JOSE GALAN
La lipofobia pánico a engordar actualmente se encuentra muy extendida entre niños y jóvenes mexicanos, sobre todo del sexo femenino. Para ellos, según un estudio encabezado por Gilda Gómez Pérez-Mitre, catedrática de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), una niña obesa es sinónimo de "fea, prieta y tonta".
Según los resultados de un sondeo que la académica y su grupo de trabajo aplicaron a casi 10 mil estudiantes de diversas escuelas públicas y privadas, 63 por ciento de los encuestados consideraron que estar gorda equivale a "bajo nivel intelectual" y no ser una "güerita" atractiva. Y esta es una respuesta típica de la lipofobia, que en parte responde también a la cultura de los estereotipos de una belleza anglosajona, promovida por los medios estadunidenses.
Y en una sociedad como la mexicana, las respuestas de los jóvenes arrojan un alto nivel de insatisfacción con su constitución física. La obesidad en México alcanza ya niveles de alarma en términos de salud. Cifras del Instituto Nacional de Salud Pública arrojan que siete de cada 10 adultos tienen sobrepeso u obesidad, es decir, 70 por ciento de la población mayor de 18 años presenta por lo menos un factor de riesgo cardiovascular con peligro de muerte. Y, lo que es peor, más de 60 por ciento no lo sabe.
Los resultados de la encuesta, que han sido motivo de estudio desde 2001, arrojan una transculturización que hace de la delgadez un valor de vida fundamental, aunque no se dote a los jóvenes de herramientas necesarias para mantener un cuerpo sano, más allá de lo simplemente "estético". Así, por ejemplo, ante la pregunta: ¿cómo defines a una niña gorda?, la mayoría de los entrevistados respondió con rechazo hacia el sobrepeso femenino. Sólo 37 por ciento la asoció con términos como "simpática y agradable", o en términos neutros, como "pesada" o "grande".
Para el equipo de académicos de la Facultad de Psicología, que encabeza Pérez-Mitre, esta percepción real entre los jóvenes es, en parte, una de las razones de que las niñas, jovencitas y jóvenes mexicanos contraigan la lipofobia y caigan en pánico por engordar, aun cuando su peso sea menor al normal, lo que deriva en enfermedades graves, como bulimia y anorexia.
El trabajo de los investigadores busca no sólo determinar los mecanismos que llevan a los jóvenes a rechazar la gordura, "aunque sean unos kilitos de más", sino la forma de contrarrestar lo que para algunos consiste en una distorsión "producto de los estereotipos" que la cultura anglosajona busca imponer en todo el mundo: una mujer delgada es atractiva, exitosa, buena madre y mejor esposa, además de tener mayores oportunidades profesionales.
Para revertir estas nociones, los académicos enfrentan un verdadero reto. En este mundo globalizado, donde el bombardeo propagandístico vale miles de millones de dólares, es necesario hacer entender, sobre todo a las jóvenes, que esos "ideales" son inalcanzables por razones genéticas, culturales, alimenticias y físicas. Ante esta situación, lo que buscan es promover un nuevo discurso en el que los valores y raíces culturales propios del país tengan mayor peso ante el embate extranjero.
Y uno de los objetivos, además de contrarrestar la influencia "equivocada" de los medios de comunicación, es también la modificación de la forma en que se trata el tema dentro de la familia, donde en la gran mayoría de los casos el éxito se relaciona con la delgadez, la "buena forma". También, como demuestran los resultados de la encuesta, la escuela es otro de los objetivos a atacar en términos de concepción de la belleza, más allá del físico.
Los académicos advierten que cuando la madre se queja con su hija: "¡ay, qué gorda estoy! ¡Qué horrible, debo hacer dieta!", o cuando le dice: "¡mi'jita, estás bien gorda!", provoca en la niña conductas que pueden desembocar en un verdadero desequilibrio nervioso, emocional y alimenticio.
El remedio debe estar, advierten los expertos, en elevar la autoestima de las mujeres, cambiar sus condiciones de vida y ayudarlas a crear imágenes alternativas, al tiempo que se desarrolla entre los estudiantes una "actitud crítica" hacia los medios de comunicación. Y aquí añaden la Secretaría de Educación Pública debiera jugar un papel fundamental.
