Comando del Norte engulle a México
Nydia Egremy
La integración de facto de México al Comando del Norte (NorthCom), desde 2002, constituye un secreto total del gobierno mexicano. Cuatro años después se ignora qué actividades realizan el Ejército y la Marina mexicanas en esa coalición trinacional y el papel que desempeñará Felipe Calderón, como comandante supremo de las fuerzas armadas del país.
Aunque geopolítica e históricamente México pertenece a la plataforma de seguridad y doctrina militar estadounidense, tras los atentados del 11-S, existió la percepción en el sector militar estadounidense, de que aparentemente la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) no mostraba interés en tratar con el Departamento de Defensa de Estados Unidos a través del NorthCom.
Tradicionalmente, la Sedena y el Ejército canadiense trataban directamente con el Departamento de Defensa de Estados Unidos. Tras el 11-S, el aparato de defensa canadiense se vinculó al Comando Norte y, al parecer, el Ejército mexicano continúa con el vínculo tradicional.
Secrecía castrense
Pedro Isnardo de la Cruz, profesor de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, define al Comando del Norte como una iniciativa unilateral del ejecutivo estadounidense en el continente americano, para construir un espacio geopolítico de defensa mutua, ante amenazas no convencionales (terrorismo y narcotráfico). Esas iniciativas militares no pasaron por el respaldo del legislativo estadounidense. Básicamente, el secretario de Defensa firmó las propuestas.
Con la alineación de los países latinoamericanos a su estrategia antiterrorista, bajo una dirigencia coordinada de los secretarios de la defensa nacional, Estados Unidos apeló al precedente del Comando del Norte: un acuerdo que firmó con Canadá hace 10 años para proteger la región a partir del Comando Sur. Este cuerpo protege la zona en el plano comercial, de vigilancia fronteriza y colaboración tecnológica e informativa, al coordinar también los servicios de espionaje e inteligencia de los países involucrados.
Con ese espíritu, afirma el investigador, nació la Alianza para la Seguridad para la Prosperidad de América del Norte (ASPAN), una iniciativa de geoeconomía, cuya diferencia con el Comando del Norte es su carácter más gubernamental referida a criterios de política de crecimiento y desarrollo económico-tecnológico, mientras que el Comando, tiene raigambre castrense.
La ASPAN, es una figura retórica que involucra a todos los gabinetes, por ejemplo: el gabinete social y económico; en el mejor de los casos de Ciencia y Tecnología. En cambio, la iniciativa del Comando del Norte se centra sustancialmente en la vigilancia y la coordinación bajo el auspicio de la secretaría de la Defensa estadounidense.
Al no existir suficiente información del gobierno mexicano sobre la participación de las fuerzas armadas en ese comando, Isnardo aprecia que la cooperación se mantiene en bajo perfil, por la tradición de no intervención de México, cuya política exterior es defensiva y con una visión de seguridad nacional sustancialmente distinta a la de Estados Unidos.
“Creo que la cooperación se ha dado fundamentalmente en materia de capacitación e intercambio de tecnología (o compra-venta), cooperación en inteligencia disuasiva de potenciales incursiones de terroristas en territorio mexicano y de mantener relaciones diplomáticas de primer nivel en las cúpulas militares de ambos países”, evalúa el académico.
La secrecía oficial sobre el tema obliga a Isnardo a pensar en que se trata de prudencia política, porque tras la ausencia de una postura mexicana totalmente favorable a la política antiterrorista de la administración de Bush, tal vez el Senado no quiere generar una vertiente de conflictividad semejante a la del fenómeno migratorio.
“Están dadas las condiciones para que el Senado mexicano asuma una postura más crítica, más vigilante y más disuasiva de ese tipo de iniciativas para que no se mantengan en secrecía absoluta”, por lo que el especialista recomienda que las instancias legislativas del país exijan que, incluso de manera confidencial, se les informe de la cooperación y compromisos en las cúpulas civiles y castrenses entre ambas naciones.
El especialista prevé que la administración de Felipe Calderón tendrá una política antiterrorista más cercana a los intereses de la diplomacia y estratégicos de Washington, que a los de México, pues tanto la ASPAN como el Comando del Norte, buscan alinear a México a intereses geopolíticos ajenos.
“El país tiene otras prioridades estratégicas en el ámbito de la seguridad nacional, y al hacer esto a nivel presidencial asume, lo más cerca posible prioridades ajenas, buscando no dañar sus propios intereses estratégicos internos. Es un equilibrio complejo, difícil”, estima.
Proyecto hemisférico
Carlos Montemayor, estudioso de los movimientos armados en México, observa que la creación del Comando del Norte es un proyecto hemisférico de protección del territorio estadounidense “por el que echa mano de toda estructura continental (el muro fronterizo incluido) para reafirmar el sometimiento de nuestros países o de nuestro hemisferio a los controles militares de Estados Unidos”.
