalización por sí misma no producirá fatalmente mejores condiciones de vida para la mayoría de la sociedad humana, antes al contrario: con ella también ha crecido la desigualdad, la pobreza adquiere la dimensión de una catástrofe universal. La increíble modernización productiva, dejada a la suerte de los mercados, deja en la indefensión a millones de seres humanos carentes de todo frente a la obscena concentración de la riqueza, situación propicia para la aparición de otros conflictos de orden religioso y nacional de gran explosividad. El orden mundial está sujeto a fuerzas cada vez más irracionales e incontrolables, así que no hay motivos para idealizar ese camino como hace Calderón.
Sin embargo, pretende dar lecciones a otros o, al menos eso intentó con sus intervenciones en Davos. Al hablar del "dilema" latinoamericano, volvió a defender la neutralidad del desarrollo capitalista, así como la inutilidad de la distinción política entre "izquierda" y "derecha", en un nuevo intento de eludir una definición propia: "... Lo que quiero decir afirmó textualmente, que ese dilema, precisamente, no es entre izquierda y derecha, sino entre pasado y futuro, es entre si decidimos fortalecer la democracia, que es el camino del futuro, o decidimos volver a regímenes dictatoriales del pasado". En otras palabras, prosigue: el dilema "es si vamos a promover, precisamente, mercados cada vez más rápidos (sic) y cada vez más diversos, inversiones cada vez más globales, o vamos a volver a regímenes del pasado, de economías cerradas y centralmente planificadas, controladas por el Gobierno a través de expropiaciones" (cursivas ASR). He aquí, en síntesis, la visión del gobierno mexicano en torno a las opciones latinoamericanas.
La pregunta obligada es si tales "dilemas" corresponden a la situación actual o son, sencillamente, la versión ideológica de los fantasmas recurrentes de la derecha presentados de una manera tramposa para atacar a otros gobiernos, ensalzando los méritos propios, así sean imaginarios. Cuando el Presidente declara que existe el riesgo de volver al pasado, es decir, repito, a "regímenes del pasado, de economías cerradas y centralmente planificadas, controladas por el Gobierno a través de expropiaciones", entiendo que no se refiere a nuestro continente ni a su historia, aunque lo diga explícitamente, pues si aquí bien registramos innumerables dictaduras (derechistas) ninguna proponía economías cerradas y menos "centralmente planificadas", a menos que el intervencionismo estatal, la desaparecida "sustitución de importaciones" o las economías mixtas que favorecieron el ascenso de los capitalismos nacionales y las oligarquías, se consideren expresiones del "socialismo real" o simples manifestaciones del populismo que ahora con tanto fervor se crítica sin el menor rigor teórico. ¿Mala memoria? ¿Confusión en los términos de la ecuación? ¿Dificultad para verbalizar la postura real del gobierno ante sus pares "incómodos"? Tal vez, pero si no se refiere al pasado histórico, entonces convendría precisar de qué habla el sibilino presidente Calderón. O padecer respuestas como la que recibió del brasileño Luis Inacio Lula, quien rechazó con elegancia las imputaciones implícitas a Bolivia y Venezuela respecto de las nacionalizaciones estigmatizadas por el mexicano.
En el fondo, dichas bravatas, innecesarias desde el punto de vista diplomático, sólo confirman que la visión reaccionaria de su partido sigue presente, sólo que ya no se trata de la doctrina anticomunista "clásica" de otras épocas, sino de la readaptación, en clave democrática, de los mismo viejos reflejos, aplicados ahora contra el "populismo", el nuevo fantasma que según los agoreros amenaza al continente. Lo peor es que esa rendija Felipe Calderón pretende elevar el protagonismo de México, perdido gracias al utopismo neoliberal del gobierno anterior. A querer o no, quiso congraciarse con los grandes empresarios europeos sin advertir y reconocer que el verdadero destinatario de sus planteamientos está en Norteamérica y en los cuarteles de la derecha "iberoamericana", encabezada por el Partido Popular de Aznar, a cuyos jefes quiso lisonjear Manuel Espino mediante una abyecta declaración contra Rodríguez Zapatero, la cual al final obligó a una penosa rectificación del visitante. ¿Y no era Felipe Calderón el que iba a "rebasar por la izquierda?" En fin.
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