La lipofobia pánico a engordar actualmente se encuentra muy extendida entre niños y jóvenes mexicanos, sobre todo del sexo femenino. Para ellos, según un estudio encabezado por Gilda Gómez Pérez-Mitre, catedrática de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), una niña obesa es sinónimo de "fea, prieta y tonta".
Según los resultados de un sondeo que la académica y su grupo de trabajo aplicaron a casi 10 mil estudiantes de diversas escuelas públicas y privadas, 63 por ciento de los encuestados consideraron que estar gorda equivale a "bajo nivel intelectual" y no ser una "güerita" atractiva. Y esta es una respuesta típica de la lipofobia, que en parte responde también a la cultura de los estereotipos de una belleza anglosajona, promovida por los medios estadunidenses.
Y en una sociedad como la mexicana, las respuestas de los jóvenes arrojan un alto nivel de insatisfacción con su constitución física. La obesidad en México alcanza ya niveles de alarma en términos de salud. Cifras del Instituto Nacional de Salud Pública arrojan que siete de cada 10 adultos tienen sobrepeso u obesidad, es decir, 70 por ciento de la población mayor de 18 años presenta por lo menos un factor de riesgo cardiovascular con peligro de muerte. Y, lo que es peor, más de 60 por ciento no lo sabe.
Los resultados de la encuesta, que han sido motivo de estudio desde 2001, arrojan una transculturización que hace de la delgadez un valor de vida fundamental, aunque no se dote a los jóvenes de herramientas necesarias para mantener un cuerpo sano, más allá de lo simplemente "estético". Así, por ejemplo, ante la pregunta: ¿cómo defines a una niña gorda?, la mayoría de los entrevistados respondió con rechazo hacia el sobrepeso femenino. Sólo 37 por ciento la asoció con términos como "simpática y agradable", o en términos neutros, como "pesada" o "grande".
Para el equipo de académicos de la Facultad de Psicología, que encabeza Pérez-Mitre, esta percepción real entre los jóvenes es, en parte, una de las razones de que las niñas, jovencitas y jóvenes mexicanos contraigan la lipofobia y caigan en pánico por engordar, aun cuando su peso sea menor al normal, lo que deriva en enfermedades graves, como bulimia y anorexia.
El trabajo de los investigadores busca no sólo determinar los mecanismos que llevan a los jóvenes a rechazar la gordura, "aunque sean unos kilitos de más", sino la forma de contrarrestar lo que para algunos consiste en una distorsión "producto de los estereotipos" que la cultura anglosajona busca imponer en todo el mundo: una mujer delgada es atractiva, exitosa, buena madre y mejor esposa, además de tener mayores oportunidades profesionales.
Para revertir estas nociones, los académicos enfrentan un verdadero reto. En este mundo globalizado, donde el bombardeo propagandístico vale miles de millones de dólares, es necesario hacer entender, sobre todo a las jóvenes, que esos "ideales" son inalcanzables por razones genéticas, culturales, alimenticias y físicas. Ante esta situación, lo que buscan es promover un nuevo discurso en el que los valores y raíces culturales propios del país tengan mayor peso ante el embate extranjero.
Y uno de los objetivos, además de contrarrestar la influencia "equivocada" de los medios de comunicación, es también la modificación de la forma en que se trata el tema dentro de la familia, donde en la gran mayoría de los casos el éxito se relaciona con la delgadez, la "buena forma". También, como demuestran los resultados de la encuesta, la escuela es otro de los objetivos a atacar en términos de concepción de la belleza, más allá del físico.
Los académicos advierten que cuando la madre se queja con su hija: "¡ay, qué gorda estoy! ¡Qué horrible, debo hacer dieta!", o cuando le dice: "¡mi'jita, estás bien gorda!", provoca en la niña conductas que pueden desembocar en un verdadero desequilibrio nervioso, emocional y alimenticio.
El remedio debe estar, advierten los expertos, en elevar la autoestima de las mujeres, cambiar sus condiciones de vida y ayudarlas a crear imágenes alternativas, al tiempo que se desarrolla entre los estudiantes una "actitud crítica" hacia los medios de comunicación. Y aquí añaden la Secretaría de Educación Pública debiera jugar un papel fundamental.
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