De esa manera, el control militar de la superpotencia es mucho más amplio que un simple proceso de militarización, refiere Montemayor.
Recuerda que desde los años 90, a través del Comando Sur, se elaboró un proyecto de transformación de las fuerzas armadas continentales, convirtiéndolas prácticamente en “fuerzas de apoyo o complementarios a los ejércitos latinoamericanos, a los que se les diseñaron actividades no propiamente castrenses sino policíacas, a diferencia de la conformación estrictamente militar del ejército de Estados Unidos”.
Montemayor observa un claro proceso entre 1989-1994, cuando se delinearon estas medidas, y México se sometía a los principios económicos de la globalización. “Eso implica también el sometimiento de nuestras fronteras, de nuestros cuerpos policíacos o de los cuerpos militares, a los principios y finalidades de ese país”.
Seguridad nacional
Adalberto Santana, investigador de la UNAM, experto en asuntos latinoamericanos y de narcotráfico, refiere que el Fact Book de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), señaló el impacto en los problemas de México en su seguridad nacional, pues nuestro territorio está dentro de su ámbito de seguridad nacional.
“Le preocupan la sequía, el crecimiento demográfico, la corrupción, el rezago en la infraestructura, la creciente emigración hacia Estados Unidos y el narcotráfico, entre otros.”
Por ello, Washington visualiza medidas preventivas no sólo para México, sino para los países de la región con una política en que los órganos de represión (policías, ejércitos, contingentes militares y organismos de seguridad internos) deben estar dentro de su lógica de política global, señala Santana.
En esa lógica de prevenir y frenar políticas de agresión contra su territorio, el gobierno estadounidense articula tratados, acuerdos o planes militares de acuerdo con lo que ocurre en diversos países de América Latina. Para Santana, la inestabilidad política en México significa un problema para la seguridad estadounidense, fundamentalmente por el flujo migratorio.
Ahora, los enemigos de la seguridad de los Estados Unidos son aquellos que no son anglosajones. Como afirma Samuel Huntington, quien habla de la amenaza hispana, el mundo musulmán o el del terrorismo, “pero el mejor caso de la doble moral de este discurso, es que da asilo y protección a Posada Carriles, un connotado terrorista de la CIA, refiere.
Anticipa que Felipe Calderón entra en una situación de debilidad frente a la política estadounidense, por la crisis interna y una política exterior débil que mantuvo su antecesor con respecto a Estados Unidos, mientras que en América Latina se mantiene un discurso más nacionalista.
Nydia Egremy
La integración de facto de México al Comando del Norte (NorthCom), desde 2002, constituye un secreto total del gobierno mexicano. Cuatro años después se ignora qué actividades realizan el Ejército y la Marina mexicanas en esa coalición trinacional y el papel que desempeñará Felipe Calderón, como comandante supremo de las fuerzas armadas del país.
Aunque geopolítica e históricamente México pertenece a la plataforma de seguridad y doctrina militar estadounidense, tras los atentados del 11-S, existió la percepción en el sector militar estadounidense, de que aparentemente la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) no mostraba interés en tratar con el Departamento de Defensa de Estados Unidos a través del NorthCom.
Tradicionalmente, la Sedena y el Ejército canadiense trataban directamente con el Departamento de Defensa de Estados Unidos. Tras el 11-S, el aparato de defensa canadiense se vinculó al Comando Norte y, al parecer, el Ejército mexicano continúa con el vínculo tradicional.
Secrecía castrense
Pedro Isnardo de la Cruz, profesor de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, define al Comando del Norte como una iniciativa unilateral del ejecutivo estadounidense en el continente americano, para construir un espacio geopolítico de defensa mutua, ante amenazas no convencionales (terrorismo y narcotráfico). Esas iniciativas militares no pasaron por el respaldo del legislativo estadounidense. Básicamente, el secretario de Defensa firmó las propuestas.
Con la alineación de los países latinoamericanos a su estrategia antiterrorista, bajo una dirigencia coordinada de los secretarios de la defensa nacional, Estados Unidos apeló al precedente del Comando del Norte: un acuerdo que firmó con Canadá hace 10 años para proteger la región a partir del Comando Sur. Este cuerpo protege la zona en el plano comercial, de vigilancia fronteriza y colaboración tecnológica e informativa, al coordinar también los servicios de espionaje e inteligencia de los países involucrados.
Con ese espíritu, afirma el investigador, nació la Alianza para la Seguridad para la Prosperidad de América del Norte (ASPAN), una iniciativa de geoeconomía, cuya diferencia con el Comando del Norte es su carácter más gubernamental referida a criterios de política de crecimiento y desarrollo económico-tecnológico, mientras que el Comando, tiene raigambre castrense.
La ASPAN, es una figura retórica que involucra a todos los gabinetes, por ejemplo: el gabinete social y económico; en el mejor de los casos de Ciencia y Tecnología. En cambio, la iniciativa del Comando del Norte se centra sustancialmente en la vigilancia y la coordinación bajo el auspicio de la secretaría de la Defensa estadounidense.
Al no existir suficiente información del gobierno mexicano sobre la participación de las fuerzas armadas en ese comando, Isnardo aprecia que la cooperación se mantiene en bajo perfil, por la tradición de no intervención de México, cuya política exterior es defensiva y con una visión de seguridad nacional sustancialmente distinta a la de Estados Unidos.
“Creo que la cooperación se ha dado fundamentalmente en materia de capacitación e intercambio de tecnología (o compra-venta), cooperación en inteligencia disuasiva de potenciales incursiones de terroristas en territorio mexicano y de mantener relaciones diplomáticas de primer nivel en las cúpulas militares de ambos países”, evalúa el académico.
La secrecía oficial sobre el tema obliga a Isnardo a pensar en que se trata de prudencia política, porque tras la ausencia de una postura mexicana totalmente favorable a la política antiterrorista de la administración de Bush, tal vez el Senado no quiere generar una vertiente de conflictividad semejante a la del fenómeno migratorio.
“Están dadas las condiciones para que el Senado mexicano asuma una postura más crítica, más vigilante y más disuasiva de ese tipo de iniciativas para que no se mantengan en secrecía absoluta”, por lo que el especialista recomienda que las instancias legislativas del país exijan que, incluso de manera confidencial, se les informe de la cooperación y compromisos en las cúpulas civiles y castrenses entre ambas naciones.
El especialista prevé que la administración de Felipe Calderón tendrá una política antiterrorista más cercana a los intereses de la diplomacia y estratégicos de Washington, que a los de México, pues tanto la ASPAN como el Comando del Norte, buscan alinear a México a intereses geopolíticos ajenos.
“El país tiene otras prioridades estratégicas en el ámbito de la seguridad nacional, y al hacer esto a nivel presidencial asume, lo más cerca posible prioridades ajenas, buscando no dañar sus propios intereses estratégicos internos. Es un equilibrio complejo, difícil”, estima.
Proyecto hemisférico
Carlos Montemayor, estudioso de los movimientos armados en México, observa que la creación del Comando del Norte es un proyecto hemisférico de protección del territorio estadounidense “por el que echa mano de toda estructura continental (el muro fronterizo incluido) para reafirmar el sometimiento de nuestros países o de nuestro hemisferio a los controles militares de Estados Unidos”.
De esa manera, el control militar de la superpotencia es mucho más amplio que un simple proceso de militarización, refiere Montemayor.
Recuerda que desde los años 90, a través del Comando Sur, se elaboró un proyecto de transformación de las fuerzas armadas continentales, convirtiéndolas prácticamente en “fuerzas de apoyo o complementarios a los ejércitos latinoamericanos, a los que se les diseñaron actividades no propiamente castrenses sino policíacas, a diferencia de la conformación estrictamente militar del ejército de Estados Unidos”.
Montemayor observa un claro proceso entre 1989-1994, cuando se delinearon estas medidas, y México se sometía a los principios económicos de la globalización. “Eso implica también el sometimiento de nuestras fronteras, de nuestros cuerpos policíacos o de los cuerpos militares, a los principios y finalidades de ese país”.
Seguridad nacional
Adalberto Santana, investigador de la UNAM, experto en asuntos latinoamericanos y de narcotráfico, refiere que el Fact Book de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), señaló el impacto en los problemas de México en su seguridad nacional, pues nuestro territorio está dentro de su ámbito de seguridad nacional.
“Le preocupan la sequía, el crecimiento demográfico, la corrupción, el rezago en la infraestructura, la creciente emigración hacia Estados Unidos y el narcotráfico, entre otros.”
Por ello, Washington visualiza medidas preventivas no sólo para México, sino para los países de la región con una política en que los órganos de represión (policías, ejércitos, contingentes militares y organismos de seguridad internos) deben estar dentro de su lógica de política global, señala Santana.
En esa lógica de prevenir y frenar políticas de agresión contra su territorio, el gobierno estadounidense articula tratados, acuerdos o planes militares de acuerdo con lo que ocurre en diversos países de América Latina. Para Santana, la inestabilidad política en México significa un problema para la seguridad estadounidense, fundamentalmente por el flujo migratorio.
Ahora, los enemigos de la seguridad de los Estados Unidos son aquellos que no son anglosajones. Como afirma Samuel Huntington, quien habla de la amenaza hispana, el mundo musulmán o el del terrorismo, “pero el mejor caso de la doble moral de este discurso, es que da asilo y protección a Posada Carriles, un connotado terrorista de la CIA, refiere.
Anticipa que Felipe Calderón entra en una situación de debilidad frente a la política estadounidense, por la crisis interna y una política exterior débil que mantuvo su antecesor con respecto a Estados Unidos, mientras que en América Latina se mantiene un discurso más nacionalista.
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